Repensar el peligro atómico

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  Editorial de Science – Hace ochenta años, los bombardeos atómicos de Hiroshima y Nagasaki, el 6 y 9 de agosto, inauguraron la era nuclear con armas de un poder destructivo jamás imaginado. Desde entonces, una carrera armamentista condujo a un inventario mundial de 70.000 armas nucleares, seguido de un período de control de armamentos que redujo la cifra a casi 12.000 en la actualidad. A pesar de este tremendo logro, las armas nucleares siguen ocupando un lugar destacado en las crisis globales. El mundo necesita desesperadamente tanto una reducción del riesgo nuclear a corto plazo como una visión a largo plazo para una paz y estabilidad duraderas.

Las armas nucleares actuales, algunas de las cuales son 100 veces más potentes que las utilizadas por Estados Unidos contra Japón al final de la Segunda Guerra Mundial, podrían infligir daños catastróficos a la civilización. Dadas las amenazantes tendencias geopolíticas, que incluyen la inestabilidad y los conflictos regionales, el riesgo de que se vuelvan a utilizar armas nucleares se considera ampliamente mayor que en cualquier otro momento desde la Crisis de los Misiles de Cuba de 1962.

Entre los nueve estados con armas nucleares, la mayoría (Estados Unidos, Rusia, Israel, India, Pakistán y Corea del Norte) se han visto involucrados en conflictos armados durante el último año, con el consiguiente riesgo de escalada a una guerra nuclear. Los recientes ataques militares contra Irán por parte de Estados Unidos se vincularon a su ambigua posición como estado nuclear umbral, un país con capacidad técnica y recursos para producir rápidamente armas nucleares. Este creciente nivel de amenaza se ha visto acentuado aún más por el hecho de que Rusia cruzó la línea con el ruido de sables nucleares contra un estado sin armas nucleares, Ucrania.

En este contexto, los líderes mundiales necesitan un enfoque doble para alejarse del abismo nuclear: medidas a corto plazo que minimicen el riesgo del uso de armas nucleares y un replanteamiento fundamental a largo plazo de las relaciones estratégicas que preserven la estabilidad y del papel de las armas nucleares para ese fin.

Las medidas de reducción de riesgos a corto plazo deberían incluir la reapertura de las conversaciones entre Estados Unidos y Rusia para extender el Nuevo Tratado de Reducción de Armas Estratégicas (Nuevo START), la última limitación restante sobre los dos arsenales más grandes (cada país posee más de 5000 ojivas nucleares), antes de su vencimiento en febrero de 2026, hasta que se negocie un reemplazo a largo plazo. El Nuevo START permite a cada país inspeccionar el arsenal nuclear del otro varias veces al año.

También es crucial asegurar, mediante la diplomacia, que de una vez por todas, el programa nuclear de Irán se utilice únicamente para fines pacíficos, como el desarrollo de la energía nuclear. Asimismo, todos los estados nucleares deben esforzarse por garantizar que sus armas sean lo más seguras posible contra el uso accidental mediante revisiones de «seguridad» para mitigar el riesgo. Siguiendo el ejemplo de Estados Unidos, cada país realizaría una evaluación de riesgos unilateral, tanto por su propio interés de evitar el uso accidental como por el bien común de evitar tropiezos que conduzcan a un intercambio nuclear.

A largo plazo, los líderes deben trabajar creativamente para desarrollar la arquitectura de una nueva era de estabilidad estratégica. La no proliferación nuclear sigue siendo fundamental para la seguridad global, pero podría necesitar reflejar las realidades geopolíticas posteriores a la Guerra Fría. Por ejemplo, la forma en que Estados Unidos mantiene su compromiso de defender a sus aliados es crucial para desalentar nuevos programas de armas nucleares. Mientras tanto, la iniciativa de China para desarrollar una capacidad de armas nucleares similar a la de Estados Unidos y Rusia, requiere una reinvención fundamental del control de armamentos. El paradigma de la Guerra Fría para gestionar la disuasión nuclear, basado en acuerdos bilaterales entre Estados Unidos y la Unión Soviética para preservar una igualdad numérica aproximada en armas nucleares, no es viable con tres actores principales.

Más allá de las tres grandes potencias, el auge de potencias nucleares regionales, como Corea del Norte, India y Pakistán, exige nuevos enfoques para contener los riesgos en el contexto de los desafíos de seguridad regional. ¿Cómo puede cada una de estas naciones nucleares más pequeñas garantizar su propia seguridad sin desencadenar una carrera armamentística regional? Las viejas suposiciones de que la disuasión nuclear se basa en las acciones de actores racionales y que la seguridad se puede lograr mediante la amenaza de aniquilación mutua ya no son válidas, especialmente ante la persistente amenaza del terrorismo y el creciente papel de los actores no estatales en el siglo XXI.

Una de las víctimas de Hiroshima fue una niña llamada Sadako Sasaki. En 1945, con dos años, falleció diez años después a causa de una leucemia inducida por radiación. Desde su cama de hospital, intentó doblar 1000 grullas de origami, un acto que, según la tradición japonesa, reflejaba su deseo de vivir. Este agosto, el mundo puede honrar a Sadako y a los supervivientes «hibakusha» de Hiroshima y Nagasaki trabajando para promover la visión de la reducción del riesgo nuclear y la eliminación definitiva de las armas nucleares. Quizás el simple acto de doblar una grulla por la paz —por parte de científicos, líderes culturales y religiosos, legisladores, estudiantes y otras personas de todo el mundo— pueda marcar un nuevo camino para alejarse del conflicto nuclear. 

LOd.

 

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