Uruguay, firme en la desigualdad de género

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   / Por Sofía Moure – La brecha de género en Uruguay se mantuvo relativamente estable en 2024 respecto del año previo, según el último Reporte Global de Brecha de Género del Foro Económico Mundial. Pero se está peor que Honduras, Chile, Colombia y Argentina, por ejemplo ¿A qué se deben los mínimos avances para igualar las condiciones de participación de las mujeres en el Uruguay y qué se puede hacer para superar esa meseta?, plantea esta nota del diario Ambito.

Mientras crece a nivel mundial y se posiciona entre los países más desarrollados en diversas áreas, Uruguay no logra mejorar su posición en el ranking de brecha de género. El reporte del WEF, que permite comparar el desempeño de las naciones en materia de equidad entre mujeres y hombres —y es insumo para visualizar áreas de mejora o retroceso en el tema, así como para la confección de políticas e iniciativas en ese sentido— lo ubicó en el puesto 71 de 148, y se mantiene en la mitad de la tabla.

Es que, en 2024, el índice de brecha de género uruguayo fue del 0,720. El año anterior había sido del 0,715, y si bien la desmejora es muy leve —puede considerarse como una estabilidad relativa— “la posición implica un rezago considerable con relación a países de la región, como Chile y Argentina” (puestos 22 y 37, respectivamente), además de “una peor posición respecto a países como Colombia (61) y Honduras (67), incluso aunque ambos tengan peores registros en términos de participación económica y oportunidades para las mujeres”, detalló Paola Azar, doctora en Economía Aplicada, profesora e investigadora del grupo Género, Economía y Políticas Públicas de la Universidad de la República (UdelaR), en diálogo con Ámbito.

Los avances en materia de igualdad de género no son pocos en Uruguay y se ha logrado reducir la brecha tanto en la participación laboral femenina —del 20% al 15% entre el 2010 y la actualidad— como en la diferencia de ingresos: las mujeres obtienen un 75% del ingreso mensual y un 93% del ingreso por hora de los varones, cuando en 1990 las diferencias eran del 45% y el 30%, respectivamente, según un informe conjunto de la Cepal y la ONU.

Estos progresos “fueron fruto de la implementación de políticas públicas de diferente índoles durante los últimos años”, apuntó Azar, pero “es claro que resta un largo camino por recorrer”. “Los años posteriores a la pandemia han mostrado un relativo estancamiento, tanto en términos de medidas de política como de cambio en los indicadores de actividad y progreso económico”, agregó.

De hecho, la respuesta al actual posicionamiento de Uruguay en el Índice de Brecha de Género es, efectivamente, el estancamiento. “Las estructuras y los cambios asociados a las brechas de género son siempre lentos y vienen por grandes movimientos subterráneos que tienen que ver con cambios culturales respecto de la participación de las mujeres”, consideró Maira Colacce, doctoranda en Economía, investigadora de la UdelaR y una de las autoras del estudio de Cepal-ONU.

La paridad política es, al parecer, el talón de Aquiles uruguayo.El informe del WEF registró al respecto una leve desmejora en el área de Participación económica y oportunidad —que las especialistas asocian al ciclo económico y el hecho de que las mujeres sean “trabajadoras secundarias o agregadas”—; pero el sector más significativo en cuanto a la desigualdad de género en el país es el de participación política (índice de 0,190).

“Las mujeres en Uruguay tienen bajas posibilidades para ser electas y designadas en cargos políticos y para desempeñarse en cargos de decisión, en el ámbito público y privado, a pesar de tener más años de estudio”, señaló Azar. Un dato que llama aún más la atención si se considera el alto nivel de ingreso per cápita, los altos niveles educativos de las mujeres y que la uruguaya sea “reconocida como una de las democracias más estables e institucionalizadas del continente”.

Colacce resumió este escenario sobre dos ejes que permiten buscar una explicación más profunda: la distribución del trabajo no remunerado (que limita la disponibilidad de las mujeres) y la percepción general de quiénes son mejores en la toma de decisiones. Si bien reconoció que “en el gobierno actual hubo una preocupación explícita de un armado más paritario del gabinete ministerial”, todavía persisten “visiones de género en Uruguay, pese a la tendencia a creer que somos muy igualitarios”.

“Las principales trabas deben buscarse dentro de las instituciones y, en particular, en el propio sistema político. En las prácticas cotidianas en estos ámbitos, las mujeres continúan siendo consideradas ‘invasoras del espacio’ cuyos dueños son los varones”, apuntó Azar, al respecto, y agregó que “la reticencia del sistema político al avance de las mujeres se expresa claramente en la imposibilidad de aprobar una ley de paridad”, en la configuración de las candidaturas y en el “manejo de la ley de cuotas”.

Para las especialistas, el tema no es para nada menor: “La calidad de la democracia depende de su representatividad y ésta, a su vez, depende de que la ciudadanía efectivamente acceda a la discusión y la toma de decisiones. Las restricciones en el acceso de las mujeres al sistema político determinan que ni la actividad ni la agenda política constituya un reflejo de la diversidad de necesidades, demandas y posturas que conviven en la sociedad uruguaya”, en tanto hay un sector de la misma que todavía permanece en claras condiciones de desigualdad.

 
 
 

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