El 2 de febrero de 1811, el capitán José Artigas desertó del regimiento de Blandengues, en Colonia, junto con el teniente Rafael Hortiguera y viajó a Buenos Aires para ofrecer sus servicios a la Junta de Gobierno. Ese episodio instaló hace 206 años el primer mojón en la lucha revolucionaria oriental y debe ser recordado especialmente por el significado que tuvo en los acontecimientos posteriores.
El Cuerpo de Blandengues de la Frontera de Montevideo era una unidad de la monarquía española creada en 1797 por el gobernador Antonio Olaguer y Feliú para “imponer el orden en la campaña”. El hombre ofreció indultar a contrabandistas, desertores y bandidos que vagaban por el campo huyendo de la justicia, a cambio de que se enrolaran en el regimiento. Debían ser buenos jinetes, presentarse con al menos seis caballos y prestar servicio por ocho años.
En marzo de aquel año se alistó Artigas, quizás, según algunos historiadores, para acogerse a la amnistía. En 1800 participó del reparto de tierras para la fundación del pueblo de San Gabriel, sobre la guardia de Batoví, y en 1804 se ocupaba de proteger vidas y haciendas en la campaña. En ese año Artigas logró hacer fracasar una ofensiva militar del coronel Rocamora para aplastar a los charrúas en campos de Arerunguá y posteriormente realizó diversas maniobras para seguir protegiendo a sus amigos de las tolderías. En cambio, el Cuerpo de Blandengues de la Frontera de Buenos Aires, una unidad de caballería similar creada por la dominación colonial en la otra banda del Río de la Plata, había logrado cumplir su cometido con la matanza de alrededor de un millar de indígenas, en una sangrienta operación de exterminio que sería luego continuada en la región por gobiernos criollos, como la encabezada en 1878 por el general Julio Argentino Roca en su Campaña del Desierto, o por Fructuoso Rivera en 1831 con su emboscada a los charrúas respaldado por la complicidad de destacamentos argentinos y brasileños.
Los acontecimientos de mayo de 1810 en Buenos Aires habían repercutido en la Banda Oriental y animaron a Artigas a ofrecer sumar su gente a la lucha emancipadora. Su acompañante en aquel viaje, el teniente Hortiguera, terminaría traicionando la causa artiguista, poniéndose a las órdenes de Manuel de Sarratea –enviado a reprimir al jefe de los orientales- y enfrentando con las armas a Pancho Ramírez, Estanislao López y Fernando Otorgués.
Artigas regresó a la Banda Oriental en abril de 1811, emitió desde Mercedes la primera proclama agitadora, con aquella frase que transmitía razón y emoción -“a la empresa caros compatriotas, que el triunfo es nuestro: vencer o morir sea nuestra cifra; y tiemblen los tiranos de haber excitado vuestro enojo”-, y el 18 de mayo libró la Batalla de Las Piedras en la que asestó la primera derrota que sufrió el ejército realista español en tierras americanas.
Después sobrevendrían el Armisticio de octubre de la Junta porteña con los “regentistas” y el levantamiento del Sitio de Montevideo, la rebeldía del Éxodo (la Redota), las conspiraciones de Sarratea y la lucha de Artigas al frente del “pueblo reunido y armado”, una milicia formada por capataces de estancias, indios, negros y gauchos. El Cuerpo de Blandengues, ya un inservible regimiento monárquico muy debilitado por numerosas deserciones, se disolvió completamente antes de que Artigas se internara en el Paraguay en 1820, donde quiso obtener ayuda para volver a la lucha pero quedó prácticamente prisionero.
Casi un siglo más tarde, cuando ya existía la República Oriental del Uruguay, el 25 de agosto de 1910 el presidente Claudio Williman –del Partido Colorado- renombró por decreto un cuerpo del Ejército nacional uruguayo destinado a la escolta presidencial y lo designó igual que aquel destacamento realista, pero introduciendo una variante importante en su denominación. Lo llamó Regimiento Blandengues de Artigas de Caballería Nº 1.
Pero entonces Artigas ya no estaba para volver a alejarse a todo galope de esa escuadra y el teniente Hortiguera ya no vivía para recrear sus traiciones, aunque pareció tener buenos imitadores a lo largo del tiempo.
Por William Puente
Periodista
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