“Voy a caminar por la vereda
cuando salga el sol y cuando llueva”[i]
Hace pocos días una persona me acercó un estudio reciente realizado en Estados Unidos sobre la prevalencia de las caídas de adultos mayores y sus consecuencias[ii]. Además de los efectos y dificultades que ocasionan en la salud de las personas porque también implican una pérdida de autonomía, el estudio muestra los gastos que significa para el sistema de salud.
La población de adultos mayores crece enormemente en nuestro país; tal como se visualiza en esa pirámide demográfica invertida que muestran los datos técnicos. Tenemos un aumento de los años de esperanza de vida, que es bienvenido, pero también un decrecimiento de los nacimientos. De ahí que, atender las necesidades de las personas mayores, es asistir al 14 % de nuestra población[iii]. En este sentido, existen políticas nacionales que van desde la seguridad social, la salud, la educación de adultos, la vivienda y el sistema de cuidados en pleno desarrollo. Pero también deben integrarse en el esfuerzo políticas públicas departamentales y municipales.
Desde aquí, desde lo local, la nota a la que tuve acceso me hizo pensar en otro aspecto esencial y cotidiano del espacio público: la circulación de peatones por las veredas, las necesidades específicas de las personas mayores y cómo se contemplan en el espacio urbano.
Según demuestra el estudio realizado y publicado en la Revista de la Sociedad Estadounidense de Geriatría, casi la cuarta parte (23.9%) de la población estudiada presentó una o más caídas en un año. También asegura que las mujeres cayeron más que los hombres y que a mayor edad, mayores posibilidades de caer. Si bien, no es un estudio realizado en el Uruguay, guiémonos por nuestro entorno. Es seguro que conocemos varias personas mayores (y no tanto) que han sufrido caídas y sería interesante contar con datos oficiales al respecto.
¿Cuántas de esas caídas ocurren en los hogares y cuántas en el espacio público urbano? No lo sabemos, pero sí sabemos que en ambos casos existen medidas de prevención que podrían ser tomadas.
Una realidad observable es que las veredas en las ciudades del departamento de San José están en muy malas condiciones. Quitando el centro de San José de Mayo (sin alejarse más de 3 cuadras de la plaza), calle 25 de mayo y la nueva avenida en la ruta 1 vieja en Libertad, me animaría a decir que el resto es difícil de transitar, aspecto que se agrava especialmente en Ciudad del Plata donde la ausencia de saneamiento parece justificar la ausencia de veredas. Vale aclarar que la responsabilidad de mantener la vereda en condiciones es del propietario de la finca, pero la responsabilidad de controlarlo es de la Intendencia. No es mala idea que ésta repare o construya veredas y luego se lo cobre al dueño con la contribución.
Si para las personas que no tenemos ninguna dificultad de movilidad se hace difícil por momentos circular como peatones por los lugares correctos, mucho más complejo se hace para las personas con problemas de visión y movilidad limitada que deben recurrir a bastones, muletas o sillas de ruedas. Esto también lo viven quienes circulan con coches o sillas de bebé.
Las caídas y consiguientes lesiones tienen consecuencias nefastas, ocasionan dolor y pérdida en la calidad de vida de las personas que las padecen, así como problemas y dificultades para su entorno familiar. Además, importantes costos en materia de salud. La nota citada detalla, por ejemplo, que: “… Las caídas determinaron casi el 12% de los gastos de los cuidados a largo plazo de esta población, lo que muestra claramente la elevada frecuencia de secuelas”.
Por otro lado, la imposibilidad de circular por la vereda y tener que hacerlo por la calle, puede traer consecuencias graves que afecten el tránsito en nuestras ciudades. En San José de Mayo, recordamos episodios recientes de atropellos de peatones que caminaban por la calle al no tener vereda por dónde ir.
Las políticas de desarrollo y ordenamiento urbano deben tener en cuenta esta problemática, no sólo por un tema de estética de la ciudad, que también es importante sino por un tema de seguridad pública y prevención de salud de la población, especialmente en las personas mayores.
[i] Autor desconocido. La conocí interpretada por Canciones para no Dormir la Siesta.
[ii]Dres. Homero Bagnulo y Carlos Vivas. En: http://www.uypress.net/auc.aspx?84984,166.
[iii]La población mayor de 65 años en Uruguay es del 14% (INE. Censo 2011). Se considera que una población es envejecida cuando el 7% de su población supera los 60 años o más (Paredes et al.2010).
Por Ana Gabriela Fernández
Edila en la Junta Departamental de San José. Actriz egresada de la EMAD y Educadora Social. Doctoranda en estudios de Género en la Universidad de Oviedo. Docente e investigadora en el Programa Género y Cultura de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO).
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