Habitar Brasil. Parte (l) / Ciudades fragmentadas

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Quince días en Río de Janeiro no alcanzan para apreciar la gran urbe. Sobre todo porque no cumple el principio sistémico de que la parte está en el todo y el todo en cada parte. Influye grandemente su topografía,  pues  los morros, aún perforados por el subterráneo y autopistas, separan  sobremanera.

A ello se agregan otras intervenciones  como las avenidas costeras y las espontáneas favelas. De manera que cada uno de sus barrios, identificados por su historia, en el fútbol o la música, son una ciudad en sí mismos. Así apreciamos el centro histórico, Copacabana, Ipanema y Leblon. Más allá Barra de Tijuca y la, directamente nombrada ciudad, en la margen opuesta de la bahía de Guanabara, península de Niteroi.

Resumida Crónica
Luego de conocer algunas compactas, integradas ciudades europeas, queda claro que nuestro aprendido “urbanismo moderno funcionalista” en la Facultad es aplicado cabalmente en América, incluyendo  a Rio. Al respecto, un articulista  de “O globo”  cuestiona el paradigma de la circulación rápida en desmedro de la apropiación visual y física de los grandes escenarios como el que estuve la mayor parte del tiempo: Copacabana. Y la zonificación  de actividades es manifiesta en el centro histórico, pleno de multitudes, vehículos y tranvías los días de labor y desierto, incluso de turistas, los feriados. Así que con una misma sociedad sobre el territorio, Río es muchas ciudades. Es natural hacer la comparación  con Montevideo para, además  de similitudes, apreciar diferencias. Lo primero es visible desde el avión, desde el cual  las urbanizaciones dormitorio se aprecian en toda su magnitud, disimulando entre (y en) los morros su condición periférica. En cambio la movilidad no visible aportada por el metro hace la diferencia en su exponencial accesibilidad al territorio urbanizado sumada al tranvía y las avenidas saturadas por un tránsito intenso.

El contexto

Es obvio que hay una correspondencia entre el clima, la topografía del lugar y sus habitantes. Las condiciones impuesta por el primero priorizan la vida al aire libre puesto que los sistemas tecnológicos de confort no llegan a la mayoría de la población ni a los lugares de encuentro entre ellos,  no el único, la playa. Las enormes bahías y morros protegen y aíslan del pleno  Atlántico al territorio y  la costa. No están expuestos a la surestada antártica como en Uruguay.

La sociedad y el trabajo
El pueblo brasileño no es solamente alegre, es musical. Así como la cháchara, la picardía a flor de piel y la comunicación a gritos, la música invade los espacios  al aire libre y edificados. También el referido transporte al que se agrega los buses. Con una esencial característica: siempre  es música autóctona, brasilera!

Al trabajo formal se suma la informalidad manifiesta, tácitamente aceptada. La venta callejera ocupa las grandes veredas, parques y espacios, en todos los rubros, todos los días…y todas las noches. Prevalece en la playa, donde el desfile de ambulantes ofrece  desde pelotas, bebidas con alcohol y vestimentas de todo tipo y color, hasta comida caliente con brasero portátil! Conté hasta cincuenta en una media hora. Claro que seis millones de habitantes y cientos de miles de turistas permiten  que también el comercio y los servicios formales compartan la actividad. La percepción finalmente es que esas multitudes dan vida al territorio intervenido y construido por el hombre sobre el incomparable y arcaico creado  por la naturaleza.

Por Luis Fabre

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