La expresión, que se ha puesto en boga en algunos medios uruguayos, llegó a estas playas enancada en vientos que soplaron desde la vecina orilla.
En una nota editorial publicada el miércoles 7 de enero de 2015 bajo el título “Una sociedad partida”, el diario El País de Montevideo afirmaba que “después de diez años de gobierno del Frente Amplio, y de varios gestos de continuidad del presidente electo, no cabe duda que lo peor que nos pasa y que según parece nos seguirá pasando, es vivir en una sociedad partida, con una enorme grieta que se profundiza cada vez más entre ‘ellos y nosotros’».
Fue curioso que El País utilizara entonces la palabra “grieta”, exactamente la misma expresión lingüística que desde tiempo atrás venían usando en la Argentina el Grupo Clarín y, en general, los medios concentrados y los políticos de la derecha para estigmatizar al “kirchnerismo”, al que acusaban de provocar un enfrentamiento de dos sectores de la sociedad y hasta de alentar una supuesta “separación de los amigos” y “división en las familias”.
El País no solamente utilizó puntualmente la palabra “grieta” para hablar de esa “zanja” que según escribió dividiría a la sociedad oriental, sino que se refirió a la aparición de una historia de ficción que habría tejido el oficialismo uruguayo y a la que denominó “el relato oficial” frenteamplista, de forma sospechosamente similar al “relato oficial kirchnerista” que en la otra orilla denunciaban periodistas opositores al gobierno de Cristina Fernández de Kirchner.
También la derecha porteña comenzó a llamar ”la década perdida” al periodo de 12 años en el que gobernó el matrimonio Kirchner (a pesar de que en el ránking del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo Humano, la Argentina apareció en el puesto número uno en América latina y el lugar número 40 a nivel mundial en 2015 -justamente, el último año de gobierno de Cristina-, y a que se estableció que esa nación había avanzado 11 posiciones en los diez años precedentes). Y en Uruguay, el 15 de diciembre de 2015 El País publicó una nota de opinión con el título “El agua y la década perdida” con una crítica al gobierno del Frente Amplio por los «signos claros de pérdida de calidad del agua».
Tantas similitudes harían creer que, a estos editores, el Río de la Plata los separa pero Punta del Este los amontona.
El plagio editorial y discursivo ha seguido utilizándose hasta hoy como si, a falta de imaginación, la derecha uruguaya hubiera resuelto unificar su discurso con el de sus hermanos de enfrente olvidando que, en verdad, las fracturas políticas y sociales han existido desde siempre en la región, enfrentado intereses que cada quien ha defendido con dureza desde sus atalayas.
La historia es abundante en narraciones sobre zanjas y divisiones que separaron a unitarios y federales, y a blancos y colorados, y en descripciones de batallas y degollatinas y hasta de magnicidios, como los asesinatos de dos ex presidentes en una misma tarde de 1868: El colorado Venancio Flores y el blanco Bernardo Prudencio Berro, abatidos el 19 de febrero de aquel año.
Lo novedoso es que ahora “grietas” y “relatos oficiales” quieran utilizarse en contra de un determinado sector.
¿Cómo surgió “la grieta?
El 10 de agosto de 2013, el periodista Jorge Lanata escribió una columna de opinión en el diario Clarín de Buenos Aires que tituló ”La grieta” y allí teorizó que Néstor Kirchner era un fiel seguidor de las enseñanzas del filósofo y teórico político argentino Ernesto Laclau –fallecido en abril de 2015- de quien dijo que sostenía que “sin confrontación ningún sistema político es viable”. Agregó Lanata que Laclau declaró a la revista Zoom que “el kirchnerismo tiene que demostrar que la sociedad está partida en dos, y tener consignas que ilustren la disyuntiva de la hora, como Braden o Perón. Hay que poner las cosas en blanco sobre negro”.
De acuerdo con el periodista, es así como “nace el populismo” de Laclau, “el sostén ideológico de la Grieta”, dijo.
A partir de allí, buena parte de los comunicadores argentinos comenzaron a utilizar la expresión “la grieta” como si se tratara de una certera descripción sociológica que explicaría situaciones y comportamientos de la población.
