La soledad como rebelión y la poesía como catarsis creativa y existencial son los dos fundamentos temáticos de “Una serena pasión”, el film autobiográfico del realizador y novelista inglés Terence Davies, que indaga en la sombría existencia de la célebre escritora norteamericana Emily Dickinson.
Davies es, sin lugar a dudas, uno de los autores más sensibles y personales del cine británico, quien destaca por recordados títulos como “Voces distantes” (1988), “La biblia de neón” (1992), “La casa de la alegría” (2000), “El profundo mar azul” (2011) y “Canción al atardecer” (2015), entre otros.
En ese contexto, su obra ha puesto particular énfasis en el tema del tiempo y la recuperación de la memoria, mediante un acento intransferiblemente pesimista.
En esta oportunidad, el cineasta explora la historia de una de las poetas norteamericanas más descollantes de todos los tiempos, que, según la crítica especializada, está a la altura de eminencias de la talla de Edgar Allan Poe, Ralph Waldo Emerson y Walt Whitman.
Obviamente, su condición de mujer en un tiempo histórico de cultura exacerbadamente patriarcal y represiva, condicionó superlativamente la difusión masiva de su obra.
Incluso, algunos de los textos que llegó a publicar en vida fueron deliberadamente alterados por los editores para adaptarlos a los cánones literarios de la época.
Esa mujer misteriosa, retraída, solitaria y hasta hosca en el trato corriente es recreada en esta imperdible película, que destaca por su potencia expresiva y su superlativa calidad cinematográfica.
A consecuencia de ese temperamento tan susceptible al aislamiento y a esa suerte de fobia social, es ciertamente poco lo que se sabe a ciencia cierta de la vida de la famosa escritora.
En todo caso, Emily Dickinson es bastante más conocida por su poesía –universalizada después de su muerte- que revela un mundo interior realmente rico, caudaloso y apasionando.
En ese marco, la película reconstruye tres décadas de la vida de esta mujer reprimida, que intentó vanamente rebelarse contra las convenciones de un tiempo histórico decimonónico.
Por razones obvias, el escenario primordial del relato es el interior de la suntuosa mansión de los padres emplazada en Amherst, Massachussets, donde transcurrió casi toda la vida de la mujer.
Allí, en ese espacio físico que fue hogar pero también prisión sin barrotes, se dirimieron los traumáticos dilemas de una existencia necesariamente turbulenta, que la enfrentó permanentemente a la moral dominante.
Tal vez la primera actitud de osadía y rebeldía haya sido transformarse en escritora, en un contexto histórico recurrente y autoritariamente hegemonizado por los hombres.
El film trasunta el conflicto derivado esa extrema colisión de voluntades, que frecuentemente tiene como protagonistas a la escritora y a su padre, en su condición de jefe de familia.
Esa permanente tensión es el retrato de un siglo XIX caracterizado por el avasallamiento masculino al género femenino, con todos los desencantos y las amarguras que ello origina.
En esas circunstancias, el director y guionista revela la enconada resistencia de la escritora a ser sojuzgada por el yugo paterno, mediante una mirada impregnada de superlativo feminismo. Partiendo de la premisa que Emily Dickinson nació en 1803, no debería extrañar que la sociedad de su tiempo fuera tan refractaria a esas utópicas expresiones emancipadoras que hoy serían valoradas como de vanguardia.
Empero, el ulterior desarrollo de la narración corrobora que esa actitud contestataria devendría en frustración y en un trauma emocional que obligaría a la poeta a abandonar sus estudios.
Incluso, tampoco pudo realizarse afectivamente, transformándose en una mujer cercenada en su vida sentimental y únicamente limitada al íntimo territorio de la creación literaria.
El film recrea las diversas etapas de la existencia de Emily, quien inicialmente se rebela contra el fanatismo religioso y cuestiona la misma existencia de Dios, un desafío que genera lógicos enojos no exentos de perplejidad.
Esa postura de abierta disidencia contra las creencias dominantes tensa al máximo la relación con su progenitor, en un debate que pone en tela de juicio nada menos que el derecho de la mujer a poseer su propia alma.
Ese dilema moral sometido al escrutinio de la razón genera una situación de virtual ruptura, que condena a la protagonista al voluntario aislamiento.
Es en esa coyuntura que aflora el costado más sensible de la mujer con una poesía que destaca por su encendida pasión, en la que prevalecen alusiones a temas tan cruciales como el amor, la muerte y la propia naturaleza.
El film revela –con singular sensibilidad y acento elocuente- toda esa inconmensurable riqueza interior reprimida que fluye en los textos de la autora y permanecerá virtualmente en el ostracismo hasta después de su muerte.
“Una serena pasión” es la historia de una mujer tan atormentada como enigmática, que Terence Davies recrea mediante una puesta visualmente lujosa y que destaca por la brillantez de su fotografía y su acendrada ambientación.
Obviamente, esta gran película es también el descarnado retrato de una sociedad patriarcal, represiva y con una moral dominante que relegaba a la mujer a un mero rol social marginal.
Por Hugo Acevedo
Periodista y crítico literario
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