Brasil: En 2018, no ahora

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Brasil vive un momento lleno de contradicciones. En el corto plazo nos enfrentaremos a un grave problema económico causado por un enorme y creciente déficit en la cuenta corriente, que está aumentando el endeudamiento del país y lo amenaza con una crisis en la balanza de pagos, y una crisis de confianza interna que resulta del superávit primario que se tornó negativo y de la inflación que aumentó.

En el largo plazo, el escenario económico es más grave. Un país cuyo crecimiento per cápita fue del 4,1% anual entre 1950 y 1980, pasó a crecer menos del 1% desde 1980. Está prácticamente estancado.

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Igualmente preocupante es la crisis política que está paralizando al gobierno. Esta crisis comenzó en 2013, cuando a los errores del gobierno en el área económica y al bajo crecimiento se sumó el “mensalão”. A partir de este momento, los ricos, inclusive la alta clase media, que no estaban conformes con la clara preferencia por los pobres revelada por el gobierno en una época de bajo crecimiento, pasaron a mirar al PT y al presidente, ya no más como adversarios, sino como enemigos, y nos vimos ante un hecho sorprendente: el odio sustituyendo al desacuerdo y la crítica.

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Sin embargo, a pesar del desgaste que estaba sufriendo por buenas y malas razones, la presidente fue reelecta. Ganó por una pequeña diferencia, contando principalmente con el apoyo de los pobres. Contó, por lo tanto, con el apoyo de aquellos que tienen un voto — y no con el apoyo de la sociedad civil, o sea, de la suma de aquellos cuyo poder está ponderado por el dinero, por el conocimiento y por la capacidad de comunicación y organización que tiene cada uno.

Sin embargo, el poder real en una sociedad moderna está en la sociedad civil, no en el pueblo, lo que configura una crisis política grave. Pero una crisis que puede y debe ser administrada. La sociedad civil, en particular los ricos y la oposición política, precisa asumir su responsabilidad para con la nación, aceptar la derrota en las elecciones y volver a ayudar a que el país pueda ser gobernado, en vez de hablar de impeachment o de intentar hacer que el gobierno se torne inviable. El próximo embate electoral es en 2018, no es ahora.

Por Luiz Carlos Bresser-Pereira

Traducido para LA ONDA digital por Cristina Iriarte

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