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Los asesinos se esconden entre nosotros

El 23 de julio de este año 2020, la Audiencia de Hamburgo condenó a dos años de libertad vigilada a Bruno Dey por complicidad en 5.232 muertes que tuvieron lugar en el campo de exterminio de Stutthof, cerca de Gdansk (en Polonia), cuando él sirvió en las SS entre agosto de 1944 y abril de 1945. En ese campo fueron asesinados más de 100.000 judíos por los nazis. Dey fue juzgado en un tribunal para menores de edad porque cuando actuó como guardia, hace 75 años, tenía 17 de edad.

Para juzgar a los asesinos – Conducido en silla de ruedas y tapándose la cara con una carpeta azul, el anciano de 93 años, se disculpó por el sufrimiento de las víctimas pero no asumió su responsabilidad. El fiscal le advirtió que cuando se es parte de una máquina asesina no alcanza con mirar hacia otro lado para justificarse.

Como cada vez que se descubre y se juzga a uno de estos criminales nonagenarios, los medios de comunicación de todo el mundo y especialmente de Alemania, lo titulan como “el juicio del último nazi”, como si los periodistas, los editores y los lectores pretendieran cerrar con este colofón el proceso de esclarecimiento de los crímenes del nazismo. Sin embargo, los crímenes de lesa humanidad no solamente son legalmente imprescriptibles sino que resultan ser transgeneracionales y transnacionales. Al precio de la culpa no solamente están abonados los perpetradores y las víctimas, sino sus hijos, sus nietos y descendientes, en general todos los habitantes del  planeta.

La ineludible promesa del “nunca más” formulada en distintos países, incluyendo el nuestro, a la salida de un periodo sangriento y ominoso es muy difícil de sostener en el tiempo y por eso es importante dar un vistazo a las vicisitudes que conlleva el camino de la justicia como única forma de cimentar el futuro.

Durante siglos los tratados de paz intentaron ocultar la memoria de la guerra. Fue muy claro en Europa cuando los Tratados de Westfalia dieron fin a la Guerra de los Treinta Años, en 1648. Allí se estableció la perpetua oblivio et amnestia . Los grabados de Jacques Callot (París, 1633) son uno de los testimonios gráficos más terribles de lo que el autor denominó “las miserias y desgracias de la guerra”. El olvido perpetuo siempre ha actuado para ocultar los crímenes. Téngase en cuenta lo que sucedió con “Los desastres de la guerra”, la impresionante serie de 82 grabados que Francisco de Goya hizo entre 1810 y 1815 para documentar los crímenes de la llamada Guerra de la Independencia Española. Las aguafuertes de Goya permanecieron inéditas durante medio siglo.[i] El perpetuo olvido y su fragilidad también habrían sobrevolado el Tratado del 8 de Octubre de 1851 por estas latitudes.

La historia de la identificación, tratamiento y eventualmente el juzgamiento de los perpetradores de crímenes de lesa humanidad, desde el 7 de mayo de 1945 hasta la fecha, en Alemania, es muy elocuente en relación con dos factores que son esenciales: restañar profundas heridas haciendo justicia y encarar el futuro de la civilización mediante el conocimiento de lo que sucedió y como sucedió en períodos críticos de cada sociedad y del mundo.

También permite calibrar la resistencia viscosa que ofrecen las propuestas de “punto final”, “dar vuelta la página” y otras que se levantan para amnistiar, rehabilitar, liberar u ocultar a los perpetradores de crímenes atroces.  Ya no quedan altos jerarcas nazis que puedan ser capturados y llevados ante un tribunal. En lo que va de este siglo sólo es posible ubicar a criminales de segunda fila, como guardias de los campos, telefonistas, contables, médicos y enfermeros.

Muchos de los criminales han muerto, otros no se encuentran en condiciones de ser juzgados porque están realmente mal, dementes o moribundos. En otros casos se encuentran trabas por la escasez de las pruebas (aunque últimamente no son necesarios testigos directos sino que obran las pruebas documentales) o por la necesidad de extraditarlos. Es por ejemplo el caso de Jakiw Palij, de 95 años, guardián del campo de Trawniki[ii] en Polonia, que fue expulsado de Estados Unidos donde había ingresado en 1949, cuando se descubrió su pasado nazi en el 2003. Vivió tranquilamente en Nueva York hasta el 2019 en que fue extraditado a Alemania y murió pocos meses después en el ancianato de Ahlen, antes de ser juzgado.

