“Es fácil sentarse y prestar atención. Lo difícil es levantarse y tomar medidas”
Honoré de Balzac
Hoy me sentí una persona horrible. Leí un artículo-entrevista a una chiquilina (Sofía).
Al leerlo me di cuenta cuanto, ¡cuanto!, de prescindente soy (somos) mientras descubría todo lo difícil, lo duro y hasta horroroso de sus apenas 17 años vividos. Como miramos para otro lado, como transitamos sin querer tropezarnos con esa realidades infames.
Esta chiquita, había desaparecido de la órbita del INAU hacía 9 meses, hace 4, se hizo la denuncia o se publicó. Ahora apareció.
En el INAU, dice el reportaje (MONTEVIDEO PORTAL), reciben algún tipo de atención 104 028 niñas/os, y adolescentes. Estos últimos son 14 634. Tienen o deberían tener 8261 protección Integral.
El último dato del que se dispone, del año 2023, 1170 niña/os, adolescentes, realizaron 9830 “salidas no acordadas”, eufemismo para llamarle a las fugas o simples idas de la/os muchachos de las locaciones del INAU.
Leyendo el reportaje, conocí los horrores de violencia, injusticia, explotación que sufrió.
¿Cuánto de inocencia, alegría o esperanza le puedo pedir a una chiquilina que pasó por tanto.
Ahí nomás me acordé de la casi olvidada operación “Océano” donde de casualidad y por la desaparición de otra chiquita se puso al descubierto una red de trata y corrupción.
Creo que de Cerro Largo traían a otra adolescente para que un adinerado pervertido tuviera placer en Punta del Este.
Estos hechos nos sacuden, nos alarman, nos indignan y luego lo cotidiano nos adormece, les pone un manto de olvido. Mientras la vida sigue, niñeces y adolescencias se pierden irremediablemente en esa sordidez de abusadores, en la violencia de pobreza y marginalidad.
Para nosotros en general son números, cifras rutinarias que cuantifican o pretenden cuantificar “problemas de la sociedad”. ¿Será de verdad que una sociedad pequeña como la nuestra, un país que aún disfruta de la bonanza de una naturaleza disfrutable no puede abordar soluciones efectivas?
Vamos asumir un nuevo gobierno, dejamos atrás un gobierno elitista, de mallas oro y de libertad responsable, es hora que dejemos la comodidad de la mirada distante y nos involucremos. Empezará pronto la discusión de un nuevo presupuesto, cuánto dinero se destinará para abordar esa tragedia que viven nuestras infancias.
Pero no es solo tarea de gobierno, las sociedades las construimos toda/os y especialmente es tarea de quienes decimos ser de izquierda.
Mientras asistimos asombrados como “de un negocio entre privados” desaparecen 250 millones de dólares. Si, los respetables negocios ganaderos, esos negocios que son de la base de nuestra economía, allí en esa misma actividad, como magia de Copperfield inversores descubren que su dinero no está.
La construcción favorecida por exenciones ve florecer como hongos torres y más torres de apartamentos, que no sabemos quién la/os habita porque sin embargo el déficit habitacional se mantiene. En ese mismo país donde nuestro censo dice que somos los mismos, seguimos viviendo tres millones y medio de habitantes. Lo único que ataca esa carencia es siempre el esfuerzo cooperativo donde la gente agrega tiempo de vida laboral para construir un techo donde vivir.
¿Podemos permitir que nos engañen tan fácilmente, que nos sobornen con consumo?
El dolor, la precariedad transita a nuestro lado. Como zombies de un submundo “las
personas en situación de calle” transitan sin rumbo tratando de conseguir un espacio donde dormir o comer algo.
Creo que aquello que una vez dijo Paco Espínola, “es hora de hacer por las personas algo más que amarlos” hoy esta no solo vigente, sino que es posible. La sociedad produce bienes como para que a nadie le falte lo necesario.
Escuelas, cobertura médica, alimentación, cuidados, allí es donde debemos estar.
¿Cuantas Sofías mas vamos a tolerar, cuantos inmorales con plata van a divertirse con esas adolescencias perdidas?
Por Walter Martinez
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