1. Más de 100.000 profesionales no aportan en tanto declaran “no ejercicio”, situación sin límite de tiempo que les reserva el derecho de volver a ejercer y acogerse a periódicas financiaciones a los aportes no realizados, con muy bajos intereses.
Cuando sólo el 36 % aporta, la excepción pasa a ser la regla y merece explicaciones que la propia Caja debería pero no da, lo que habilita conjeturas propias;
Crear Medidas a instrumentar por la Caja
Incorporar a la condición de “no ejercicio” una Cuota mínima de mantenimiento, que podría ser computable en su dimensión a efectos jubilatorios. Promovería la afiliación de nuevas, numerosas generaciones, en las universidades.
Establecer controles de ejercicio funcional con mínimas medidas, sobre los domicilios fijados y otros parámetros de actividad personalizados. No tenemos conocimiento de controles por parte de la Caja sobre ello. Eso obvio que las contravenciones no pueden ser detectadas sólo a denuncia.
Posibles razones de la sinrazón
1) pagar el Fondo de Solidaridad incide en la determinación de “no ejercicio”. La solidaridad es por definición voluntaria y la obligatoriedad de esta contribución llega, en algunos casos, a desistir de ejercer incluso antes de recibir un título.
2) el “no ejercicio” permite trabajar y aportar por otras Cajas al Banco de Previsión Social, con montos menores a las categorías vigentes en la profesional, pero con proporcionales menores montos jubilatorios.
Posibles evasiones
3) ejercer como profesional resguardado en otros que representan esa calidad, individualmente o por sociedades que ocultan dicha actuación.
4) ejercer como profesional ocultando la condición de “no ejercicio”.
5) ejercer como profesional en situación de jubilado y en competencia desleal con colegas que, ejerciendo, aportarían a la Caja.
Nuestra percepción: la crisis de un colectivo trascendente como la Caja tiene los mismos síntomas de otros tantos. Esencialmente, que la individualidad prescindente de cuidado por el mismo habilita consecuencias para todos unida a la sensación desde hace un tiempo, del corporativismo en el instituto incluyendo directores y funcionarios. Aún optimista, aporto desde mi lugar deseando que esta crónica no se convierta en el título de un libro de García Marquez.
Por Luis Fabre
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