La escritora y poeta Cristina Peri Rossi galardonada con el Premio Cervantes 2021

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Cristina Peri Rossi ha sido galardonada el pasado miércoles 10 con el Premio Cervantes 2021, nacida en Montevideo en 1941, lleva dedicada a la literatura más de 50 años y es una de las escritoras más destacadas en español. Su obra incluye una amplia variedad de trabajos narrativos, de poesía, ensayos y colección periodística que ha sido traducida a 15 lenguas. El jurado del Premio de Literatura en Lengua Castellana Miguel de Cervantes expresó que reconocen en Peri Rossi «la trayectoria de una de las vocaciones literarias de nuestro tiempo y la envergadura de una escritora capaz de plasmar su talento en una pluralidad de géneros»(BBC)

AQUÍ EL TRABAJO DE SERGIO SCHVARZ, ANTE OTRO RECIENTE RECONOCIMIENTO A LA ESCRITORA.

EL AMOR PERDIDO O LOS NIETOS DE LA REPUBLICA ESPAÑOLA- El lunes 6 de setiembre, la escritora y poeta Cristina Peri Rossi fue declarada Ciudadana Ilustre de la Ciudad de Montevideo, por parte de la Intendenta de dicha ciudad, Carolina Cosse, quien entregó el premio a un amigo de la escritora que, como sabemos, vive en España desde hace 50 años. Desde la pantalla, en un video grabado para la ocasión, la homenajeada desgranó algunas reflexiones y agradeció el reconocimiento.

Es evidente que la escritora se siente montevideana, hasta el punto de que su nostalgia se llena de aquel Montevideo distinto, y por tanto otro, que fue —es— el suyo. “La palabra Montevideo es una llave que abre las puertas de mi corazón, desde que me fueron hace 50 años la llevo adherida a mis zapatos”. Porque para salvar la vida hubo de irse, pero con ella no se fueron sus compromisos militantes, y desde su literatura —casi como una trinchera— nos enseñó a reafirmarnos en nuestros principios y, dentro de lo posible, poder desarrollarlos.

Sin embargo, nos dijo que “sueño casi todas las noches con Montevideo, desde la antigua pesadilla de volver a una ciudad sitiada, a la otra, menos angustiosa, de llegar a una ciudad donde nadie me conoce”.

Sergio Schvarz

Aprovechamos esta circunstancia actual, para publicar una reseña sobre su última novela, en la que Montevideo es, como siempre, por presencia y/o por ausencia, uno de los territorios imprescindibles de la narración.

La química del corazón

En Todo lo que no te pude decir, la última novela de Cristina Peri Rossi (2018), deberemos advertir que nada es lo que parece, que si bien al principio creeríamos estar frente a un texto liviano, casi anodino, de a poco se va complejizando el mismo hasta alcanzar una espesura y una profundidad únicas, en donde los destinos se cruzan, se encuentran y se pierden.

La historia con la que iniciamos la lectura, al parecer inventada —ocurrió en la realidad, parcialmente, dos años después de su publicación— comienza con un “joven mono capuchino (que) se rebela a sus jefes y se escapa de la cárcel/zoo de Madrid”. El contexto general es de crisis económica, cosa que se ve reflejada, cada tanto, en el texto.

Por ejemplo, dice: “pensó que la crisis había diezmado el negocio y dejado las noches solitarias como viudas”. (p. 57)

Efectivamente, un mono llamado Bubú se escapa junto a una mona, de la cual está enamorado. Al plantear así el tema, aparentemente casi imposible —pero que bien puede ser real y desde la novela plantada en “su” realidad— anota con precisión que compartimos, con los monos, el 98% del ADN. Por supuesto que el 2% restante es la diferencia “entre hablar y no hablar, entre gobernar el mundo o ser metido en una jaula”, es decir, “la diferencia entre ser dominadores o dominados”.

Para capturar, en primera instancia, a la mona, y luego llevar a cabo algunas investigaciones policiales que parecen estar en realidad al margen, aparecerá el comisario Fonseca, ubicado en esa edad en que la carrera de la vida ha dejado de ser a fondo y se necesita un poco de estabilidad, equilibrio y cierto reposo.

Aquí no hay una escritura experimental sino un modo directo de decir, una importancia que se da más que en las palabras —aunque hay, como siempre, en Peri Rossi un trabajo sobre la construcción y la deconstrucción de las palabras— en los hechos que estas palabras trasmiten. Lo surreal, el elemento fantástico, en este caso, es la historia en sí misma, planteada con tanta naturalidad que parece extraída de la realidad: la relación entre un humano y un animal, en base a estímulos y respuestas. Aunque después el tema pasa a ser más general, y trata sobre el amor, se mantiene una estructura en donde el sexo, y la libertad sexual, pasa a ser fundamental en pos del placer. Hedonismo, entonces.

