Cada día miles de científicos y académicos trabajan arduamente en sus investigaciones en universidades, institutos y fundaciones. Cuando por fin las terminan, las publican en revistas científicas que, se supone, revisan su veracidad y rigor. Ya han aportado su granito de arena a la historia del conocimiento. Después de años, se descubrió que muchos artículos publicados tenían datos falseados.
Pero, ¿realmente es así siempre?, ¿nos podemos fiar de los mecanismos de control de estas publicaciones?
El foco de la sospecha se volvió a iluminar hace unos días, después de que la prestigiosa revista científica estadounidense «Science» anunciase la retirada, por «irregularidades», de un artículo publicado en diciembre sobre cómo una conversación de 20 minutos podía hacer cambiar la opinión de la gente sobre el matrimonio homosexual.
«Tergiversación», «declaraciones falsas» e «incapacidad de despejar dudas sobre irregularidades estadísticas» fueron algunos de los argumentos esgrimidos por «Science» para retirar el artículo cinco meses después de publicarlo. Una mancha en su expediente.
Un artículo que relacionaba falsamente autismo y vacunas fue utilizado como arma propagandística de los detractores de las mismas. Por lo general el público se puede fiar de las publicaciones científicas más prestigiosas. Por ejemplo, la revista «Nature» rechaza el 92% de los trabajos que recibe, según sus datos.
Aun así el riesgo del fraude científico va en aumento. Tanto, que el número de estudios retractados por las publicaciones (retirados tras ser publicados) se ha multiplicado por 10 desde 1975, según un informe del instituto PNAS.
Pero, sin ser la norma, algunas retractaciones han ocasionado un gran escándalo en los últimos años.
Autismo relacionado con vacunas
En 1998 la revista médica «The Lancet» publicaba un estudio del doctor Andrew Wakefield que vinculaba la vacuna de la triple vírica (sarampión, rubeola y paperas) con el autismo en niños.
El estudio tuvo una gran repercusión y, junto a otras campañas, creó un ambiente contrario a las vacunas en muchos padres. En 2003, las vacunaciones de la triple vírica descendieron en Reino Unido por debajo del umbral recomendado.
En 2010 la revista se vio obligada a retirar el supuesto estudio científico después de que el Colegio General Médico (GMC) británico descubriese el engaño.
Las conclusiones eran falsas y los métodos utilizados también, según esta institución. La bióloga Haruko Obokata se disculpó ante la prensa por sus «errores». Negligencia médica, ocultación de datos, utilización de niños… fueron algunas de las acusaciones vertidas en lo que muchos denominaron el mayor escándalo médico de la década.
La deshonra de Haruko en «Nature»
El 29 de enero de 2014, la joven bióloga japonesa Haruko Obokata publicaba en la prestigiosa revista «Nature» un método sencillo y revolucionario para reprogramar células adultas (sumergiéndolas en un ácido) para obtener células madre.
Sin embargo, la comunidad científica denunció el uso de imágenes duplicadas para documentar el estudio y la incapacidad para replicar los resultados del mismo. En julio de 2014, «Nature» retiró el estudio debido a sus «errores graves».
Ratas y cáncer por comer maíz transgénico
En 2012 llegó una publicación bomba en pleno debate sobre los transgénicos. Una revista considerada respetable revelaba un estudio que vinculaba la ingesta de maíz transgénico de Monsanto con grandes tumores cancerígenos en ratas.
El trabajo de Seralini que relacionaba cáncer en ratas y maíz transgénico fue un bombazo en pleno debate sobre estos alimentos. Un año después su estudio fue retirado.
El trabajo del biólogo francés Gilles-Eric Seralini mostraba en la revista «Food and Chemical Toxicology» roedores con tumores del tamaño de una pelota de pin pong que atribuía a este alimento genéticamente modificado.
Los activistas contra los alimentos transgénicos utilizaron este estudio como arma en sus reivindicaciones… Se precipitaron tanto como la revista al publicarlo.
Algo más de un año después, la publicación se vio obligada a revisar su autenticidad tras una investigación de la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria.
Esta revisión llegó a la conclusión de que la cepa de ratas empleada por Seralini era propensa a desarrollar tumores de manera natural y que el investigador apenas utilizó 10 ratas por grupo de estudio, una cantidad insuficiente para sacar conclusiones, según la revista. La relación entre pesticidas y estrógenos que no se podía replicar
Otro patinazo que sufrió «Science» en 1996.
La revista publicó un estudio que aseguraba que la mezcla de algunos pesticidas podía provocar desórdenes endocrinos y aumentar anormalmente la producción de hormonas de estrógenos. A veces, se retiran trabajos por errores en los que no hay consensos. «Nature» rechaza el 92% de los estudios que recibe.
Esto podía originar cáncer y malformaciones de nacimiento en seres humanos y animales. Un año después el autor, John A. McLahan, admitió que los resultados de su investigación no podían reproducirse. Por tanto no eran válidos y hubo que retirar el trabajo.
Polémica retirada de un trabajo avalado por un Nobel
A veces la retirada de un trabajo científico no es un asunto que responda a malas intenciones o prácticas lo suficientemente inexactas como para que haya un consenso de que debe retractarse.
Es el caso de un trabajo científico publicado en «Science» en 2009 por un equipo internacional dirigido por Manuel Ferrer, de Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) español.
Versaba sobre un nuevo método de análisis de la actividad enzimática de una célula basado en un chip que desarrollaron. Una serie de errores llevaron al retiro del artículo, aunque eminentes científicos no estaban de acuerdo con ello. Fue el caso de Richard Roberts, un premio Nobel de Medicina estadounidense , que aseguró haber probado el chip y que funcionaba casi a la perfección. Los pequeños errores no le parecían suficientes para retirarlo. De nada sirvió su queja.
Por: Jesús Moreno
Fuente: BBC Mundo
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