“Las vidas de Sing Sing”: El arte como sanadora evasión

Tiempo de lectura: 10 minutos

La privación de libertad, el agobiante tormento del encierro, la soledad y el peso de la culpa no exenta de arrepentimiento ni de esperanza de recuperación del derecho a interactuar en la sociedad y el arte como sanadora evasión, son los seis pilares argumentales que propone “Las vidas de Sing Sing”, el conmovedor drama del realizador estadounidense  Greg Kwedar, que cosechó varias nominaciones al Oscar.

 El cine ha sido recurrente en la producción de películas sobre temas carcelarios. En ese contexto, en la mayoría de los casos esas propuestas han devenido en desgarradores cuadros de violencia explícita –con maltratos torturas y hasta muertes- y en otros con el encierro como impronta que devasta los cuerpos y las psiquis. Casi siempre, la cárcel es un sinónimo no sólo de encierro sino de padecimiento y de flagrante violación de los derechos humanos, en sistemas punitivos que ignoran que los presos son también seres humanos, por más que hayan cometido errores y trasgredido las normas que rigen el estado de derecho.

Naturalmente, hay filmes que recrean privaciones de libertad de inocentes o, en aquellos relatos de contenido político, personas privadas de libertad por razones ideológicas.

Aunque hay centenares de películas ambientadas en centros penitenciarios, en un repaso muy breve acuden a nuestra memoria potentes filmes de la talla de “La evasión” (1960), de Jacques Becker, “El gran escape” (1963), de John Sturges, “La celda olvidada” (1963), de John Frankenheimer, “La leyenda del indomable” (1967), de Stuart Rosenberg, “Papillón” (1973), de Franklin J. Schaffner, “El expreso de medianoche” (1978), de Alan Parker, “En el nombre del padre” (1993), de Jim Sheridan, “Alcatraz”(1979), de Don Siegel, “Brubaker” (1980), de Stuart Rosemberg, y “Sueños de libertad” (1994), de Franck Darabont, F entre muchas otras.

En casi todas estas historias, algunas de ellas inspiradas en hechos reales, prevalece el encierro como una suerte de tortura. En efecto, las propuestas que apuntan a la redención o la reeducación son minoritarias, lo cual corrobora que la cárcel tiene casi siempre muy mala fama, porque las condiciones de reclusión no son las mejores ni plantean una perspectiva de profilaxis del delito.

Por supuesto, en las sociedades de los países periféricos, donde prevalece la violencia por razones multicausales, la pobreza, la marginación y la hegemonía del narcotráfico como negocio pero también como oportunidad para los más desvalidos, el porcentaje de personas privadas de libertad es sustantivamente superior al de las naciones consideradas desarrolladas, donde, en algunos casos, como en las naciones nórdicas, están cerrando establecimientos penitenciarios e incluso estos son arrendados a terceros países, porque las tasas delictivas no justifican la aplicación de la punición con una alta tasa de presos. Naturalmente, Estados Unidos, que es el país más violento del continente americano, tiene índices de presos muy similares a las denominadas sociedades subdesarrolladas. 

En el caso de Uruguay, la situación es realmente explosiva, porque las cárceles están a un 120% de sus capacidades locativas, lo cual ha devenido en dramáticos cuadros de degradación, porque la cantidad de presos aumentó más de un 50% en los últimos cinco años, como consecuencia del endurecimiento de las normas sancionatorias y el escaso uso de las penas alternativas.

Al respecto, un reciente informe de Amnistía Internacional advierte sobre el aumento de 15.000 personas privadas de libertad en 2023 a 16.118 a finales de año 2024, acorde a lo reportado por la  Oficina del Comisionado Parlamentario para el Sistema Penitenciario liderada por Juan Miguel Petit.

El informe denuncia las condiciones de hacinamiento que continúa experimentando el sistema penitenciario, que evidencian problemas incluso más terribles,  como los casos de muertes por incendios en las unidades penitenciarias. Al respecto, Amnistía Internacional recordó el fallecimiento de seis personas privadas de libertad en unsiniestro intencional en el módulo 4 de la Unidad 4 de Santiago Vázquez (ex Comcar), en setiembre de 2024, y de otras seis en diciembre de 2023, en el mismo módulo y por el mismo motivo.

El informe también alerta sobre el aumento del número de mujeres privadas de libertad, que en los últimos 20 años se incrementó en un 965%. A diciembre de 2025, 1.344 mujeres se encontraban privadas de libertad y, a su vez, 70 niñas y niños se encontraban bajo custodia junto a sus madres.

Este es el estado de situación del sistema carcelario uruguayo, donde se violan groseramente los derechos humanos de los reclusos, que, por lo menos hasta 2024, eran tratados como bestias y no como personas, no sólo por falta de empatía sino también por falta de inversión y por la ausencia de la búsqueda de otras estrategia sancionarías.