En ese primer relato, donde lo sexual adquiere característica predominante, fundamental y hasta fundacional, sirve para comprender que “los machos del mundo animal eran tan fatuos y vanidosos como los humanos”. De ese modo, relatará cómo las vidas se cruzan con otras y establecen ciertas conexiones, y la narración se nos hará algo extraña, sobre todo por el tema, la zoofilia y su aspecto moral.

La visión de Suárez, que estaba allí investigando sobre el comportamiento de los gorilas, y sobre todo de Lucila, que había sido recogida bebé y ahora era una “hembra bien dotada, sana y feliz” y tenía especial apego con él, se despoja de todo su “bagaje” cultural y moral. Con su novia, Claudia, de treinta y dos años, la relación pasa por cierta inestabilidad. Ella “era enfermera, trabajaba en un hospital, y tenía una idea muy clara de lo que era sano y enfermo”, por ello, “Suárez pensaba que a Claudia le gustaba demasiado hacer el amor, pero que quizá se debía a su profesión”, (era “muy desinhibida y gozosa”), y agrega, reflexivamente:

“El contacto cercano con la muerte (Tanatos) provocaba un aumento del deseo sexual (Eros) como contraste, como reafirmación de la vida”. (p. 33)

Sin embargo, ella tiene a su madre, postrada en el cuarto de al lado a causa de una esclerosis degenerativa, y está allí mientras hacen el amor, lo que le da un marco extraño a la relación entre ellos.

Por supuesto que todo entra en una vorágine, en la vorágine del deseo, y en esa red cae Suárez, convirtiéndose en un animal mitológico, mitad hombre mitad mono, y luego también todos los personajes caerán en el deseo, uno a uno, entrecruzando sus historias. Allí instalados el pasado no se puede eludir, a pesar de que hay cosas que no se pueden decir, justamente, porque duelen y porque lastiman.

En ese caso, entonces, el conflicto, tanto el de la novela como al interior de los personajes, parece apuntar a una dualidad en torno a la sexualidad, particularmente la sexualidad femenina, tanto humana como animal.

El objeto de estudio sexual es el comportamiento sexual de la mujer, en todas sus variantes. En el caso masculino la sexualidad parece ser algo impulsivo y repentino, incontrolable.

De ese modo Suárez rechaza a Claudia, entrevera todos los papeles, pierde y se pierde, la ofensa moral ante la sociedad no es permitida, él lo sabe y actúa en consecuencia, alejándose de escena.

Lo bueno de Peri Rossi es que termina el conflicto de un golpe, cerrando todo, y con Suárez infectado de VIH por la prostituta a la que, en un arranque repentino, invita a su cuarto, y, por lo tanto, decide terminar con la existencia tanto de Claudia como de Lucila. Y lo hace en nombre del amor, lo cual plantea el sacrificio romántico (una cuota ideal de romanticismo).

La libertad de ser quien se quiere ser

Y aquí reaparece el comisario, puesto que Suárez le envía una carta, un video de sus acciones sexuales con la mona, y su ensayo “Apuntes de psicología de los chimpancés en reclusión”. Fonseca parece comprenderlo, incluso cuando, a su turno, nos explique, con lujo de detalles, la forma que toma su deseo; esa descripción tiene mucha semejanza a como Suárez nos describe el sexo de Lucila, la mona.

Y Fonseca tiene, dos veces por mes, la visita de una prostituta. Silvia, cuarenta años, la uruguaya, y una historia detrás que te voglio dire, que incluye su colaboración con el MLN Tupamaros.

“Silvia fue elegida por la dirección de la guerrilla tupamara para una tarea muy especial: seducir al comisario jefe de los Servicios de Inteligencia y Enlace encargado de la represión”. (p. 90)

Esas historias hurgan en el pasado, incluso en una parte del pasado que ella misma, la autora, vivió. Y la vivió, sino en primera persona como parte de un movimiento generalizado, y el miedo instalado la obligó a exiliarse, igual que al personaje.

Atrapada entre esas historias, como si fuera un efecto colateral (eufemismo) hace que una muchacha dominicana, empleada de una hamburguesería, sea violada y asesinada. La explicación puede entenderse, aunque nunca justificarse, en este caso, por un hombre que es una y otra vez rechazado (por la dependienta), y comete tan brutal acto. Es una reacción que parte, también, sin embargo, del deseo. Esta pequeña historia, inserta en la otra, es utilizada para insistir en que las cosas del deseo, los vericuetos brutales del deseo, hacen explosión de diversas formas, eludiendo —de alguna forma— la represión moral y reafirmando el impulso de muerte, el Thanatos.

La historia se ve replicada, en la última parte, en una obra de teatro que dirige Laura, que será la amante con la que Silvia se va a vivir, dejando su oficio de prostitución, que intenta adaptar el texto de Dorfmann (La doncella y la muerte), que es el mismo que el guión que Silvia escribió con su cuerpo. Ese guión es lo que le tocó en desgracia, que pasó por la violación y la tortura, y luego ser amante (condicional) del que hizo eso, escapar juntos y luego ella huir, en una fuga hacia el futuro del nunca más.

