No le están dando importancia porque suponen que son actores electorales pequeños y que sus estrategias son más de supervivencia que otra cosa. Sin embargo, el asunto este del polo socialdemócrata o como quiera que se le llame, es la llave para el triunfo del Frente Amplio en la segunda vuelta.
Si analizamos sin fanatismos, veremos que el triunfo en balotaje no es sencillo de operar. Es decir: no alcanza con cierta euforia de un lado y cierta desazón del otro para que se produzca el vuelco en la mayoría presidencial. Hay un juego a llevar adelante, entre octubre y noviembre, que es muy importante, y que hoy es poco tenido en cuenta porque los dos últimos balotajes no lo precisaron.
Hagamos un poco de política ficción elemental con informaciones bastante evidentes de hoy en día. Con un Frente Amplio naturalmente algo desgastado y llevando de candidato a Astori o a Martínez, es razonable que la coalición no logre mayoría absoluta en el Parlamento – pensemos sobre la base de 99 diputados que es más sencillo -, y también es razonable que la extrema izquierda crezca en votos ya que el FA llevaría a un candidato “moderado”. Del otro lado, hay espacio para variedad de opciones que se van confirmando.
Así, al final de octubre 2019 nos podremos encontrar más o menos con un FA con 45 diputados; un PN con 35; un PC con 11; un PI con 4; Novick con 2 y la extrema izquierda con 2 diputados. Lo relevante de este escenario es un FA con 45 y un PN con 35: sus candidatos presidenciales precisarán acuerdos para el balotaje de forma de mostrar a la ciudadanía acuerdos que aseguren poder llevar adelante el programa de gobierno, es decir,gobernabilidad.
Aquí entra en juego lo de la socialdemocracia. Tanto el PI, como el sector de Amado dentro del PC –que pongámosle por lo bajo 1 diputado de los 11 del PC -, como lo que sea de Novick, conforman un conjunto que puede dar esa gobernabilidad a cambio de un acuerdo político de gobierno entre octubre y noviembre. Es claro que Novick no es socialdemócrata (no es nada en realidad), pero también es claro que tiene cintura para acordar como lo mostró ya con Martínez.
Bajo el paraguas socialdemócrata, ese conjunto puede volcar una futura administración frenteamplista hacia el centro; puede asegurar gobernabilidad con esa cantidad de diputados; puede dar certezas de responsabilidad y compartir el poder. Se podrá razonar que todos ellos, si se vuelcan al apoyo al candidato blanco en balotaje, también hacen mayoría, y es cierto. Pero es más fácil llegar a 50% cuando se parte de 45% que cuando se parte de 35% (para redondear), sobre todo cuando tanto el PI como Amado van a procurar seducir en primera vuelta a votantes frenteamplistas frustrados que entre un blanco y un frenteamplista moderado seguramente prefieran al primero en balotaje.
Jugarse a apoyar el segundo de octubre con el riesgo de que no gane no tiene mucho sentido político, cuando si se apoya al que llegó con 45% se asegura un triunfo, además de que se asegura participar en el poder e incidir realmente en el sentido socialdemócrata pregonado. Además, hay una lógica implacable: el que mueva primero en favor de Astori o Martínez será el más beneficiado en el reparto a la vez que obligará a los demás a moverse para ese lado, porque cada uno individualmente no le da el triunfo al que sacó 35% y no tiene sentido apoyar al segundo de octubre si los demás “pequeños” se mueven hacia el que obtuvo 45%.
Todo esto no lo cambia que Larrañaga, que este polo presume tiene un perfil más socialdemócrata, sea el candidato en vez de Lacalle Pou. Porque por muy socialdemócrata que pueda ser, va a andar 10 diputados más abajo que el FA y tendrá por tanto menos chances de ganar el balotaje.
El escenario de política ficción aquí descrito no es inverosímil. ¿Implica que el PN no tiene chance de ganar en 2019? No. Pero sí implica darse cuenta de que es bastante más complejo de lo que estamos queriendo creer. Para enfrentar este desafío, la solución inevitable es plantear desde ya una estrategia no de enfrentamiento ideológico Liberalismo vs. Socialdemocracia, que es bastante teórica y no seduce a nadie.
La forma de enfrentar este desafío es poner a rodar desde ya un candidato a intendente de Montevideo que cuente con el apoyo de todo el PN, que sea opositor inteligente a Martínez y que visibilice en el mundo urbano que existe una opción distinta al FA. Ese candidato tiene que tener un protagonismo importante en la campaña y plantear un discurso de acción y gestión seductor, con un equipo de gobierno definido para la capital y con un equipo técnico haciendo propuestas que muestren la mala gestión de Martínez.
Es un candidato que no tiene que participar en la interna en favor de tal o cual candidato, sino que todo el PN tiene que llevarlo a él como referente para Montevideo. Ese candidato es hoy Jorge Gandini, claro está.
Desde allí, esta estrategia procura evidentemente mover la aguja del 35- 45 favorable al FA, para llevar al PN más cerca de 40% en octubre, y por tanto modificar la ecuación general del escenario de política ficción aquí planteado. Porque ese candidato inteligente, apoyado por todo el partido, capaz de ir coordinando desde ya acciones con el PC en Montevideo para plantear una alternativa en la capital, será referente para el voto urbano, que es donde más falla el PN cada vez en octubre.
Por supuesto, nadie va a atender lo que aquí acabo de anotar. Sin embargo, estimado lector, sería bueno que aprovechara a guardar este artículo y dentro de unos años lo relea y vea si tenía alguna pertinencia electoral lo aquí anotado o si era un pensamiento alejado de la realidad.
Por Francisco Faig
Fuente: columnista de La Democracia
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