/ Mientras estudiaba el tema de los “ataques trumpistas a la universidad”, fuente de sorpresas desconcertantes, descubrí en el número del 19 de agosto de 2023 de JACOBIN un texto en cuya periferia hallé unas líneas que transcribiré aquí abajo, porque me parece que no tienen desperdicio.
Encontré esos pocos renglones en una excelente entrevista que le hace Daniel Denvir a Dennis Hogan acerca de la historia de la decadencia de las universidades en Estados Unidos. Hogan describe paso a paso y amenamente la transformación del mundo universitario estadounidense de liberal a neoliberal, a partir de los años 60, conectando cosas como la militancia estudiantil contra la guerra en Vietnam con la actual crisis de deuda estudiantil, el crecimiento parasitario de la administración de la universidad con la domesticación de los docentes y la victoria empresarial al convencernos a los universitarios, los estudiantes, los políticos y a casi todo el resto de que hay que estudiar, pero hay que estudiar “algo útil”.
La entrevista dice así: “Recientemente Daniel Bessner publicó una excelente columna en el New York Times sobre el declive de la historia como profesión. Rick Scott, ex-gobernador de Florida, creó un grupo de trabajo que recomendó que quienes se especializan en historia y otras humanidades paguen una matrícula más alta en las universidades estatales. El gobernador de Kentucky, Matt Bevin, declaró en 2016 que quienes se especializan en literatura francesa no deberían recibir financiación estatal para sus títulos. Ron DeSantis, una auténtica estrella en la guerra contra las humanidades, se burló de quienes se endeudan para «acabar con títulos en cosas como estudios zombi». En 2014 Barack Obama dijo: «La gente puede ganar mucho más con los oficios que con un título en historia del arte». Al parecer, más tarde se disculpó con un historiador del arte.” Hasta aquí la cita y a continuación mis comentarios.
Una vez que Matt Bevin cumplió su servicio militar recibió, en agradecimiento de su país, al igual que cientos de miles de jóvenes cuyos ingresos no les hubiesen permitido estudiar luego de terminar el secundario, una beca para estudios universitarios pero como no le alcanzaba, lavó platos en una cafetería del campus de la universidad donde consiguió su título de Bachiller en Estudios del Este Asiático y aprendió japonés; DeSantis, hijo de inmigrantes italianos, sacó préstamos bancarios para estudiar Historia en la Universidad de Yale, ¡historia! y durante un tiempo mejoró sus ingresos trabajando de ayudante de electricista y docente de historia antes de hacer una segunda carrera en Harvard, donde se graduó -y no hay título académico más fino según muchos- en Leyes con magna cum laude y -al revés de los otros miembros de esta lista de becarios trabajadores, que laboraban en oficios prácticos para estudiar humanidades-, luego de obtener esos dos títulos prestigiosos, uno en Yale y otro en Harvard, se alistó en la Marina y trabajó en la cárcel de Guantánamo; Obama tuvo que aguantarse un tiempo en Hawai mientras su madre estudiaba antropología, pero ni bien pudo se mudó a Nueva York para hacer su bachillerato en Ciencias Políticas y Literatura Inglesa, en la Universidad de Columbia, pobre, hoy humillada y embrutecida en partes iguales por el woukismo y el sionismo recalcitrante, recubiertos de espesa salsa neoliberal y luego de obtener ese título decidió que quería seguir estudiando y se anotó para hacer Abogacía en Harvard, donde obtuvo, poco después, su título con magna cum laude.
En resumen, estos destacados políticos, propagaron el evangelio neoliberal sobre la educación, como nuestro veerado Mujica, pero supieron trabajar de lavaplatos, electricista, docente o guardia carcelario para poder estudiar historia, política, leyes, literatura o japonés.
De manu ad mentem, ars vincit laborem
Por Rafael Cantera
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