No es chacota la vida.
La tomarás en serio,
Como lo hace la ardilla, por ejemplo,
Sin esperar ayuda ni de aquí ni de allá.
Tu más serio quehacer será vivir.
Nazin Hickmet (poeta turco)
Las encuestadoras se han transformado en las vedettes del escenario político. Mes a mes se publican mediciones.Cada canal de televisión tiene una consultora de referencia y analistas de las mismas comentan cada vez con más soltura los datos asignándole conclusiones. Hace pocos días se dio el caso de un analista destacado que le incorporó como metáfora para reafirmar sus dichos, apuestas, que fueron desde una cena, pasando por tortas fritas y hamburguesas.
Para protegerse del error, las encuestadoras se esconden detrás del hábito oriental, sacan “fotos de la realidad.” Así, emulando a los famosos turistas van retratando el estado de ánimo y opinión de la gente, por supuesto se especifica el momento en que fue realizada la consulta. Con ello queda salvado “el margen de error”, o sea me puedo equivocar, pero no.
Tomé como epígrafe un fragmento del poeta turco no porque pueda compararse ni las circunstancias, ni el tiempo que vivió, ni siquiera su mirada, pero vale para acentuar en mi opinión la ligereza con que se analiza la realidad. Estos nuevos componentes de la política de hoy, los analistas de encuestas, usan trajes, tienen paneles que los ayudan a ilustrar sus afirmaciones y sobre todo son profesionales. Refiero el término al uso de sus conocimientos y técnicas para concluir sobre la realidad “objetivamente”, no por el hecho de recibir dinero por su trabajo, faltaba más.
Voy a pasar por alto el hecho que me fastidia bastante y que es ese de verme siempre puesto en un pedazo de torta dividido, donde estoy en una porción u otra de las opiniones o referencias, quiero aclarar que nunca tuve el gusto de ser encuestado. O sea, he sido o soy pedazo de torta, pero sin mi opinión. Lo central es que la supuesta imparcialidad se desdibuja cuando la exposición se acentúa con comentarios livianos que ponen énfasis en una conclusión u otra.
No abundaré tampoco en mis suspicacias, aunque pienso que pusimos en el congelador el proyecto de ley de medios solo porque estamos en campaña electoral y éstos, son un “monstruo grande y que pisan fuerte”. Creo que hicimos una “tregua” para no sufrir las consecuencias de su poder en esta instancia. Espero que haya sido solo una tregua y es bastante dudoso que no padezcamos la desigualdad en los medios de comunicación.
Pero volviendo a los comentaristas imparciales, digo que no son tan imparciales porque una cosa es exponer datos y otra muy distinta es analizarlos en un sentido u otro y reafirmarlos con humoradas.
Como no soy imparcial, soy frenteamplista, opino y participo (poco) pero creo que esta campaña tiene una singularidad muy trascendente, es un verdadero de cruce de caminos.
Que gane Tabaré o Lacalle definirá rumbos bien distintos. No será la edad o las habilidades gimnásticas lo que marcará las diferencias. Los uruguayo/as hemos apostado hace 10 años atrás mayoritariamente a abandonar el camino neoliberal, abandonamos el país de plaza financiera y servicios para abordar un camino de sociedad productiva y de inclusión.
De manera explícita, con errores o no, allí están todos los resultados de la gestión de los dos gobiernos. Con ingeniosas exposiciones la derecha en ascenso, toma aspectos parciales de la realidad y los transforma en ejes de campaña. Así defienden la baja de la imputabilidad, apropiándose de la inseguridad que los medios siempre están dispuestos a amplificar, pero omitiendo su responsabilidad por la fractura social generada por la desocupación y la marginalización. Por si fuera poco detrás de una supuesta austeridad republicana critican el gasto social, que no ha hecho otra cosa que paliar inequidades, incluir y por si fuera poco, algo que no se dice mucho y es que el dinero que el gobierno vuelca mes a mes en los sectores más desprotegidos de la sociedad ,vuelven rápidamente a la circulación, porque los pobres tienen necesidades básicas y no capacidad de ahorro, o sea el mercado interno, se beneficia de la política del estado, porque los pobres consumen, no viajan al exterior, no compran autos de lujo, pero consumen.