Incluso, la LUC, promulgada por el gobierno de derecha anterior, que además de endurecer las penas para diversos delitos eliminó la redención de pena por estudio o trabajo, conspira claramente contra las posibilidades reales de rehabilitación y de ulterior reinserción de los reclusos en la sociedad. No en vano, la reincidencia se mantiene en un 70% de los excarcelados, quienes, en la mayoría de los casos, vuelven a delinquir o están condenados a sobrevivir en la pobreza y en situación de calle, porque carecen de la preparación y de las herramientas mínimas para desempeñarse en el mercado laboral.

En efecto, más del 90% de los presos son jóvenes y pobres y bastante más de la mitad incluso son analfabetos, por lo que estarían condenados a desarrollar trabajos de baja calidad y con salarios de indigencia y expuestos a la vulneración de sus derechos por ignorancia.

Esta introducción, que apunta básicamente a reseñar algunas de las películas producidas sobre el tema carcelario y las habituales condiciones de rigor de los cuadros de reclusión, nos permite relacionar las radicales diferencias existentes entre estos filmes precedentes sobre esta temática y “Las vidas de Sing Sing”, que es una suerte de hallazgo, tanto por su abordaje – profundamente humano y humanista- como por su estética cinematográfica.

Naturalmente, esta historia, en la cual interactúan actores profesionales con ex reclusos, está ambientada precisamente en la célebre prisión neoyorquina de Sing Sing, que tiene más de dos siglos de existencia, donde desde hace años se desarrolla un taller de teatro destinado a reeducar a la población carcelaria.

Como se recordará, en 2012, los talentosos cineastas hermanos Paolo y Vittorio Taviani, elaboraron una propuesta similar, con “César debe morir”, ambientada en una cárcel de alta seguridad.

En esta recordada película los presos encarnaban a los personajes de la tragedia del dramaturgo británico William Shakespeare, que recrea el asesinato del cónsul romano Cayo Julio César en el senado romano. En ese caso, el cuadro teatral era extrapolado a la violencia que reinaba en la sociedad italiana con la mafia como protagonista.

Basada en historias reales que abrevan del Programa de Rehabilitación a través de las Artes”, este film expone otra faceta de la cotidiana vida carcelaria, minimizando los conflictos y maximizando los acuerdos entre los internos y sus carceleros.

En efecto, la violencia está virtualmente ausente y, en cambio, parte de los reclusos integran una suerte de comunidad colectiva de sensibilidades, no sólo para expiar sus culpas sino también para recuperar parte de su humanidad, radicalmente horadada por el encierro.

En ese contexto, el protagonista del relato es John ‘Divine G’ Whitfield (Colman Domingo), un negro privado de libertad por un homicidio que no cometió. Empero, pese al esfuerzo de la defensa, las apelaciones no han rendido sus frutos.

Para apagar el dolor que le genera su transitoria conculcación de libertad, lidera un taller de teatro destinado a rescatar a los demás presos del aislamiento, partiendo de la premisa de que un trabajo colectivo puede minimizar su dolor y su violencia contenida.

Se trata de una persona educada y capaz de escribir una obra de teatro y, lo que es aun más importante, de liderar un proyecto que logre nuclear a sus compañeros en torno a un objetivo común, que les permita recuperar su identidad y dejar de ser meros números.

En ese marco, el dramaturgo elegido es Williams Shakespeare y las obras seleccionadas son “Hamlet” y “El rey Lear”, dos relatos contaminadas por las intrigas y las traiciones, situaciones con las que se pueden sentir identificados por sus propias experiencias de vida y por las peripecias padecidas en la sociedad.

Obviamente, uno de los mayores desafíos es amigar a los presos con la cultura y particularmente con la lectura, a los efectos de sacarlos, del ocio,  de la ruminación y de las lucubraciones absurdas, características de las personas que están condenadas a vivir entre cuatro paredes y con un contacto mínimo con sus pares.

Para todos los que participan en esta propuesta, que demanda aprender los movimientos de los personajes en una escenografía mínima y austera y memorizar los parlamentos, esta novedosa aventura es una suerte de escape hacia un universo paralelo, que trasciende imaginariamente a los muros y los barrotes del penal.

Es, en buena medida, un ejercicio de libertad, donde abunda la creación y el trabajo colectivo, como si se tratara de una cooperativa de esfuerzos en la cual todos desempeñan un rol protagónico de mayor o menor relevancia.

Además de este negro preso, que jamás es discriminado por el color de su piel, el otro líder de este ambicioso emprendimiento es Brent (Paul Raci), un pelilargo veterano muy inteligente, que transforma inicialmente esta propuesta en una suerte de juego, para mitigar la colisión entre la dura realidad de los reclusos y el  arte, que en este caso, opera como una suerte de emancipación.