En esta lucha por la verdad y la justicia ha jugado un papel muy importante la Zentrale Stelle, la Oficina Central para la Investigación de los Crímenes del Nacionalsocialismo, que funciona desde el 1º de diciembre de 1958. Está instalada en Ludwigsburg (en el sur de Alemania, cerca de Stuttgart) en un edificio de tres pisos que fue una antigua prisión. El fiscal Jens Rommel [iii] (sin relación alguna con “el zorro del desierto”) fue el jefe de esta dependencia hasta febrero pasado. Ha declarado que él no es un “cazador de nazis”, los cazadores asegura él, procuran un trofeo, una pieza, y llevan un arma, mientras que él persigue asesinos con el código penal en sus manos.

Los investigadores de la Oficina Central son actualmente poco más de 20 (en la década de 1960 llegaron a ser 120) y han recorrido el mundo consultando archivos, recopilando y buscando huellas de todo tipo de funcionarios del Tercer Reich. Visitan los sitios donde hubo campos de concentración buscando huellas, examinan los archivos, consultan a los vecinos como posibles testigos de movimientos y reconocimiento de personas y situaciones. Disponen de todos los archivos de las SS, de la Wehrmacht y de todas las dependencias del Tercer Reich. Buscan documentos y rastrean listas en todos los idiomas: alemán, ruso, inglés, francés, etc. Buscan nombres, permisos de matrimonio, encargo de uniformes y equipos, inventarios, bitácoras cotidianas. Analizan todas las listas de prisioneros de guerra. El objetivo es ubicar a los nazis aún vivos para someterlos a juicio.

Los archivos: la cantera laboriosa – Rommel, que fue fiscal criminal, trató los casos como si fueran homicidios y los archivos como si fueran la escena del crimen. En los archivos no hay sangre, hay nombres. Sus investigadores son especialistas en “casos no resueltos” (cold cases) [iv] y han recorrido el mundo buscando pistas. Rommel ha viajado a Moscú para consultar los archivos del campo de Sachsenhausen (1936-1945), que estaba ubicado cerca de Berlín. La fiscal Manuela Zeller trabajó en los registros de Auschwitz-Ravensbruck y su colega Michael Otto se especializó en los de Buchenwald, Stutthof (donde encontró la pista de Bruno Dey) y Matthausen.

Han visitado América Latina en más de veinte oportunidades cotejando archivos en Perú, Brasil, Uruguay y Argentina (en Paraguay no les permitieron trabajar). Por ejemplo han estado en el Archivo General de la Nación en Buenos Aires, cotejando las listas de Migraciones. Sabían que Eichmann y Mengele habían buscado refugio en la Argentina, en 1949 y 1950, empleando pasaportes con nombres falsos que les habían sido proporcionados en la “linea de las ratas” (a través de monseñor Alois Hudal en el Vaticano y la Cruz Roja). Sin embargo, sabían que muchos nazis subalternos no creyeron que podrían ser identificados y llegaron usando sus nombres verdaderos. Por lo tanto buscaron hombres y mujeres nacidos entre 1918 y 1931 que habrían tenido entre 28 y 44 años al llegar a América.

En lo que va del siglo la Oficina Central ha descubierto anualmente unos 30 criminales que aún viven. Sus casos son trasladados a los fiscales regionales para ver si pueden llevarlos a juicio porque, en Alemania, la competencia de la justicia reside en los 16 estados federados, los länder. Los prolongados procedimientos judiciales hacen muy difícil formalizarlos porque los sospechosos son nonagenarios y el límite de edad para ser juzgados se ubica en 99 años de edad. En la actualidad muchos alemanes desconocen la existencia de la Zentrale Stelle y quienes la conocen tienden a verla en forma ambivalente (“¿qué sentido tiene meter presos a estos viejitos por hechos sucedidos hace más de 75 años?”) mientras otros aprecian la extraordinaria capacidad desplegada por los investigadores para conseguir resultados con pistas mínimas.

La existencia de esta oficina ha sido importante para analizar la evolución de Alemania en relación con su pasado nazi y la forma en que el conocimiento de la verdad es fundamental para el futuro de ese país y por extensión de la civilización. La cuestión de hasta cuándo deberá Alemania seguir investigando las atrocidades del pasado ha estado planteada desde el final de la Segunda Guerra Mundial y aún antes pero se ha vuelto muy importante con el surgimiento de movimientos neonazis y populistas de ultraderecha como Alternativa para Alemania (Alternative für Deutschland o AfD)[v] o el Partido Nacional Demócrata (NPD). Los voceros de AfD han manifestado que hay que dejar de preocuparse por los crímenes del nazismo.

