Parecía imposible, pero finalmente se logró, a pesar de las intensas presiones en contra, provenientes sobre todo de la canciller alemana Angela Merkel. Luego de prolongadas negociaciones, el gobierno de Grecia y las autoridades de la eurozona lograron el jueves 19 un acuerdo para extender por un lapso de cuatro meses (la propuesta griega era por seis meses) el programa para renegociar su deuda de 316.000 millones de euros, que expiraba el próximo 28 de febrero. El acuerdo, a tono con lo planteado por los representantes de Syriza desde el inicio de las negociaciones, no incluye medidas de austeridad para prolongar el actual programa, y ese es su rasgo definitorio. “La Unión Europea cede 4 meses a Grecia sin incluir medidas de austeridad”, tal es el título de los cables que dan cuenta de esta noticia trascendente, que ocupa la portada de los medios de toda Europa (y del mundo). Con este comentario adicional: Grecia gana un tiempo precioso para perfilar las bases de un nuevo acuerdo que permita sanear y modernizar su economía, asentar las bases de un crecimiento sostenible y atender todos sus compromisos, en primer lugar con la mayoría social de su país.. El acuerdo elimina el riesgo inmediato de que Grecia se quede sin fondos ya en marzo.
El texto del acuerdo fue redactado por el ministro de Finanzas griego, Yanis Varoufakis, su homólogo alemán Wolfgang Schäuble y el presidente del Eurogrupo (reunión de ministros de Finanzas de la eurozona), Jeroen Dijsselbloem. Al día siguiente el primer ministro griego Alexis Tsipras afirmó que “lo difícil empieza ahora”, en la nueva etapa de negociaciones. Sus opiniones, difundidas en un mensaje televisado, prolongan en la actual coyuntura las que vertió ante el Parlamento al asumir el cargo, cuando afirmó que “Grecia ya no aceptará más órdenes, especialmente órdenes recibidas por correo electrónico”.
Las definiciones de Alexis Tsipras
El primer ministro recordó que 20 días atrás se hizo cargo de la conducción de un país “al borde del abismo y con las cajas vacías”. Ahora, “hemos ganado una batalla, no la guerra”. Añadió que “Grecia ha conseguido una negociación exitosa. Ayer hicimos fracasar el plan de las fuerzas conservadoras en Grecia y en el extranjero para asfixiar a nuestro país y demostramos que Europa es un espacio para la negociación y los compromisos beneficiosos para ambas partes y no un espacio de exterminación, de sumisión y de castigo”.
Al destacar la importancia que reviste el acuerdo no solamente para Grecia sino para toda Europa, Tsipras reiteró que el acuerdo conseguido “deja atrás la austeridad y los memorandos (programas de rescate)” e inicia la negociación para lograr “el crecimiento del empleo y nuestro futuro europeo”. Subrayó que este pacto “acaba con las reducciones de salarios y pensiones, con las medidas que llevan a la recesión y con los superávits exagerados”. Tuvo palabras de reconocimiento al pueblo griego por su actitud, lo calificó como “el mejor aliado del gobierno” y agradeció su apoyo, “sin el cual no podríamos haber ganado esta batalla”.
En total sintonía con estos conceptos, el ministro de Finanzas Yanis Varoufakis señalaba en la carta enviada al presidente del eurogrupo el 18 de febrero que el objetivo del gobierno griego era iniciar “un proceso de reformas más amplio y más profundo orientado a mejorar en forma duradera las perspectivas de crecimiento y empleo, asegurar la gestión de la deuda y la estabilidad financiera, aumentar la equidad social y mitigar el importante costo social de la actual crisis”. Esto es precisamente lo que está en juego: para Grecia, y por extensión para la mayor parte de Europa.
Tras la decisión adoptada de extender el crédito a Grecia, comenzó para el gobierno de Atenas una verdadera carrera contrarreloj, para presentar antes del final del lunes 23 las reformas concretas, las que serán analizadas por las instituciones y luego trasladadas al eurogrupo el martes 24. Se abre una etapa de tensión en las negociaciones. Angela Merkel, la principal opositora al acuerdo desde el inicio, ha vuelto a reclamar que el gobierno griego profundice algunas reformas, como la laboral. Ya se sabe lo que eso significa. Es precisamente lo que Tsipras no va a hacer de ninguna manera, sino que, por el contrario, fiel a su programa, bregará por acabar con las reducciones a los salarios y a las pasividades.
Recordemos, en ese sentido, que el gobierno electo por el pueblo griego el 25 de enero, ya en su primera sesión de gabinete resolvió derogar en forma inmediata la ley vigente que permitía los despidos colectivos, a la vez que promovió la restauración del salario mínimo en 751 euros y de los convenios colectivos. Estas medidas integraban el plan promovido por Tsipras desde esta reunión inicial para ofrecer una respuesta inmediata a la crisis humanitaria que sufría Grecia, producto de las durísimas medidas de austeridad aplicadas durante casi 5 años por los anteriores gobiernos.
Repercusiones europeas
Esto es lo que ha tenido amplísima repercusión en Europa, al punto que ha impulsado una oleada de acciones solidarias con Syriza y el gobierno griego, y a la vez han sido fuente de inspiración y de renovada confianza para un conjunto de partidos y movimientos de izquierda, muy acentuadas en el caso de Podemos en España, del Front de Gauche en Francia o de Die Linke en Alemania, entre otros. Los principales dirigentes de estas formaciones han seguido paso a paso y en forma personal las experiencias renovadoras de Syriza y del nuevo gobierno griego.
En todos los casos, además, lo han confrontado con sus propias realidades. Veamos en particular el caso de España. Lo que ha logrado y lo que proyecta Syriza es de una actualidad candente para los españoles, que enfrentan una crisis agudizada a límites extremos. Las cifras actuales indican que la pobreza y la exclusión social afectan ya a un 27,3% de la población de España, o sea 12:866.000 personas. La privación material severa ha aumentado un 38% entre 2009 y 2013, lo que se traduce en más personas con dificultades para alimentarse adecuadamente, más hogares donde se retrasa el pago de gastos relacionados con la vivienda, más personas que no pueden mantener su vivienda a temperatura adecuada. La evolución del índice de Gini demuestra que ha aumentado la desigualdad social. En este cuadro es pavoroso el aumento de los desalojos, que impacta de manera especial a los inmigrantes, y determina que en muchos casos las familias retornen masivamente a sus países de origen.
En el período inmediato, la evolución de la situación en Grecia y las experiencias de gobierno de Syrisa seguirán estando en el centro de la atención mundial y motivando una solidaridad internacional acrecentada. Porque somos conscientes de que ellos deberán enfrentar todas las dificultades impuestas por la troika (Banco Central Europeo, Comisión Europea y Fondo Monetario Internacional) y las consecuencias del neoliberalismo extremo aplicado por los anteriores gobiernos, ahora desplazados pero que siguen gravitando en sentido regresivo, a lo que se suman los fascistas de Amanecer Dorado.
Por Niko Schvarz
Periodista y escritor uruguayo
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