Según Peter Hakim, del think tank Interamerican Dialogue, experto analista de las relaciones entre Estados Unidos y Latinoamérica, Donald Trump se fijó tres objetivos institucionales claves para su política en el continente. OEA, CIDH y BID conforman las tres instituciones a controlar que forman parte del plan que el presidente Trump diseñó junto al senador por Florida Marco Rubio, para enfrentar la creciente influencia china y en menor medida rusa. El papel de Luis Almagro en la OEA, su ataque a la autonomía de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) y la elección del presidente del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) se concretaron en etapas en acciones coordinadas con gobiernos de derecha que le siguieron el juego en una forma lamentable y servil.
El candidato y amigo de Trump para la presidencia del BID , apoyado por el gobierno de Uruguay incluido, es , según lo define Fulton Armstrong (ex asesor de Bill Clinton) un “Agresivo lobbista, bloguero, y “bag-man” (repartidor de fondos ilícitos para los elementos más extremos de la política exterior estadounidense). Mauricio Claver-Carone, cubano americano sin experiencia alguna en gestión de banca de desarrollo, sin credencial alguna, es portador de un currículum que le da fama. La tiene por ser un ultra, operador y activo partícipe en operaciones ilegales financiando las mismas en Latinoamérica y el Caribe.
La actitud de los gobiernos de derecha en nuestro continente, además de servil, ha sido imprudente. Teniendo la posibilidad de asumir una actitud diferente. Con expresiones de expresidentes (incluido Sanguinetti) en contra de votar a un estadounidense, invocando razones irrefutables históricas y políticas, no repararon en las próximas elecciones en Estados Unidos, y en un resultado que si resulta adverso a Trump generará, sin dudas, una crisis en el BID. Un eventual nuevo gobierno en USA, primer país prestatario del banco, y portador del treinta por ciento de los votos, no permitirá que al frente de la institución quede Claver-Carone. En momentos como vivimos en Uruguay y en el mundo, el papel de instituciones creadas para financiar proyectos de desarrollo económicos y sociales resultará más clave que nunca. Resulta difícil de comprender la actitud de los gobiernos que apoyaron esta jugada política de Trump.
Aliarse a una administración que tiene muy probablemente los días contados. Apoyar una operación política de la ultraderecha de Estados Unidos, llevando a un personaje impresentable a la presidencia de una institución de gran prestigio y de importancia estratégica en tiempos de crisis sanitaria, económica y social de alcance mundial, es gravísimo. Servir a una administración que se está por ir, de un imperio procesando el fin de su ciclo hegemónico, aparece a todas luces, como una política contraria a la tradición nacional, poco reflexiva e imprudente. El servilismo no paga. Uruguay quedará con esta mancha en su política exterior. Habrá quienes sepan borrarla en el futuro.
Por Carlos Pita
Médico, político, ex embajador uruguayo en EE.UU.
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