La existencia misma de la Oficina Central y su gran archivo es un testimonio acerca de la gravedad y extensión de los crímenes nazis y un recordatorio acerca de la amenaza que representa a nivel mundial un ascenso del nacionalismo reaccionario y agresivo. En Alemania esta institución podría cesar en su actividad actual de persecución criminal antes del 2025, tal vez este mismo año, pero en poco más de seis décadas de existencia ha recopilado el mayor archivo histórico sobre los crímenes del nazismo y sobre los intentos de posguerra por juzgar a los perpetradores.

Una gigantesca base de datos contiene 1.700.000 tarjetas o fichas, lo que permite una localización exacta, clasificada por distintas materias, unidades del ejército, lugares e identificaciones de más de 700.000 nombres de personas, incluyendo criminales y testigos (generalmente las propias víctimas). Más de 9.600 cajas de cartón etiquetadas y ubicadas en extensas estanterías situadas en la primera planta almacena aproximadamente 800 metros lineales de archivos, rigurosamente custodiados y continuamente actualizados. Existe también una copia de este material en microfilme depositado a buen recaudo en un lugar secreto porque se sabe que, del mismo modo en que los crímenes de lesa humanidad son imprescriptibles, los intentos de los neonazis y sus admiradores por borrar las huellas son un peligro real y permanente.[vi]

A medida que el presente se va alejando de las atrocidades del pasado el funcionamiento de la Oficina Central va cambiando y seguramente cuando cese en su función criminalista será un centro fundamental para la investigación histórica y seguirá sirviendo al descubrimiento de la verdad y la justicia, más allá de que todos los criminales y sus secuaces hayan muerto.

El mito del ejército puro y limpio – La Comisión de Crímenes de Guerra de las Naciones Unidas [vii] que se instaló en 1943 (aún antes de que se hubiera constituido la ONU) aportó pruebas contra 36.000 alemanes  y japoneses y unos 10.000 fueron condenados en unos dos mil juicios entre 1945 y 1948. Algunos participantes en los Juicios de Nuremberg que culminaron en 1946 dijeron que los mismos habían sido una pérdida de tiempo y en general los resultados fueron muy magros. Entre 1945 y 1949 los tribunales alemanes condenaron a 4.600 sujetos pero, al producirse la creación de la República Federal Alemana, en mayo de 1949, se forzó la división del país [viii] y predominaron las amnistías para los criminales y el olvido de sus crímenes. La Guerra Fría, al hacer del comunismo el enemigo por excelencia, llevó a la clausura de la Comisión de las Naciones Unidas para Crímenes de Guerra que como dijimos se produjo en 1949. Ya desde las últimas semanas de la guerra, los estadounidenses y los británicos se habían mostrado entre benévolos y displicentes en el tratamiento de los jerarcas nazis y los jefes militares detenidos [ix].

La historiadora alemana Anette Weinke ha sostenido que la Oficina central fue un proyecto del gobierno conservador de la República Federal Alemana para enfrentarlo a los juicios de Nuremberg. “Queríamos tomar el pasado en nuestras manos” dijo Weinke [x]. El público dejó de interesarse en el Holocausto y muchos nazis condenados fueron liberados en la década de 1950 cuando el parlamento de la República Federal Alemana aprobó una serie de leyes de amnistía, restableció las pensiones a los soldados y otorgó la libertad condicional a 20.000 nazis que estaban encarcelados.

De acuerdo con otro especialista, el historiador alemán Norbert Frei (catedrático de Historia Moderna y Contemporánea de la Universidad de Jena), 800.000 individuos se beneficiaron con las amnistías. Además, en aquellos años, en el marco de las políticas gubernamentales del conservador Konrad Adenauer, se desarrolló el mito de “la Wehrmacht pura y limpia” que indicaba que el genocidio, los crímenes de guerra y de lesa humanidad, habían sido “abusos” y “excesos” cometidos exclusivamente por las SS sin que mediaran órdenes del alto mando.

La extendida exigencia de liberar a los criminales de guerra presos fue – según Frei – una admisión indirecta de que la totalidad de la sociedad alemana se había comprometido de un modo u otro con el nazismo. El enjuiciamiento de los perpetradores de delitos de lesa humanidad fueron un doloroso recordatorio de la naturaleza maligna del Tercer Reich con el que mucha gente se había identificado. En ese contexto se dio el florecimiento del mito de “la Wehrmacht pura y limpia” y las exigencias para su rehabilitación.

