Nueva gobernanza mundial

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Con la derrota de Donald Trump se abre una etapa de posibilidades para buscar sentar las bases de una nueva gobernanza mundial. Hay signos que abren expectativas para ello. El último discurso del líder chino Xijingping señaló a este objetivo como una de las prioridades del desarrollo de su país. Las recientes designaciones del presidente electo de Estados Unidos parecen poder dirigirse en el mismo sentido.

La Unión Europea, con su nuevo rol, adquirido a la fuerza por el Brexit y la guerra comercial desatada por Trump, seguramente tenderá a recomponer la relación transatlántica con Biden, pero con una función política más relevante. Angela Merkel y hasta el propio Emmanuel Macron, han propuesto la vía cooperativa mundial para salir de la crisis sanitaria y sus consecuencias económicas y sociales. Esto no quiere decir que la competencia por el poder mundial se detenga. Pero si que puede cambiar el escenario mundial en un sentido positivo de fortalecer el multilateralismo y la cooperación.

Las recientes designaciones de Joseph Biden en la secretaría de Seguridad Nacional de Alejandro Mayorkas, y de Jake Sullivan como su asesor de Seguridad Nacional, aportan alguna pista sobre posibles cambios en ese sentido. Alejandro Mayorkas fue uno de los dos principales negociadores de Obama en la normalización de las relaciones con Cuba (que Trump demolió en semanas). Jake Sullivan, en el Hudson Institute, afirmó el año pasado, que el futuro de las hegemonías en el mundo se disputaría en el campo de los avances científico-tecnológicos y de la inteligencia artificial. Consultado por la condición del sector armamentista como pionero de esos desarrollos, Sullivan afirmó que esa condición se estaba desplazando de la “carrera armamentista” a la “carrera espacial”, enfatizando el desarrollo de la inteligencia artificial como el centro de la contienda.

Es evidente que habrá cambios sustanciales en el panorama mundial. Estados Unidos regresará al Acuerdo de Paris. A la OMS y fortalecerá a la ONU, torpedeada por Trump en todas sus formas. Las designaciones de un enfático multilateralista como Antony Blinken al frente de la Secretaría de Estado y de la afroamericana Linda Thomas Greenfield como embajadora ante la ONU con rango de ministra de estado confirman un giro de 180 grados. Mucho más complicado es el panorama en otros planos de la relación internacional. A Estados Unidos no le será nada sencillo recomponer los procesos de integración con los paises de la region Asia Pacífico. La retirada de Trump del TPP, acuerdo eje de la estrategia de Obama para competirle a China la hegemonía comercial en dicha región, no solo hirió gravemente dicho acuerdo. Le dio la chance y el tiempo de culminar el RCEP, incluyendo a Japón, Corea del Sur, Nueva Zelandia y Australia en el, imponiéndoles en buena medida condiciones que necesitaba. La incorporación de Australia le da oxígeno a Boris Johnson para negociar mejor con Estados Unidos un acuerdo para que Gran Bretaña pueda amortiguar los efectos de su salida de la Unión Europea. Teniendo una “pata” puesta en el RCEP a través de su socio de la Commonwealth (comunidad de naciones).

Restan múltiples aspectos por resolver y poder opinar sobre el nuevo rumbo del próximo gobierno de Biden. De lo que no caben dudas es sobre el carácter histórico de esta coyuntura. Oportunidad para fortalecer a la ONU, bregar por un nuevo multilateralismo cooperativo y activo. Democratizar los mecanismos de decisión y sus organismos. Modernizar la OMC y volver a hacerla funcionar. Crear normas que regulen el funcionamiento de las transnacionales, sobre todo de las nuevas corporaciones ubicadas a la cabeza de la globalización capitalista salvaje contemporánea. Desarrollar una intensa agenda de intercambios para estos fines que devuelvan a los estados fortaleza y capacidad de regulación multilateral son los desafíos a asumir. No es aceptable ver cómo los multimillonarios de las transnacionales de las nuevas tecnologías multiplican impúdicamente sus fortunas, pagan impuestos ridículos, evaden los mismos en las sociedades donde ganan sus fortunas y depositan sus gigantescas rentas en paraísos fiscales. Para estos fines los sectores progresistas del mundo deben buscar formas de articulación. Es una coyuntura que abre puertas para bregar por una gobernanza mundial de los pueblos y no de los dueños del capital transnacional globalizado. Vuelve a ser, con mayor fuerza, la consigna progresista movilizadora: gobernar la globalización.

 

Por Carlos Pita
Médico, político, ex embajador uruguayo en EE.UU.

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