Ahora que estamos al calor de la campaña electoral, se suceden los artículos, opiniones cruzadas, definiciones de candidatos y sectores, la formidable comunicación a través de las redes, etc. Todo nos convoca a opinar, a definir, dándole a la vida política una multiplicidad de lecturas que es casi imposible abarcar.
La caracterización del momento, el balance de la gestión, el rumbo de los proyectos, son abordados desde muchos ángulos con definiciones según cada quien. La politización, el interés por opinar y participar, le hacen bien a una sociedad democrática. Sin dudas esto es así.
Me quedé pensando sin embargo en la diversidad de definiciones que pretenden calificar o describir el momento. Giros varios, al centro, a la derecha, a la izquierda, avanzamos, retrocedimos. A veces tengo la sensación que describimos los pasos de una danza donde los movimientos nos llevan de un lugar para otro. Creo que confundimos la adjetivación con la caracterización necesaria para describir una situación.
No cabe duda que la derecha uruguaya, de larguísima experiencia política, pretende instalar los escenarios de análisis en el marco de los errores de gestión como por ejemplo centrando la discusión en el clima de inseguridad y violencia o la polémica sobre educación. Desde ese lugar, elevan sus críticas y sus propuestas. Es curioso escuchar las contundentes soluciones provenientes muchas de ellas del mundo mágico de Macondo. A saber: números elevadísimos de escuelas y liceos nuevos, viviendas y por supuesto una presencia represiva que va desde los militares en las calles a policías militarizadas. Si nuestro país no hubiera sido gobernado por las dos tradiciones, colorada y blanca, podríamos hasta pensar con cierta seriedad alguna propuesta.
El candidato Pedro (que carece de apellido) en reciente intervención pedía el abrazo entre trabajadores y empresarios olvidando los puños crispados. Al mismo tiempo, reclama bajar la edad de imputabilidad para solucionar la inseguridad. Abrazos y palos, grandes proyectos de país.
Desde tiendas blancas, Lacalle junior (joven que sí tiene apellido con fuerte tradición política), recreaba con cifras muy rápidas, su gestión como presidente de la Cámara de Representantes. Mencionaba el ahorro de dos millones y medio de dólares en gestión bajo la bandera de la austeridad. Esto para explicar que los fondos para sus propuestas simplemente saldrían del ahorro. Bien por la austeridad republicana del candidato blanco.
“La verdad de la milanesa”, que como todos los uruguayos sabemos, es allí donde se esconde toda las verdad, es que las sucesivos gobiernos de las divisas solo ofrecieron patrias de estancieros, enormes extensiones de tierra donde las vaquitas pastaban y la gente era expulsada del campo a la miseria. Muchos dueños de tierras hoy, aprovechando la tecnificación del campo y la diversificación de la producción, han logrado el aumento desmedido de su patrimonio. ¿Qué han hecho con ello?. Varios han tomado la patriótica decisión de vender cara sus tierras porque valen mucho, fruto de una política que no han impulsado, comprando a bajo costo tierras en Paraguay. Los que no, hacen gala de respeto al Uruguay de derecho, acudiendo a la SCJ para recurrir por inconstitucional un impuesto que se volcaría a la caminería por ellos mismos usada. Todas conductas patrióticas que en general, responden a votos tradicionales.
Quienes fueron fuertes impulsores del Uruguay financiero y de servicios, no recuerdan el origen de Vegh Villegas, padre del neoliberalismo uruguayo. Para eso también sirve la memoria, para contextualizar las opiniones políticas de cada quien. Blancos y colorados banalizan la política sin decirnos que harían realmente con si condujeran el destino del país.
No ponen énfasis en confrontar a la conducción del Uruguay frenteamplista con los resultados económicos y de distribución. Eso me lleva al desafío fantástico que tenemos como fuerza política. Gobernar por tercera vez consecutiva el país. Creo que indefectiblemente estamos ante las puertas de cambios irreversibles, nuevos dirigentes emergen, nuevos lenguajes, propuestas necesariamente nuevas para un escenario nacional e internacional inédito.
Allí entonces radica la necesaria seriedad para abordar el nuevo tiempo. Volviendo a la descripción que mencionaba al principio de movimientos para un lado o para el otro, no creo que alcance. ¿Cómo estableceremos la construcción de bloques sociales y políticos para avanzar?. ¿Con quiénes?, ¿qué programa será abarcativo de más sectores de la sociedad?, ¿cómo lograr que más gente se sienta representada en sus intereses por el FA?.
Nos hemos acostumbrado a la sectorización creciente y a la personalización de la política. La danza de nombres precede a las opiniones. Creo que sería un buen rumbo recurrir a la historia de nuestra construcción política originaria. Comprometernos en proyectos que nos contengan y contagien de expectativas. Se me ocurren muchos nombres emergentes para la sustitución de los históricos a los que ya estamos acostumbrados. Pero no olvidemos que lo que rompió al bipartidismo tradicional fue la irrupción de pueblo en la calle, de gente participando, comprometiéndose detrás de nuevas propuestas. De la Universidad aparecieron intelectuales y proyectos de cambio, las 30 medidas fueron convocantes de decenas de miles, la lucha por la libertad fue gesta de todo un pueblo. Sin gente que respalde no hay cambio posible. La sociedad no es sólo votos o aprobación. Es comprometerse con una manera de ver a la sociedad. Es cierto que nuevos paradigmas emergen, pero debemos preguntarnos cuáles y cómo predominan. Es un pésimo modo de opinar hacerlo a través de mediciones, en general, no se sabe ni cómo se formulan, ni quién las formula, ni para qué.
Debemos animarnos a construir una sociedad solidaria, participativa, equitativa, como contracara al modelo individualista y feroz del ascenso social y consumo desmedido. Encontremos pues, denominadores comunes para programas nuevos de este tiempo, que logren, al decir del viejo Artigas “la pública felicidad”.
Por Walter Martinez Pisani
La ONDA digital Nº 670
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