A principios de este siglo , otro historiador alemán Wolfram Wette había publicado  The Wehrmacht: History, Myth, Reality (2002) en la que demostró con sólida documentación que no solamente las SS habían sido responsables de asesinatos masivos y genocidio sino que la Wehrmacht había participado activa y decididamente en esos crímenes. Fue un hito de la historiografía actual. Los oficiales al mando,  coroneles y generales, no sólo sabían lo que estaba sucediendo sino que fueron los creadores del mito exculpatorio de “la Wehrmacht pura y limpia”, unas fuerzas armadas que habían librado la guerra en forma estrictamente profesional, respetando las convenciones internacionales. También generaron un “pacto del silencio” para encubrir el verdadero papel que habían jugado.-

En realidad los mandos formularon las políticas, dieron las órdenes y crearon el contexto en que se llevaron a cabo los crímenes de lesa humanidad. Los soldados se sumieron en la barbarie pero la principal responsabilidad recayó en la oficialidad y no solamente por los crímenes de sangre sobre la población civil, el asesinato de prisioneros indefensos, sino por las violaciones, las torturas y el pillaje.

Los historiadores alemanes han debido librar una verdadera lucha contra los negacionistas del Holocausto y, en general, contra los políticos y los medios conservadores que persisten en encubrir a los perpetradores de crímenes atroces. Un ejemplo claro ha sido la persecución sufrida por Hans Georg Heer, más conocido como Hannes Heer, que fue el historiador que organizó la Exposición del Ejército Alemán, en la década de 1990, a través de la que mostró imágenes (1.400 fotografías) que daban cuenta de los crímenes cometidos en el Este entre 1941 y 1944.

La exposición sufrió fuertes críticas y presiones de modo que debió ser clausurada. Sin embargo, Heer consiguió que una comisión técnica de historiadores examinara la muestra. Los académicos consideraron que solamente 20 fotografías padecían error de identificación y consideraron que lo expuesto era correcto y daba cuenta cabal de lo sucedido. La exposición reabrió en el 2004 en el Instituto de Investigación Social de Hamburgo, bajo el título Crímenes del Ejército Alemán: dimensiones de una guerra de aniquilamiento 1941-1944 [xi].

En su ataque a la URSS el ejército alemán participó sistemáticamente en el genocidio contra los judíos y en crímenes contra los prisioneros de guerra y contra la población civil. A veces apoyó el accionar de las SS y de los escuadrones de exterminio (los Einsatzgruppen) y muchas acciones las concibió y las dirigió como operaciones militares. En modo alguno se trató de casos aislados de “excesos” o “abusos” sino de actos en cumplimiento de decisiones adoptadas por los mandos superiores y los jefes de las tropas ya fuera en la linea del frente o en la retaguardia.

La Guerra Fría y la rehabilitación de los nazis – Después de ser amnistiados en la década de 1950, miles de nazis fueron rehabilitados y se instalaron en confortables puestos de la judicatura, la policía y la administración pública de la República Federal Alemana. A mediados de la década se descubrió que un ex-comandante de la policía y otros diez miembros de su escuadrón de exterminio había conseguido eludir el primer juicio a los Einsatszgruppen de 1947 y fueron apresados y juzgados en Ulm, acusados del asesinato de más de 5.000 judíos lituanos en 1941 durante una “operación de limpieza”.

En 1958 el diario de mayor circulación en la RFA tituló un editorial reclamando nuevos juicios a criminales nazis como “Noch sind die Môrder unter uns”, o sea ‘Los asesinos todavía están entre nosotros’. Para defenderse de las acusaciones hechas desde la República Democrática Alemana [xii], el Canciller Adenauer promovió la creación de la Oficina Central que se inauguró el 1º de diciembre de 1958. En realidad Adenauer nunca se propuso revisar la política de amnistía y rehabilitación de nazis y por eso le atribuyó a la Zentrale Stelle una función más bien simbólica ya que no podía actuar como una fiscalía especial sino que debía limitarse a informar a los fiscales regionales (quienes por otra parte eran, en muchos casos, reciclados del Tercer Reich lo mismo que la mayoría de los jueces). No podía enjuiciar a los criminales por si misma, no podía emitir órdenes de captura, ni instruir casos, ni generar denuncias.

Aunque el objetivo del viejo Canciller[xiii] era aparentar una política justiciera y seguir amparando a los nazis reincorporados a su aparato estatal y a las empresas privadas, los encargados de la Oficina Central entregaron grandes cantidades de nombres a los fiscales regionales y el gobierno alemán siempre se mostró molesto por esa actividad.

