¿A donde va Biden?

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El pasado 20 de marzo, se reunieron por primera vez altas autoridades de Estados Unidos y China. El encuentro en Alaska, en Anchorage, contó con la participación de Antony Blinken (Secretario de Estado) y Jack Sullivan (Asesor de Seguridad Nacional ) por el país anfitrión , y la delegación china fue encabezada por el Jefe de Asuntos Externos del PC Yang Jiechi y el Jefe de la Diplomacia Wang Yi.

La reunión fue precedida por una conversación entre Joseph Biden y Xi Jing Ping que fue catalogada de extrema dureza, a pesar de que Xi comentó públicamente que una confrontación entre ambas naciones sería un desastre.

En Anchorage las delegaciones (por lo menos en su fase pública) entrecruzaron muy duras acusaciones. Estados Unidos hizo una lista de situaciones en las que China violaba los derechos humanos y el derecho internacional (la etnia wigur y Xinjiang , Hong Kong, Taiwán y otros ) y China respondió en términos de igual dureza (injerencismo, falta de respeto a los derechos humanos de las minorías en su propio país, agresiones armadas y sanciones unilaterales a terceros países violando el derecho internacional). Este cruce inauguró un discurso radical de Estados Unidos. Poco tiempo después, Biden calificaría de “asesino” a Putin, que le respondería con un “el que lo dice lo es” y le aconsejara “que cuide su salud “.

En el encuentro posterior entre Estados Unidos y la Unión Europea, resultó muy clara la presión del primero en su determinación de restaurar la alianza transatlántica (relegada por Trump), pretendiendo reasumir su liderazgo. La respuesta fue ambigua. La Unión Europea durante el “abandono” de Trump, trazó de hecho su propia estrategia. Por ejemplo: Italia acogió la propuesta china de la Ruta de la Seda y Alemania y Rusia están acercándose a la finalización de la construcción de un gasoducto entre el puerto ruso de Vigor y el puerto alemán de Lubmin, cruzando el Mar Báltico. Estados Unidos presiona para no concluir el mismo, aduciendo daños a los intereses de Polonia y Ucrania. El Nord Stream 2 AG es un gasoducto en el que participan cuatro consorcios europeos; británicos, holandeses, franceses y alemanes y que llevan invertidos diez mil millones de euros. Alemania lo considera estratégico y lo califica como una gran iniciativa interempresarial entre dichos consorcios y la empresa rusa Gasprom.

Con respeto a China, si bien Europa comparte las críticas de Estados Unidos, simultáneamente defiende el histórico acuerdo de promoción y protección de inversiones con el gigante asiático, y sostiene que China es un “competidor sistémico y a la vez un socio imprescindible”. La alianza chino-rusa es estratégica y dejó hace tiempo de ser percibida como un “matrimonio de conveniencia”. Rusia se ha fortalecido con sus victorias geopolíticas de los últimos tiempos y ha respondido con extrema dureza ante sanciones de Europa y Estados Unidos y ha desplegado en la frontera con Ucrania un gran contingente militar. Putin cumplió con su anuncio de hace pocos años, de modernización de su arsenal estratégico. El nuevo misil Poseidón (con ojivas de varios megatones, que viaja a más de 7 veces la velocidad del sonido) o el más reciente Sirkon junto a un incremento de bases en el Mar Ártico, equiparando el despliegue de fuerzas occidentales , hablan de la magnitud de la alianza chino-rusa en lo militar. En America Latina China se ha convertido en el principal socio comercial. Ha cooperado en la pandemia con sus vacunas y es la única gran economía del mundo que ha logrado seguir creciendo.

Las visitas de altas autoridades del Departamento de Estado a nuestros países, exhibiendo un duro discurso contra China, ilustran esta política exterior de la administración Biden. Las situaciones descritas sugieren varias interrogantes: ¿puede el nuevo gobierno de Estados Unidos creer posible restaurar el “liderazgo” de la era pre Trump? Las élites políticas , económicas y militares,estadounidenses, ¿pretenden realmente desconocer que la hegemonía global de su país ya se había acabado en la era Obama?

Los fracasos acumulados geopolíticos de Estados Unidos en Afganistán, Irak y Siria la impotencia mostrada ante la recuperación de Crimea por Rusia, el papel casi secundario en el desastre libio, parecen ejemplos (entre otros) imposibles de desconocer como síntomas expresivos de la decadencia y el fin de la hegemonía global. Trump no fue la causa. Fue una trágica consecuencia. ¿Cree Estados Unidos que puede pretender seguir mostrándose como faro de la democracia en el mundo? Cuatro años de prédica racista, xenófoba, instigadora de movimientos supremacistas de inspiración nazi, de alianzas con personajes como Bolsonaro, de políticas intervencionistas, de desprecio a la instucionalidad multilateral, ¿pueden ser ignorados y pretender reinstalar un liderazgo desconociendo los cambios producidos en el mundo?

¿Hacia dónde se dirige Biden?

¿Pueden ser las señaladas duras posiciones y las pretensiones formuladas una táctica política para presentarse más fuerte que Trump en un país que quedó malherido por la división extrema de la campaña electoral y el asalto al Congreso? Son interrogantes que se pueden plantear. No parece que el rumbo exhibido hasta ahora pueda mantenerse. La alianza chino-rusa aparece muy consolidada. Europa se encuentra presionada, pero es muy poco probable que sacrifique intereses estratégicos. La alianza transatlántica se podrá reconstruir, pero sobre nuevas bases. El mundo es otro. Nueva carrera armamentista. Nueva guerra fría, nuevos actores regionales, incertidumbres por la pandemia y sus diversas consecuencias, revolución científico-tecnológica vertiginosa, hacen de la prospectiva una disciplina más desafiada que nunca. Uno de los desafíos mayores es saber ¿hacia dónde va la política exterior de la administración Biden?

 

 

Por Carlos Pita
Médico, político, ex embajador uruguayo en EE.UU.

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