Sobre caos y anarquía

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Eduardo Galeano nos decía que la palabra puede ser instrumento de poder o puente de encuentro y nos recordaba que en lengua guaraní ñe’e significa «alma», y también expresa «palabra».

Las palabras descubren el alma. El poder suele desgastar algunos vocablos hasta vaciarlos de contenido o puede hallar acepciones rebuscadas para confundirnos. Es bueno estar alertas y saber desentrañar las trampas de la semántica para no convertirnos en meros repetidores de las voces de los dueños del sistema.

El intento de transformar en sinónimos los vocablos “anarquía” y “caos”, de opuesto significado, es un ejemplo llamativo.

CAOS. Estado amorfo e indefinido que se supone anterior a la ordenación del cosmos. / Confusión, desorden. (Diccionario de la Real Academia Española)

ANARQUÍA. Ausencia de poder público. (Diccionario de la Real Academia Española). Una segunda acepción lo relaciona con la “confusión” y el “barullo”.

Se entiende esencialmente al anarquismo como el movimiento social que propugna que ningún individuo ejerza coacción, poder público o gobierno obligatorio sobre otros. Pero de ninguna manera significa que patrocina la incoherencia o la confusión, sino exactamente lo contrario.

La Enciclopedia Microsoft Encarta, insospechada de tendencias subversivas, subrayaba en sus ediciones el «sentido de fraternidad» de los anarquistas y hacía referencia al «sesentayochismo» (el Mayo francés de 1968), al que consideraba «de marcado cuño libertario anarquista». Afirma: «Líderes estudiantiles como Cohn-Bendit, jóvenes sindicalistas procedentes del marxismo-leninismo como Rudi Dutschke, filósofos de la Escuela de Frankfurt que lograron huir del nazismo (Herbert Marcuse, Theodor W. Adorno, Max Horkheimer, entre otros), existencialistas como Jean-Paul Sartre, Albert Camus, Simone de Beauvoir y heterodoxos en la órbita del comunismo como Louis Althusser, Nicos Poulantzas y los trotskitas Alain Krivine y Ernest Mandel, además de intelectuales críticos como Noam Chomsky, Angela Carter, Norman O. Brown o Kurt Vonnegut, configuraron un espacio ideológico amplio que revitalizó el ansia irrenunciable de los defensores de la anarquía, entendida ésta como sinónimo del orden más perfecto para la humanidad».

Es pertinente preguntarse entonces que tienen que ver entre sí el caos y la anarquía. Porque, a pesar de las abundantes y claras definiciones sobre esos términos, hay periodistas, por ejemplo, que persisten en la equivocación. ¿Qué hay de parecido entre la confusión y el orden perfecto? ¿Será sólo el error de comunicadores que embrollan ambas expresiones? ¿O será que la repetición machacona de los capataces de la palabra lleva, con el tiempo, a cambiar los significados de los vocablos?

Los periodistas, especialmente, deberíamos obligarnos a siempre tener el cuidado de utilizar las palabras certeras, para no terminar convertidos en instrumento de los titiriteros de la lengua

Por William Puente
Periodista

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