Entre 1963 y 1965 se llevaron a cabo en Frankfurt resonantes juicios contra sujetos que se habían desempeñado en los campos de exterminio de Auschwitz-Birkenau. El gobierno de la RFA tenía informaciones sobre los crímenes perpetrados por los acusados y su paradero, suministradas por la Oficina Central ya en 1958, pero demoraron cinco años en emprender un proceso judicial. Richard Baer de las SS – por ejemplo – último comandante de Auschwitz, que era uno de los acusados principales del caso, murió de un infarto cardíaco mientras estaba siendo investigado.

Ya había habido otros juicios a personal de Auschwitz, por ejemplo en Polonia, en 1947, pero el juicio celebrado en Frankfurt demostró las dificultades para lograr justicia en los tribunales de la RFA. La acusación estuvo a cargo del Fiscal General de Hesse, Fritz Bauer, quien procuraba atribuir responsabilidades individuales a los ex funcionarios de Auschwitz-Birkenau.

Los acusados eran miembros de las SS, de la Gestapo y kapos, sobre todo los que habían participado en los procesos de selección, es decir en el envío de prisioneros a las cámaras de gas (incluyendo a todos los niños menores de 14 años y las madres que no se separaban de ellos). En el transcurso de los juicios fueron llamados a testificar unos 360 testigos, de los que 210 eran sobrevivientes de Auschwitz.

Sin embargo, de los alrededor de 8.000 individuos que participaron en el manejo del campo (incluyendo a 200 guardias), la complejidad del proceso y la falta de jurisprudencia resultó en que sólo 22 de los investigados fueran imputados.  De acuerdo con la legislación alemana de la época los acusados afrontaron cargos únicamente por crímenes perpetrados por su propia iniciativa, y no por actos realizados «en cumplimiento de órdenes». En la RFA no había desaparecido la “obediencia debida” y esta seguía amparando a los perpetradores de los crímenes de lesa humanidad aunque estos ya habían sido tipificados en la legislación internacional y aplicados en juicios anteriores.

La justicia de la República Federal Alemana consideraba que en el Tercer Reich, sólo quienes dictaban las órdenes de asesinato podían ser condenados por eso, mientras que los subordinados que seguían estas órdenes fueron meros cómplices, una figura jurídica con responsabilidad penal menor que la que le cabía a un asesino. De este modo, el que arrojaba el mortal Zyklon-B en la cámara de gas, causando la muerte de miles de personas, tenía una responsabilidad penal menor que un guardia de las SS que había apaleado a un prisionero por iniciativa propia hasta matarlo.

En consecuencia, durante los juicios de Frankfurt sólo pudieron ser acusados de asesinato los imputados que, mientras prestaron servicio en el campo de exterminio, cometieron asesinatos que no se les habían ordenado. El peso de las acusaciones y la cantidad de material era tal, que los delitos violentos que no resultaron en muerte (por ejemplo, mutilaciones y torturas, delitos que suelen conllevar una larga pena de prisión), ni siquiera se consideraron en las condenas finales.

El Fiscal General Bauer se manifestó terminantemente en contra de esa interpretación pero muchos miembros del tribunal la respaldaron. Para apoyar su visión de la justicia, el Fiscal apeló a distinguidos académicos del Instituto de Historia Moderna de Munich (Institut für Zeitgeschichte) como peritos de la acusación, entre otros los historiadores Helmthh Krausnick y Martin Broszat.  Los datos que aportaron formarían la base teórica del libro de 1969, «Anatomía del Estado de las SS«, que fue el primer ensayo exhaustivo sobre las SS basado en sus propios registros.

Mientras eso sucedía en el tribunal, a buena parte del público alemán el juicio le resultaba indiferente y en muchos casos veía las condenas con hostilidad. Al finalizar los juicios una encuesta mostró que el 57% de los consultados sostenía que no debían repetirse.

En 1965, la tesitura del olvido perpetuo le propinó un duro revés a los investigadores de la Oficina Central, a los historiadores y en general a los alemanes dispuestos a hacer justicia y alcanzar la verdad en  torno a los crímenes del nazismo. En ese año, la Corte Suprema dela RFA rechazó la condena al dentista de Auschwitz [xiv], aduciendo que haber trabajado en un campo de concentración no era un crimen de por si. El dentista podía ser considerado cómplice o instigador de un crimen pero esa figura no estaba contemplada en el derecho alemán.

