Toda postura sobre la vida futura de nuestros hijos y nietos puede abrevar en las arcaicas y sabias lecciones del pasado remoto. Estamos actuando como Ícaro, camino al Sol, sin atender señales claras como las que dejó la pandemia y el contagio masivo de gérmenes para que luego los mercaderes de la desgracia humana obtengan su lucro. El ejemplo de millones de contenedores abandonados en puertos y aeropuertos con mercadería echada a perder por innecesaria, perecedera… o pasada de moda, muestran el absurdo de mover y movernos de aquí para allá al servicio del mercado. En verdad casi todo lo que se traslada en contenedores podría crearse en cualquier lugar del mundo… allí donde más se necesite! El fabuloso costo de ese componente de la globalización, transportar de aquí para allá y viceversa no contribuye a satisfacer necesidades básicas de las mayorías de población en el planeta. Tampoco lo hace el multitudinario traslado de personas, liderado por el consumo turístico. Esta mega lección debe servir para empezar a actuar sobre las causas de nuestros males más que sobre sus efectos.
Todavía es posible configurar al globo en un enorme hogar humano compuesto por infinidad de lugares con burbujas colectivas que ambienten la vida local donde se produzcan y consuman los insumos básicos para una vida digna de sus pobladores. Y optimizar la conexión entre producción y consumo con transporte entre distancias menores. Y también ahorrar energía sustituyendo aviones por barcos en tanto los grandes territorios continentales del globo están unidos por agua. En cuanto a los seres humanos, se debe admitir la movilidad y asentamiento como un derecho de ciudadanía universal, pero sin aumentar costos al planeta. Y repensar el turismo en función de loables principios más no del ultra consumo y el gasto de energías no renovables.
El transporte individual
Creer que el transporte individual satisfará la plena movilidad elude la pregunta previa ¿para qué queremos esta última? El aumento del parque automotor hasta la saturación retrotrae a la metáfora de “el aprendiz de brujo”. Esa obra musical describe el drama del hombre que imita al brujo y logra que el ánfora le traiga agua del manantial, pero como no sabe pararla termina ahogado. Eso mismo está pasando con la masificación automotora que hoy satura ciudades y carreteras. No nos transporta más rápido y no nos lleva al lugar donde vamos sino a donde podemos estacionar. Y con mayores costos y riesgos. El estrés creado en el transitar y la creciente saturación de los espacios públicos en desmedro de la movilidad y accesibilidad resultan análogos al ahogo del aprendiz.
La producción superflua
La diversidad componente de la oferta es otro paradigma del mercado mundial. Su dudosa virtud se sostiene en un coste mayor al planeta, no únicamente por el transporte ya que la libre competencia ha puesto el envase por encima del producto. Hasta una inofensiva pastilla calmante se nos entrega en un blíster hermético, dentro de una caja impresa por afuera con un impreso dentro…todo en una bolsa de nylon! Es absurdo el tiempo que duran productos con envases que polucionan el medio ambiente mientras caemos en la trampa de elegir: biodegradables o reciclables. Lo necesario e imprescindible para generar menos residuos es que no haya envases innecesarios.
Conclusiones propias
Los nuevos “expertos” acreditan que estas tendencias harán una vida mejor mientras, en minoría, serios investigadores detallan las incidencias residuales negativas de los “productos” de la nueva era industrial.
He sostenido como la más trascendente enseñanza en la historia de la humanidad el que los mayores imperios creados han sucumbido por acciones desde el interior de los mismos. Han implosionado. Si continuamos como sintetizo, esta era de la sociedad humana no será la excepción.
Por Luis Fabre
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