Pero para no abundar más, un solo dato que me parece relevante. El origen del Partido Nacional y del candidato que porta orgulloso su apellido, Lacalle, es el campo. Justamente el país de vacas y estancieros ha tenido la mayor transformación productiva que recuerde. Para minimizar los logros económicos los blancos mencionan la favorable coyuntura externa de mercados. Olvidan que para exportar hay que tener producción para ello. Así es que los rendimientos de nuestros productos tradicionales como carne y leche son fruto de éstas políticas y no de aquellas, la incorporación y diversificación de nuestra producción obedece a este gobierno. Por si faltara algo, los trabajadores rurales tuvieron que esperar una vida para que la jornada de ocho horas y seguridad social los contemplara.
Para hablar de herencias, se han hecho cargo del proyecto forestal y las papeleras, pero justamente el gobierno frenteamplista heredó solo el proyecto y tuvimos que abordar, resolver y llevar adelante todos los problemas políticos que implicó e implican aún.
Un verdadero cruce de caminos es lo que estará en disputa el próximo octubre, no cuestionaré ni su honestidad, ni su idoneidad, ni su simpatía, digo que la derecha conservadora votará el proyecto de Lacalle, los colorados de Bordaberry, sumarán sus fuerzas para hacer el cuarenta y pico porciento que pretenden ser, ese es un dato inequívoco. Lo que estará en disputa es la manera en que producimos y la manera en que repartimos los beneficios.
Para hacer más relevante el momento se podría decir que grandes cosas se disputarán en un pequeño espacio. El segmento de votos que está por definirse elegirá el presidente y las mayorías parlamentarias. En pos de ese lugar se perfilan las campañas de los sectores. Se genera hasta la particularidad que pequeñas colectividades apuntan a construir sus propios lugares a expensas de una realidad que definiéndose en dirección u otra implicarán sustanciales cambios. No es nuevo el concepto de “cuanto peor, mejor” hay quienes creen que la agudización de los conflictos y las contradicciones siempre es un resultado político correcto. Días atrás el candidato de Asamblea Popular a la presidencia, Abella, llamaba a quienes apoyamos a Constanza y que habían votado “contra Tabaré” que no lo hicieran ahora. Propone que los frenteamplistas voten su sector fuera del FA, como decisión coherente. En buen romance, lo único que sucederá es el corrimiento de unos miles de votos que en el mejor de los casos le darán una banca en diputados a su sector y erosionará al FA en la disputa con los blancos.
Desde otro lugar otra pequeña colectividad el Partido Independiente también propone votar fuera del FA. Pocos días atrás pasé frente a un local que el sector tiene en la Av.18 de julio, allí pude preciar que habían retirado las imágenes de Juan Pablo Terra y Hugo Batalla, en cambio, vi escrito: “la otra Izquierda ,” vos sabés que votas”.
En el caso de las imágenes, creo suponer una cierta alusión a su origen referencial, ambos líderes fueron fundadores del FA. Al retirarlos omiten sus referencias originales y reafirman el concepto de “otra izquierda”. Ésa que de distinto tendrá solamente una pequeña representación parlamentaria y con ella, quizás, pretenda ocupar un rol articulador a partir de un pequeño espacio conquistado. Pero lo que seguro que si logrará es erosionar en algunos miles de votos al FA.
Como puede apreciarse, mucho se disputa en poco. La democracia actual glorifica la singularidad y la diversidad, bien por ello, pero en esta elección el elegir sin contextualización general puede determinar que gane la derecha. El ejemplo de Chile y Piñera es un ejemplo cercano.
Los frenteamplistas tendremos entonces que volcar la balanza.
La cuestión es entre el proyecto de derecha del joven gimnasta blanco o el FA, el gobierno más humano y protector de los humildes que conoce el Uruguay, desde los tiempos del Pepe Batlle allá por principios del siglo veinte.
Por Walter Martinez
Columnista uruguayo
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