Este dictamen provocó la cancelación de una investigación que adelantaba la Zentrale Stelle acerca de la Oficina Principal de Seguridad del Reich (la RSHA Reichssicherheitshauptamt ) una todopoderosa organización que dependía directamente de Heinrich Himmler como Jefe de la Policía Alemana y Reichsfûhrer- SS. Su cometido era combatir a “los enemigos del Reich” dentro y fuera de fronteras de la Alemania nazi y para ello combinaba al servicio de inteligencia (SD), la policía de seguridad (SiPo) que incluía la Gestapo (policía secreta) y la KriPo (policía criminal). En esa organización se concentraba la mayor responsabilidad en la ejecución de los genocidios.

En aquel entonces la Corte Suprema de la RFA sustentaba una tesitura que favorecía a los perpetradores de crímenes de lesa humanidad porque, en cierto sentido, les exoneraba de responsabilidad. También estableció una visión muy difundida acerca del Holocausto, como si se hubiese tratado de una secuencia de asesinatos individuales (la política de “los excesos”) en lugar de calificarlo como un genocidio sistemático producto del terror estatal.

A partir de esa tesitura miles de hombres y mujeres que sirvieron como engranajes en la máquina del genocidio consiguieron evadir la justicia y no fueron obligados a reconocer públicamente sus crímenes.  El trabajo de la Oficina Central disminuyó grandemente en esos años de modo que se volvió casi invisible durante décadas. De hecho los investigadores se dedicaron a perseguir a un puñado de jerarcas nazis cuyos actos criminales estaban bien documentados.

Un cambio fundamental en la lógica jurídica – No todo fue negativo. Los debates que tuvieron lugar en las décadas de los 60 y 70, la irrupción de “la generación de los nietos”, entre otros fenómenos, trajo aparejadas ciertas modificaciones en las leyes, por ejemplo la eliminación del estatuto de limitación o prescripción para los delitos de lesa humanidad y crímenes atroces. Pero para que se produjera un cambio espectacular y la caída de las trabas legales que amparaban a los criminales hubo que esperar hasta enero del 2007.

Entonces, un marroquí que estudiaba en Hamburgo mandó dinero a uno de los secuestradores que estrellaron los aviones contra las Torres Gemelas, el 11 de setiembre del 2001. Por ese hecho fue condenado por un tribunal alemán por cargos como cómplice en 246 casos de asesinato (tantos como pasajeros que perecieron en el avión). El abogado Thomas Walter, que trabajaba en la Oficina Central, utilizó esa estrategia para desmontar la decisión que impedía juzgar a un antiguo guardián del campo de exterminio de Sobibor, en Polonia.

Se trataba de John (Iván) Demjanjuk (1920-2012) un ucraniano que a los 91 años de edad fue condenado por complicidad en 28.060 asesinatos (la cantidad de personas ultimadas en Sobibor durante los cuatro meses en que sirvió allí en 1943). Demjanjuk había escapado a los Estados Unidos, en 1952, obtuvo la ciudadanía, trabajó en la Ford y residía ya jubilado en Ohio donde levantó una familia. El caso todavía se estaba procesando cuando este perpetrador falleció, todavía en libertad, en un ancianato de Baviera, porque en Alemania una condena no puede hacerse efectiva si existe una apelación en curso.

Un año después de la muerte de Demjanjuk, la Oficina Central entregó la llamada “lista de Auschwitz” que incluía a 30 funcionarios del campo de exterminio, todavía vivos, que podían ser juzgados bajo la misma lógica jurídica. De esa treintena solamente cinco llegaron a presentarse ante los tribunales, los demás murieron o fueron considerados no aptos para ser juzgados. Ernst Tremmel, un ex- SS de la Totenkopf de 93 años, murió en el 2016 una semana antes de responder por el cargo de complicidad por 1.075 asesinatos. Su compañero Reinhold Hanning, de 95 años, fue condenado por facilitar la comisión de 170.000 asesinatos pero murió antes de que la Corte Suprema rechazara su apelación.

El juicio de Hubert Zafke (1920-2018) un paramédico y posteriormente médico en diversos campos de exterminio, fue acusado en el 2016 de 3.681 asesinatos y resultó un procedimiento tan dilatado y tan mal manejado que el Presidente del Tribunal debió ser removido por su tendenciosidad en favor del acusado. Después de alegar problemas de salud, Zafke que padecía de Alzheimer, falleció a los 98 años sin ser condenado.