Uno de los cuadros teatrales más interesantes es el protagonizado por el Divine G y Mike Mike (Sean San José), quienes trabajan  con el recién ingresado Clarence Maclin, un criminal muy agresivo que presiona y amedrenta a sus compañeros. Sin embargo, luego de iniciales reticencias y desconfianzas, acepta finalmente incorporarse al proyecto artístico y redescubre sus propios sentimientos y vivencias al interpretar personajes de “El rey Lear”.

Tal vez esta sea la mutación más significativa, por las características del interno, quien inicialmente cree que el único modo de sobrevivir en la cárcel es hacerse respetar mediante la violencia como sucede cotidianamente en su barrio y, luego, con el tiempo, se asoma a un nuevo mundo –el del teatro- que le permitirá recuperar sus residuales resquicios de humanidad y asumir que otra realidad es posible, incluso en el acotado espacio de una calda o en un escenario ficticio montado con esfuerzo e imaginación en el establecimiento penitenciario.

Empero, como se trata de un proyecto colectivo en el cual todos tienen para aportar para que no se sientan rezagados, lo que prevalece es la lluvia de ideas que deviene inexorablemente en una mixtura entre géneros, para contemplar los gustos de todos.

En ese contexto, no sorprende que el preso más beligerante apueste a la comedia, partiendo de la premisa que la tragedia ya de por sí está impregnada en la vida cotidiana y es indispensable apuntar a exorcizar todos los fantasmas de un pasado ominoso que terminó con estas personas tras las rejas.

No en vano, este interno elige el soliloquio de “Hamlet” y, en cierto modo y por un momento, se empodera del personaje del príncipe de Dinamarca. En efecto, en este caso el dilema 

shakespeariano del “ser o no ser, esa es la cuestión” adquiere un significado particular. Por supuesto, dentro de una cárcel y privada de libertad, la persona, en muchos aspectos, deja de ser. Por ejemplo, deja de ser un individuo libre y autónomo que toma sus propias decisiones y es dueño de su destino. En este caso, tal cual lo expresa el autor, es probable que la alternativa sea “morir” o bien ·dormir” y hasta “soñar”.

Es claro que se puede soñar que se es libre aunque no se sea libre, ya que la experiencia onírica es casi siempre emancipadora, porque los sueños, salvo las pesadillas, son casi siempre una expresión de deseo censurado o reprimido, según la teoría del padre del psicoanálisis Sigmund Freud. 

En efecto, así como este preso se identifica con Hamlet, el alienado y sufriente príncipe danés de la tragedia de Shakespeare que tiene alucinaciones con el fantasma del padre, sus compañeros se identifican con otros personajes de la ficción, lo cual les permite transitoriamente ser otras personas. De algún modo, aunque permanezcan tras las rejas, estos reos se evaden y dejan atrás transitoriamente sus respectivas desdichas.

Para ellos, esta puesta teatral es una suerte de refugio pero también de evasión, porque estudian, memorizan y a la vez se divierten. Mediante esta estrategia, combaten el ocio pero también el aislamiento, ya que están interactuando permanentemente con sus compañeros, aunque luego deban regresar al frío de sus celdas, con la convicción que cada día que transcurre será un día menos de prisión y también un día más de aprendizaje.

A diferencia de la mayoría de las propuestas cinematográficas que abordan el tema carcelario, “Las vidas de Sing Sing” es una película que está absolutamente despojada de toda violencia, porque el arte se transforma en una suerte de terapia de contención y de humanización.

Una de las intrínsecas virtudes de esta película es que en su reparto tiene apenas tres actores reales, ya que la mayoría de quienes se sitúan ante las cámaras son ex presidiarios, que se representan a sí mismos. Obviamente, aunque por momentos se nota que no se trata de profesionales de la actuación, igualmente se desempeñan con naturalidad, porque para ellos esta fue una experiencia inédita y seguramente enriquecedora, que les permitirá crecer como personas.

Este valioso film visibiliza un proyecto que debería ser emulado en las cárceles uruguayas, donde las condiciones de reclusión son paupérrimas, luego que el gobierno anterior, que no invirtió nada para mejorar la situación, hizo crecer la población de personas privadas de libertad en más de un 50%.

Se trata de un film testimonial, que transmite esperanza donde habitualmente reina la desesperanza y humaniza a quienes han perdido su libertad pero se resisten a perder su dignidad.

Por Hugo Acevedo
Periodista y crítico literario

FICHA TÉCNICA

Las vidas de Sing Sing (Sing Sing). Estados Unidos 2023. Dirección: Greg Kwedar. Guion: Greg Kwedar, Clint Bentley, John Divine G Whitfield, Clarence Maclin, John H. Richardson, Brent Buell. Fotografía: Pat Scola. Música: Bryce Dessner. Edición: Parker Laramie. Reparto: Colman Domingo, Clarence Maclin, Sean San José y Paul Raci.

 

(Síganos en TwitterFacebook)
INGRESE AQUÍ POR MÁS CONTENIDOS EN PORTADA

Las notas aquí firmadas reflejan exclusivamente la opinión de los autores.