CINE | “La desaparición de Evelyne”: Oscuras pasiones y mentiras soterradas

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La misteriosa desaparición de una solitaria mujer, una joven lesbiana que se obsesiona con otra bastante mayor que ella, un caso de soterrada infidelidad, un estafado y libidinoso cibernauta y un delincuente informático son los cinco potentes disparadores temáticos de “La desaparición de Evelyne”, el laberíntico thriller del aclamado realizador francés Dominik Moll.

Este film coral, que tiene una impronta bien hitchcokiana, plantea, en un extenso desarrollo más de un enigma, que constituye un auténtico desafío para el espectador.

En ese contexto, este no es un policial convencional como la tonelada de productos de baja calidad y fácil digestión de la industria, sino una historia que explota varias aristas psicológicas y obsesiones propias de nuestro tiempo.

El hecho que el relato transcurra en una desolada comunidad rural que está bajo nieve, trasunta una sensación de aislamiento que impacta emocionalmente a todos los personajes.

En ese marco, la desaparición de una persona no deja de ser un acontecimiento inusual, porque induce a los habitantes del lugar al temor y pone en alerta a la autoridad policial local.

Empero, ese acontecimiento es sin dudas apenas la punta del iceberg de una sucesión de episodios aun más profundos, que aterrizan bastante más lejos de esa casi aislada comunidad francesa: nada menos que en África, concretamente en Costa de Marfil.

Obviamente y aunque ambos países están en las antípodas en materia de desarrollo económico, social y humano, igualmente están unidos por la digitalización contemporánea, que acota distancias y borra literalmente las fronteras geográficas, en un mundo cada vez más globalizado y gobernando por la tecnología.

En esas circunstancias, el cuadro dramático involucra a numerosos personajes, muchos de los cuales no se conocen entre sí porque las imágenes que aparecen en los monitores no siempre retratan a las personas reales.

En efecto, cuando alguien interactúa a través de ese soporte con un desconocido, muy a menudo ignora su sexo, su color de piel y su procedencia. Así, es habitual que el adicto a los famosos chats construya un mundo virtual y hasta sea objeto de un engaño por parte de su interlocutor o interlocutora.

Este filme, que adapta para al cine la novela “Todas las bestias”, del escritor Colin Nei, diseña numerosos micro-mundos insulares, cuyos personajes tienen todos algo en común: están solos o tienen esporádico contacto con otras personas.

La narración, que tiene permanentes saltos temporales, se inicia con la visita de Alice (Laure Calamy), una agente de seguros local, quien se encuentra con su amante  Joseph (Damien Bonnard), un retraído y rudo hombre de campo, para asesorarlo y tener sexo.

El hombre es tan extraño, que, en el momento del coito, la mujer goza libremente ante la actitud indiferente de su ocasional pareja.

Aquí aflora el primer conflicto, porque ella está casada con Michel (Denis Ménochet), un empresario rural que vive literalmente todo el día frente al monitor de su computadora, observado videos porno y buscando el enlace con otra mujer, en una suerte de adicción que compensa su relación indiferente con su esposa, con quien no mantiene un buen vínculo en la alcoba.

Ambos tienen sus propios mundos prohibidos. Mientras ella tiene un amante rústico pero que la contiene carnalmente, también en secreto el hombre comete una suerte de adulterio virtual.

Todo parece transcurrir sin mayores sobresaltos, hasta que se reporta la desaparición de una fémina oriunda de París, encarnada por Valeria Bruni-Tedeschi, a quien nadie conoce en el lugar.

Obviamente, el episodio moviliza a la escasa fuerza policial y comienza la pesquisa a carpo del comisario local, que interroga a los habitantes del pueblo, quienes, naturalmente, no están en condiciones de aportan información que permita esclarecer el caso.

Por supuesto, abundan las hipótesis pero no las certezas. Tal vez el único sospechoso sea el rudo campesino, que, además de ser un individuo introvertido, se presume violento. No en vano, habría matado a su propio perro. Empero, todas son meras conjeturas.

Lo que está lejos del terreno de las hipótesis es lo que sucede con los otros personajes: el empresario agrícola y su esposa- que se traicionan mutuamente y guardan secretos y la irrupción de otros dos personajes: una mujer madura y casada que se refugia en una inmensa casona en la desolada región, Marion (Nadia Tereszkiewicz), una joven camarera lesbiana que se enamora y se obsesiona con ella y Armand (Guy Roger ‘Bibisse’ N’Drin), un joven estafador negro oriundo de Costa de Marfil, quien intenta ganar dinero aprovechándose de incautos cibernautas y atrapa en sus redes, mediante engaños, al empresario rural ávido de experimentar nuevas emociones.

Estos personajes, que en algunos casos ni se conocen, serán los protagonistas de una suerte de tragedia griega, que mixtura la pasión, con el sexo, la violencia, la adicción que generan las nuevas tecnologías y la corrupción.

Moll teje hábilmente una enmarañada trama de encuentros y desencuentros, conflictos no bien resueltos y obsesiones y pasiones desenfrenadas. Esta madeja, de compleja resolución para el eventual espectador, es precisamente el meollo argumental de esta película, que, más que un mero thriller, es una suerte de ensayo sobre las represiones y las emociones humanas.