En el 2016, Oskar Groening, el contable de Auschwitz, fue finalmente condenado a cuatro años de prisión. En el 2005 había contado durante una entrevista a Der Spiegel  como había clasificado y dispuesto de las pertenencias de quienes eran asesinados en el campo, como confiscaba su dinero y como oía los gritos que provenían de las cámaras de gas. Yo describiría mi papel como un pequeño engranaje de la máquina – dijo Groening – si esto se puede describir como culpa, entonces soy culpable aunque involuntario; legalmente soy inocente. Sin embargo, más de setenta años después los crímenes de “los pequeños engranajes” pudieron ser juzgados.

Los juicios tardíos fueron criticados por la derecha alemana que ha intentado montar un debate moral acerca de la licitud de encarcelar nonagenarios después de 75 años del final de la Segunda Guerra Mundial y la liberación de los campos de concentración y de exterminio.

Quien era Director de la Oficina Central, Jens Rommel, aseguró que se seguirá cumpliendo con el deber cívico y moral de someter a los tribunales a los perpetradores de crímenes de lesa humanidad porque aunque todos mueran el esclarecimiento de la verdad es una necesidad que la sociedad alemana no puede soslayar. Aún hay casos abiertos de Majdanek, Auschwitz, Stutthof, Ravensbruck y Mauthausen y se siguen la pista de sujetos que actuaron en Sachsenhausen, Mittelbau-Dora, Gross-Rosen, Flossenbûrg, Neuengamme y Bergen-Belsen. El intercambio ha sido permanente con instituciones de distintos países, como el Centro Simon Wiesenthal de Israel y la Comisión de Investigación del Instituto para la Memoria Nacional de Polonia (IPN) [xv].

La peripecia de la Zentrale Stelle y sus archivos demuestran, para todo el mundo, que aun cuando los perpetradores de crímenes de lesa humanidad y quienes les amparan desaparezcan por  causas naturales, las investigaciones para descubrir lo que sucedió y como sucedió, las responsabilidades en la conformación del contexto que permitió que se montaran las máquinas de muerte y tortura, no cesarán porque se trata de un legado invalorable para las nuevas generaciones de modo que semejantes crímenes no puedan repetirse jamás.

Por el Lic. Fernando Britos V. – 17/9/2020.

 

[i]El título original que Goya dio a la serie fue Fatales consequencias de la sangrienta guerra en España con Buonaparte. Y otros caprichos enfáticos. La primera edición data de 1863 y después solamente se produjeron en 1892, 1903, 1906, 1923 y 1937.

[ii] Después de la guerra se pensaba que Trawniki, cerca de Lublin en Polonia central, había sido un campo de concentración común (y de hecho lo fue, especialmente para prisioneros de guerra soviéticos) pero después se comprobó que los nazis habían montado un campo de entrenamiento para los guardias de los campos de exterminio, los kapos ucranianos que hacían los trabajos más sucios y crueles bajo la supervisión de los SS.

[iii] Rommel estudió leyes en las Universidades de Augsburg, Lund, Wurzburg y Lyon. Empezó su carrera en el 2003 en el servicio judicial del estado de Baden-Wurttenberg; fue asistente de investigación del Fiscal y Procurador General de la Corte Federal de Justicia. Actuó en su especialidad a nivel de la Unión Europea. Fue Fiscal Principal en Ravensburg. Entre el 2015 y principios de este año 2020 encabezó la Oficina Central de la administración estatal de justicia para la investigación de los crímenes del nacionalsocialismo en Ludwigsburg (Zentrale Stelle). Desde febrero de este año es Juez Federal de Alemania.

[iv]Un “cold case” es un crimen que no ha sido resuelto y que no está sujeto a una investigación criminal reciente pero sobre el cual pueden surgir nuevas informaciones, testimonios o evidencias provenientes de archivos o repositorios de materiales nuevos o antiguos o también como resultado de nuevas actividades de el o los sospechosos.

[v]AfD fue creado en el 2013 y en la última elección federal del 2017 consiguió el 12,6 % de los votos. Aunque sus miembros son conservadores, racistas y xenófobos han tratado de parecer más centristas y han prohibido contactos con el NPD, un partido declaradamente neonazi (0,4% de los votos) que no ingresó al parlamento federal.

[vi]A propósito aunque en otro plano, en los Estados Unidos, el Presidente Trump planea cerrar la modesta Oficina de Justicia Criminal Global, dependencia del Departamento de Estado, cuya función es apoyar la investigación de crímenes de guerra, crímenes contra la humanidad y genocidio. Su Director ya ha sido desplazado y su antecesor fue precisamente quien declaró, a principios de este año, que la promesa de “nunca más” ha resultado muy difícil de mantener.