Cuando aquel mismo mes Lanata levantó la estatuilla que recibió al ganar un premio Martín Fierro del espectáculo, describió así su teoría: “Hay como una división irreconciliable en Argentina, a esa división yo la llamo la grieta y es lo peor que nos pasa”.
Por su parte, El País copió casi textualmente en aquella editorial de enero de 2015 los dichos de Lanata y afirmó: “Hay un mal, la zanja entre orientales, que es lo peor que nos pasa”.
A su vez, el periodista Francisco Seminario –editor de Política del diario porteño La Nación– aseguraba en una nota publicada el 2 de junio de 2013 con el título “Las mil y una noches del relato kirchnerista” que, al igual que Sherezade para salvar su vida, el gobierno de Cristina debía inventar cotidianamente una historia épica sobre sí mismo, explicando que hay “buenos muy buenos y villanos muy malos”.
Y en aquella editorial de 2015, El País replicaba que “la zanja que se va construyendo” por parte del Frente Amplio “necesita de un relato oficial que vaya explicando cómo es que los buenos hoy están de un lado y los malos de otro”.
Según los dichos de El País, “el frenteamplismo refundacional, que es una suerte de nueva cultura, ha logrado partir al país entre los que tienen toda la verdad, ellos, y el resto, que seríamos una suerte de traidores u obcecados que hay que reeducar”.
Esta es “la grieta” argentina, nacionalizada uruguaya por alguna prensa.
Otros tiempos
Pero los plagiadores deberían tener cuidado porque, hace 28 años, en los tiempos en que Lanata no trabajaba para el Grupo Clarín sino que era un periodista progresista que dirigía Página/12, publicó en ese diario una contratapa que también tituló “La Grieta”. Fue el domingo 16 de abril de 1989, el día en que en Uruguay se realizaba el referéndum para intentar anular la Ley de Caducidad. Y aquel artículo sobre la “grieta” no era entonces para arremeter contra gobiernos “populistas”, sino para describir el despeñadero que separaba a quienes decían “no” a la impunidad y reclamaban verdad y justicia, de aquellos que preferían el olvido y la complicidad con los represores.
Lanata describió en ese artículo el tormento padecido por un preso político uruguayo durante la dictadura y a continuación escribió: “Una mujer con voz afectada –quizá vecina de Pocitos, el barrio norte de Montevideo- dice todo el tiempo por la televisión uruguaya que así no se puede seguir. Que le preocupa lo de La Tablada, ese desastre que sufrieron los argentinos. Dice que quiere vida, que vota la amnistía por eso, que no quiere que vuelva la muerte”.
Y Lanata finalizaba su nota con una reflexión: “Quizá se pierda el referéndum. Tal vez se instale la grieta y el puente de ubique a pocos centímetros del abismo. La realidad sería, en ese caso, un accidente menor: ¿qué hacer con un país que contiene la mitad de su población decidida al recuerdo? Si este domingo los uruguayos simplemente salieran a la ventana, la cara al viento, y gritaran no, el murmullo se escucharía en las Guayanas.
-Típico de Sudacas- dirán en el Norte, en medio de un bostezo moderno. Y la semana próxima podrán espantarse en el living: las revistas traerán los resultados a todo color, entre propagandas de Toshiba, la última coupé de Lancia y un modelo de Armani mirando a nada, al espejo, vestido de lino blanco.
Los uruguayos, lenta y silenciosamente, construyen un puente. Quizá lleguen a la costa. Quizá no. Tal vez sea sólo cuestión de tiempo, o de cemento. Han pasado la mitad del río, han sonreído con orgullo ante la grieta. Hoy saldrán temprano de sus casas para decir no”.
Claro, en aquel espejo no quisieron mirarse entonces los editores uruguayos que recién ahora fueron fascinados por el discurso vecino. Y es posible que sigan sin enterarse que hoy la verdadera Grieta es la que separa a quienes a cualquier costo quieren imponer el neoliberalismo en la región, de los que se les plantan enfrente. Y que es la que sigue distanciando a los que prefieren la peligrosa comodidad del olvido de los que, empecinadamente, continúan buscando la verdad, porque el pasado es hoy y, porque, aunque la dignidad es una piedra muy pesada, los varones y mujeres de la planta saben sostenerla.
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