Si bien la tensión va en crecimiento a partir de la desaparición de la madura mujer a la cual alude el título en castellano, los dramáticos acontecimientos se precipitan en la segunda mitad de la historia, cuando comienzan a aflorar paulatinamente las verdades soterradas,

Allí precisamente afloran las bestias a las cuales alude el título original, que trasuntan todas sus miserias. Si bien hay dos asesinatos –uno de ellos laberíntico y apenas sugerido- aquí nadie es realmente inocente, porque todos tienen algo que ocultar, ya que los personajes presentan facetas oscuras.

En efecto, casi todos mienten y nadie dice la verdad, porque se amparan en el silencio y el ocultamiento de conductas abiertamente disfuncionales, por más que en la superficie de la trama esas miserias no sean siempre visibles.

Apelando a abundantes flashbacks, el realizador va decantando los acontecimientos, aunque jamás aporta todos los elementos que permitan discernir realmente todo lo que sucede.

En ese contexto, el creador galo desafío a los cinéfilos, poniendo en el camino pistas  que no siempre tienen su correlato con la realidad. La clave es que espectador ajuste la mira de su inteligencia para imaginar el desenlace, pese a que este, a la sazón, será imprevisible.

En ese contexto, Moll abreva del cine del gran maestro del suspenso Alfred Hitchcock, aunque el relato es también tributario de otros referentes como los ya legendario hermanos Coen, el cineasta francés de Michael Haneke y hasta del inmenso Robert Altman.

Aunque todos los personajes resultan realmente claves a la resolución de la trama, tal vez los más relevantes sean la extraña mujer desaparecida con relación lésbica con la joven camarera, el empresario rural que engaña a su mujer con sus aventuras eróticas on line con aspiraciones de furtivos encuentros con chicas a las cuales duplica en edad y el joven negro marfileño que apunta a hacer negocio con hombres mayores que quieren experimentar algo nuevo en su vida y estafarlos literalmente.

En ese marco, esta película es, entre otras muchas facetas que sin dudas la enriquecen, un auténtico ensayo sobre el engaño y la mentira, dos recursos habituales en quienes encubren sus miserias y manipulan a su antojo a los demás.

Empero, el relato incorpora otros apuntes que se desmarcan claramente del argumento central, que en este caso son explícitamente políticos. No en vano, aunque el director y guionista lo presente sin acento discursivo, hay un claro paralelo entre la Francia desarrollado y su colonia africana Costa de Marfil, a través de dos hombres conectados vía remota: el estafador y el estafado.

Mientras el primero de ellos, que es francés, tiene espalda financiera para entregar dinero por un eventual futuro encuentro con una prostituta que no es tal, el africano estafa para comer, ya que sobrevive malamente en un hacinado refugio compartido con otros hombres. También aspira a reencontrarse con su pareja y una hija, aunque la mujer ha elegido otro camino, vinculándose afectivamente con un hombre bastante mayor que le ha deparado el bienestar que su antiguo novio no está en condiciones de proporcionarle.

El reencuentro de este joven negro con su pareja, que vive en una confortable casa con lujos incluidos, trasunta las radicales diferencias entre el mundo desarrollado y el subdesarrollado.

Por supuesto, estas disfuncionalidades, que tiene raíces históricas, denuncian claramente el drenaje económico al cual fueron sometidas las colonias, despojadas de sus riquezas por el rapaz colonialismo de los imperialismos europeos de antaño.

Es notorio que esas potencias coloniales, que ultrajaron y esclavizaron a los nativos, tenían como única premisa apropiarse del patrimonio de naciones que poseen, fundamentalmente en su subsuelo, cuantiosas riquezas.

En efecto, violaron todos los derechos humanos, pero ni siquiera le aportaron desarrollo a naciones que, en pleno siglo XXI, viven en la pobreza más extrema, con altas tasas de analfabetismo y hambrunas por doquier.

“La desaparición de Evelyne” o “Solo las bestias”- que es título en lengua francesa- es bastante más que un mero e intrincado thriller. Es realmente un crudo ensayo sobre la condición humana, que reflexiona sobre la infidelidad, la sexualidad sin amor, la mentira, la violencia, la depravación y la mercantilización de los cuerpos y las conciencias.

Es también un contundente cuadro que explicita las obsesiones más oscuras que habitan en las psiquis de ese homo sapiens contradictorio, en un discurso cinematográfico que roza, en forma no tan tangencial el tema político y la despiadada explotación colonial de países que viven en la miseria, luego de haber sido radicalmente saqueados.

Más allá de lo meramente conceptual, el film destaca también por la estupenda fotografía de idílicos pero inclementes paisajes nevados y por un reparto actoral altamente competente, en el cual destacan particularmente  la siempre sugestiva Valerie Bruni-Tedeschi y el austero y áspero talento de Dénis Menochet.

FICHA TÉCNICA

La desaparición de Evelyne. (Seules les bêtes). Francia 2020. Dirección: Dominik Moll. Guión: Dominik Moll y Gilles Marchand. Fotografía: Patrick Ghiringhelli. Edición: Laurent Roual. Reparto: Dénis Menochet, Laure Calamy, Dennis Bonnard, Nadia Tereszkiewicz, Valerie Bruni-Tedeschi, Bastien Boullion y Guy Roger ‘Bibisse’ N’Drin.

Por Hugo Acevedo
Periodista y crítico literario

 

 

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