[vii] La comisión no tenía poder para perseguir judicialmente a los criminales. Por ello, tuvo que limitarse a brindar la lista a los miembros de las Naciones Unidas. Estos pudieron después crear tribunales, como los que operaron durante los Juicios de Nuremberg y el Tribunal Militar Penal para el Lejano Oriente. Robert Alderson Wright dirigió la comisión, que operó desde 1943 hasta 1948 y se disolvió en 1949.

[viii] Concluida la Segunda Guerra Mundial el territorio alemán fue ocupado y dividido en cuatro zonas bajo control de los EUA, Gran Bretaña, Francia y la URSS. Estadounidenses y británicos crearon un estado Bizona primero y después, incorporando la zona de ocupación francesa, promovieron la creación de la República Federal Alemana el 23 de mayo de 1949. La República Democrática Alemana se fundó el 7 de octubre de 1949 en la zona de Alemania que se encontraba bajo control militar soviético. ​

[ix]Algo más que displicencia varios personajes ,como por ejemplo el general Reinhard Gehlen, jefe de la inteligencia militar en el frente germano soviético, se entregó a los estadounidenses acompañado por su equipo y sus archivos de modo que fue incorporado inmediatamente al servicio de la OSS.

[x]La Prof. Weinke se ha especializado en esta temática. Algunos de sus libros son: The persecution of Nazi perpetrators in divided Germany. Coming to terms with the past 1949–1969 or: a German-German relationship story during the Cold War . Schöningh, Paderborn 2002. The Nuremberg Trials (CH Beck Wissen; 2404). CH Beck, Munich 2008. A society investigates against itself. The history of the central office Ludwigsburg 1958–2008 (University of Stuttgart. Research center Ludwigsburg: publications of the research center Ludwigsburg of the University of Stuttgart; vol. 13). WGB, Darmstadt 2008. Violence, history, justice. Transnational Debates on German State Crimes in the 20th Century . Wallstein, Göttingen 2016. The enemy in court. Show trials in communist Eastern Europe . State Center for Political Education Thuringia, Erfurt 2016.

[xi]La exposición “Crimes of the German Wehrmacht” puede verse  ahora por Internet accediendo a www.verbrechen-der-wehrmacht.de/pdf/vdw_en.pdf . Últimamente el historiador estadounidense Waitman Wade Beorn, egresado de la Academia Militar de West Point, y especializado en la historia del Holocausto se destaca por la coautoría de un curso de ética del proceso de decisiones que se dicta a los cadetes, y que se basa en uno de sus últimas investigaciones, titulada Marching into Darkness. The Wehrmacht and the Holocaust in Belarus. Harvard University Press 2014. Marchando hacia la oscuridad: la Wehrmacht y el Holocausto en Bielorrusia.

[xii]En aquellos años el gobierno de la RDA publicó el famoso Libro Pardo: Criminales nazis y de guerra en Alemania Occidental (Estado, Economía, Administración, Ejército, Justicia, Ciencia) que incluía información pormenorizada identificando a los miles de nazis con los cargos que ocupaban en la RFA y con sus antecedentes criminales durante el Tercer Reich. La edición en español data de 1965.

[xiii]Konrad Adenauer (1876-1967) fue miembro del Partido Católico de Centro y un importante político conservador durante la República de Weimar.  Fue alcalde de Colonia (1917-1933) y Presidente del Consejo de Estado de Prusia (1922-1933) y perdió sus cargos durante el nazismo. Después de la guerra fue el primer Canciller de la RFA de 1949 a 1963 y fundador de la Democracia Cristiana, el partido de la actual canciller Ángela Merkel.

[xiv]Willi Schatz (1905 – 1985) Obersturmführer (teniente) de las SS y KZ Zahnarzt (dentista de campo de concentración). Se desempeñó en Auschwitz y en Neuengamme.  Al terminar la guerra fue capturado por los británicos y liberado en enero de 1946. Entonces volvió a su ciudad natal, Hannover, e instaló su consultorio odontológico. who served in Auschwitz and Neuengamme. Fue uno de los 22 acusados en Frankfurt pero resultó exculpado por falta de pruebas. Murió de cáncer en su casa a los 80 años de edad.

[xv] En el 2017, la Fiscalía de Polonia solicitó a las autoridades estadounidenses la extradición de un ex oficial SS, Michael Karkoc (1919-2019), presuntamente implicado en la matanza de civiles. La Oficina Central colaboró con la Fiscalía de Munich para esclarecer el caso, que se dió por terminado debido a la incapacidad física del sospechoso. Karkoc murió en los Estados Unidos antes de ser extraditado.

 

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