En el sistema financiero dominado por EE.UU. se lava, la mayor parte del negocio de las drogas, que dicen combatir.
Vimos que en el siglo XIX el que controlaba el negocio del Opio era el imperialismo británico. En dos guerras le impusieron a China el consumo obligatorio de la droga, en nombre del libre comercio.
A fines de la década del ochenta del siglo pasado EE.UU. obligaba con similares argumentos, a Tailandia a dejar entrar libremente el tabaco. Antes les había impuesto la adicción al tabaco a los consumidores de Japón, Corea del Sur y Taiwán.
El ministro de Salud de la época de EE.UU, Everet Koop, ante la audiencia solicitada por la Cámara de Comercio, dijo que: “si estamos intentando que los gobiernos extranjeros intenten parar el tráfico de cocaína, es un enorme acto de hipocresía que Estados Unidos se dedique a exportar tabaco.”
Pero antes, después de la 2ª Guerra Mundial, EE.UU., jugó un papel relevante en estimular el tráfico de drogas. Esto ocurrió al mismo tiempo que buscaban destruir a los movimientos antifascistas y a los sindicatos. Esto ocurrió en Francia, donde para derrotar al movimiento antibélico por la guerra en Indochina, donde se usaban armas norteamericanas; la CIA ayudada por la Mafia infiltró los movimientos pacifistas con rompehuelgas y carneros o esquiroles. La Mafia recibió a cambio el permiso para restituir la red de tráfico de heroína, la famosa French Connection, que dominó el tráfico mundial hasta los años sesenta.
En esa época el centro mundial del comercio de drogas se había trasladado a Indochina, fundamentalmente a Laos y Tailandia. Otra vez se daban las condiciones para las operaciones de la CIA que llevó una guerra paralela y secreta con mercenarios durante la guerra en Vietnam. Pero los mercenarios exigieron su recompensa. Cuando luego la CIA trasladó su teatro de operaciones a Pakistán y Afganistán las bandas dedicadas al narcotráfico florecieron en el sudeste asiático.
La guerra clandestina contra el Sandinismo en Nicaragua en la década de 1980, proporcionó buenas oportunidades a los narcotraficantes de Colombia y México, donde los vuelos ilegales de la CIA para proporcionar armas a los mercenarios –la Contra- era una oportunidad excelente para aprovechar la vuelta y enviar droga a EE.UU, a través de las propias bases aéreas norteamericanas en Honduras según los distintos testimonios de los propios traficantes.
En presidente George Bush en setiembre de 1989 lanzó una campaña con los medios de comunicación, sobre como las drogas estaban destruyendo a la sociedad. Inventaron un nuevo enemigo que suplantara al Socialismo real, que comenzaba a derrumbarse.
En lugar del “imperio del mal” la amenaza era de los traficantes de drogas latinoamericanos. La campaña fue tan grande que en la opinión pública de EE.UU., de ser las drogas el 3% del problema, pasó a ser el 45%.
Este nuevo enemigo es una buena excusa para la presencia militar estadounidense, como es el caso de Colombia donde hay siete bases militares yanquis.
De esta manera “la guerra a la droga” facilita cobertura para intervenir en otros países y violar su soberanía. Facilita la distracción de la población, favorece la represión ciudadana y da apoyo a las restricciones de las libertades públicas.
Por Pablo Reveca
Comunicador Uruguayo
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