En reciente artículo publicado en Bitácora, Esteban Valenti propone en un texto que titula El Poder, los cargos y los cuadros, un interesante ejercicio de reflexión.
El tener 10 años de gestión al gobierno y algunos espacios de poder nos habilitó a ésta experiencia y a éstos problemas. Si hago una disección aséptica de la definición sobre colocar en las responsabilidades (cargos) a los más calificados por encima de su origen político podría decir muy bien, estoy de acuerdo. De la mano de esto va una crítica al reparto de las responsabilidades (cargos) por cuota política. Me enfrento entonces a un gran dilema, ¿quién dice que el capacitado A, para una responsabilidad, está más calificado que B? Es un ejercicio entre divertido y un poco amargo hablar con distintos amigos, compañeros o simplemente frenteamplistas con quienes con una facilidad sorprendente vamos intercambiando una suerte de galería de nombres con la adhesión o desagrado que nos provocan nuestros compañeros públicos. Allí, la variedad es infinita y la distribución de sabidurías, críticas, elogios y condenas es muy diversa.
Se calificaba a las discusiones que no tenían resumen o acuerdo posible como “discusiones bizantinas” o como la discusión “del sexo de los ángeles”, creo que en el cuadro actual de nuestra realidad política esta propuesta encaja bastante en esas calificaciones, todos creemos que es justa pero es bastante impracticable o se hace bastante poco en ese rumbo.
Me parece que en general todas esas opiniones están teñidas de subjetividades y por supuesto de los alineamientos que cada quien tiene. En resumidas cuentas la fuerte sectorización es un componente complejo que a la hora de definir nombres para las funciones condiciona y mucho. Elegir a los más capaces, sí, sobre todo si pertenecen a mi sector o afinidad. Supongo que esa dificultad entre otras, fue la que empujó a la distribución por cuota política, la búsqueda de una manera de gobernar.
El juego democrático de mayorías – minorías en la lucha por el poder, o por la imposición de algunas ideas por encima de otras (por supuesto las mías son mejores que las otras) nos ha ido llevando a la pelea por el voto, ese voto de opinión, el que incide en las encuestas primero y en el acto eleccionario después, cuanto más legisladores tengo, más incidencia y con ello la famosa cuota política hace lo suyo, mis votos son tantos, por ende los espacios que merezco son …la voluntad popular me avala. Con un agravante, en la medida que el FA, llegó al gobierno y obtuvo mayorías, se desplazó la lucha contra los partidos tradicionales, la de quitarle votos a la derecha, por la de tener la mayor incidencia posible dentro del FA.
En este laberinto de palabras ni una sola vez hablé de programa, hablé de métodos y formas de gobernar o de incidir o de conseguir votos.
Creo que es fácil de leer, tenemos en el campo del FA, el mayor agrupamiento de voluntades de cambios sociales. Nadie en el FA, piensa en gobernar para los bancos, a las empresas internacionales, a la especulación como alternativa. En todo caso pensamos más en como acordar y controlar estos intereses y ambas cosas cuestan bastante. Las agendas de mayores libertades y tolerancias están en el campo del FA.
La sectorización ha desarrollado la diversidad y el matiz, la opinión sobre cada cosa según cada quien ha ido postergando la búsqueda de los pasos siguientes que queremos en común.
Las cooperativas de votos desprovistas de objetivos programáticos rebajan los acuerdos. Las búsquedas para obtener mayorías en contra de otros dejan de tener grandeza. Las operaciones políticas con el uso de los medios para desprestigiar, para desmarcarse no son sanas.
El FA, tiene mil logros y más, eso puso a la sociedad uruguaya en otro lugar pero ¿cómo seguimos?
¿Hay que girar, profundizar, vamos bien, ponemos énfasis?, el término que caracterice el rumbo parece más importante que el rumbo en sí mismo. No me parece demasiado arriesgado intelectualmente que las distintas fuerzas y sectores del FA, encuentren algunos pasos comunes a seguir y sabiendo cuales son, acordándolos, entonces sí elegir a los más aptos, para un rumbo específico.
La enunciación de este problema nos pone como dije en un ejercicio de reflexión interesante, pero a cuatro meses de las elecciones, tendremos que ir con lo que tenemos. Tabaré–Sendic, es nuestra fórmula. Nadie podrá desconocer la altísima aceptación con la que dejó su gestión presidencial. Es un buen antecedente. Tampoco podemos dejar de valorar como de sentido común el que Sendic sea nuestro vice, los votos lo avalaron y la mayoría de los sectores lo reafirmó. La gestión económica fue a todas luces sólidas y con logros.
Los compañeros que recopilan esas realidades y que aspiran a mil, seguro encontrarán más. Aventajamos en eso a la derecha tradicional, tiene amnesia de pasado, nosotros podemos recurrir a él. También será honesto políticamente hacernos cargo de lo que nos faltó colectivamente como fuerza y de nuestros errores.
Como dije, Esteban propone un interesante ejercicio de reflexión, pero me parece que no se resolverá por estos días, ni en el medio de la batalla electoral.
Las elecciones dejarán una profunda renovación de legisladores, serán el último escalón para que históricos líderes culminen sus ciclos políticos. Es tiempo de nuevos emergentes políticos, nuestros líderes, cumplieron ciclos destacadísimos, pero los nuevos serán los encargados de encontrar caminos comunes novedosos, no es antidemocrático tener un mismo rumbo que contenga la diversidad. El pensamiento en red, la horizontalidad desde la revolución técnica ha iniciado caminos nuevos sin marcha atrás pero si no están enmarcadas en rumbos colectivos de salvaguarda de los intereses de todos quedamos en manos de los pocos que tienen mucho y con ese mucho que tienen obtienen poder, que no contempla a la sociedad sino a sus intereses.
Por Walter Martínez
Columnista Uruguayo
La ONDA digital Nº 679 (Síganos en Twitter)
(Síganos en Twitter y Facebook)
INGRESE AQUÍ POR MÁS CONTENIDOS EN PORTADA
Las notas aquí firmadas reflejan exclusivamente la opinión de los autores.