Pero aquí aprovechará para contarnos cómo es la homosexualidad femenina, y hará acto de fe. No debe asombrarnos, por cierto. La dulzura no oculta el dolor, que siempre está, de uno u otro modo. Aquí Peri Rossi es ella misma, no puede, ni quiere, traicionarse, traicionar lo que cree: el amor puro. El amor en donde hay ternura existe, es posible, y a él hay que entregarse. En definitiva, porque se ha de tener “la libertad de ser quien se quiere ser, no de quien se nace”.

Mientras tanto, la autora se las arregla para eludir la simplicidad lésbica y trascender, trascender hacia algo más general pero también más arriesgado, pues se trata de la capacidad de sentir de las personas, a la que muchos se resisten, por prurito moral, tradición o costumbre.

En apoyo a todo lo que va diciendo, más allá de lo anecdótico, los ejes temáticos del amor y del deseo busca relacionar todo lo que está al alcance, desde todos los ángulos posibles —investigadores, poetas, pintores, ensayistas, psicólogos, etc.— y nos ofrece sus hallazgos que van en línea, claramente, con el discurso que se elabora. Sucede eso, también, con la obra de teatro, que se apoya en obras de arte anteriores, cuadros, ópera e incluso una película y hasta el mito del rapto de Proserpina, “condenada a regresar siempre durante seis meses al inframundo”. Lo que significa, sin ninguna duda, que el secreto que posee Silvia la atormenta permanentemente y sale a la luz en forma de pesadilla, una y otra vez.

La necesidad de la expresión de todos los elementos constitutivos

Con una consigna que podría expresarse como una necesidad imperiosa de insertar todos los elementos que giran alrededor del tema, la película que se verá (que verá uno de los personajes y con ella llegará la reflexión en torno), película que nosotros recordaremos fácilmente, ya que es uno de esos grandes episodios del cine mundial, será la de King Kong. Lo cierto es que todos elegiríamos la libertad del simio cuando está encadenado y derramaríamos “lágrimas de tristeza y de rebeldía” cuando los aviones terminen de matar al gigante gorila.

“Para él, tan feo, ella representaba a la belleza. La fuerza no pudo seducir a la belleza”. (p. 119)

Porque “hay en la percepción de la belleza algo perturbador y doliente”. (p. 122),

y también porque evidencia que “la fantasía es la única verdad de los amantes”.

Aquí podríamos hablar del síndrome de Stendhal, que puede catalogarse como una enfermedad psicosomática que causa un elevado ritmo cardíaco, vértigo o incluso alucinaciones cuando el individuo es expuesto a una suerte de sobredosis de belleza, similar a la que ocurre con Silvia al contemplar a Laura.

Pero el secreto, tan doloroso y terco, la hacía llorar.

“Lloraba porque cuando somos felices comprendemos cuánto hemos sufrido calladamente y tememos que esta felicidad de ahora se escurra, también, por algún desaguadero, el del tiempo, el de la memoria, el de la mala salud, el de las guerras, las violaciones, los tormentos y las enfermedades”. (p. 125)

Pero en realidad, en esta novela lo esencial es lo que está antes, que es lo que configura nuestra historia (y la de la novela), aunque está en duda si estaremos predestinados de antemano. Y eso que está antes, que es la dictadura en el caso de Silvia, como arrancaría esta historia si fuera contada según la evolución del tiempo histórico, desde el inicio hasta el fin temporal, es el nudo central. Porque si no hubiera habido las condiciones —socio-económicas y políticas— y una crisis que se iba profundizando año a año, Silvia aún estaría en la escuela de Arte Dramático, dispuesta a llevarse el mundo por delante.

Sobre el final, la autora se despoja, totalmente, de cualquier resto de piedad y, por consiguiente, es despiadada, no será clemente porque la vida es compleja —vaya si lo sabemos— y, después de todo, nadie es juez como para andar dando veredictos.

Lo otro es que a medida que vamos viviendo —y para eso hay que haberlo vivido, experimentado, sufrido, y no hay otra manera— sumamos ayeres, episodios definitorios —en uno u otro sentido— y que conforman “nuestros” secretos, esos que se revuelven en el interior, y con suerte sólo nos dan una visión cíclica, repetitiva, despojada ya de moral alguna.

Por último, el violador y torturador, que también ha perdido su amor, aunque su amor sea enfermizo, se pregunta y nos pregunta cuánto años serán necesarios para olvidar de las cosas de la dictadura —es decir: los torturados, los muertos, los desaparecidos—, y una funcionaria de la embajada de España le dice que se lleva dos generaciones enteras.

Debo discrepar, sin embargo, pues es sabido que los nietos y los hijos de los nietos siguen buscando los cuerpos, la memoria y la justicia de quienes defendieron la República española de la horda franquista. Y lo mismo, exactamente, ocurrirá en nuestro país.

Pero esa es otra novela.

(Todo lo que no te pude decir, Cristina Peri Rossi, Casa editorial HUM, 2018, Montevideo, 166 páginas)

POR SERGIO SCHVARZ

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