Los días 10 y 11 de abril se realizará en Panamá la VII Cumbre de las Américas, en la que está prevista la participación de las 34 naciones del continente, incluida Cuba, y 31 de ellas a nivel de primer mandatario.
La mención de la sede de la Cumbre evoca de inmediato el Congreso Anfictiónico de Panamá, convocado en 1826 por el Libertador Simón Bolívar para propender a la unión de las repúblicas del sur. Un cartel alusivo al evento, ampliamente difundido, muestra un mapa de las Américas, colocando en la parte norte la leyenda: ESTADOS UNIDOS y en la parte sur el lema: ESTAMOS UNIDOS, lo que subraya la esencia integracionista del acontecimiento, cuyo transcurso estará dominado por dos temas de candente actualidad: el nuevo giro de las relaciones entre Estados Unidos y Cuba, con la posibilidad cierta de la reanudación de las relaciones diplomáticas recíprocas y el clamor continental de que de una vez por todas se levante el infame bloqueo que soporta la isla desde hace más de medio siglo; y la amenaza del imperio contra Venezuela contenida en la orden ejecutiva del presidente Barack Obama del 9 de marzo, que entraña el peligro real y a corto plazo de una invasión o ataque militar contra la nación bolivariana.
Panamá trae también a la memoria otros acontecimientos señeros que están incorporados a la mejor historia de la América Latina y caribeña; en particular, la lucha acendrada del general Omar Torrijos por recuperar la plena soberanía de la nación y su dominio sobre el Canal de Panamá, lo que tras una brega prolongada se logró mediante la firma de los Tratados Torrijos-Carter, puestos en ejecución a fines de 1999. Recuerda también una de las más cruentas intervenciones armadas del imperialismo yanqui contra Panamá, la de diciembre de 1989, con la consiguiente masacre en Los Chorrillos, cuyas consecuencias aún se pueden visualizar. Panamá evoca asimismo la recuperación de la soberanía panameña sobre el Canal interoceánico, la eliminación de la cadena de bases militares yanquis donde se gestaron múltiples golpes de estado e intervenciones contra las naciones de nuestra América. Precisamente en una de esas bases militares (la de Fort Clayton) juró el presidente Guillermo Endara tras la invasión de 1989. Por último, cabe señalar que hoy está en plena marcha la construcción de un nuevo Canal de Panamá, una magna obra, iniciada bajo el gobierno de Martín Torrijos y continuada en el presente, que permitirá la circulación de naves de mayor calado uniendo ambos océanos.
Por todo ello Panamá es una digna sede para debatir los acuciantes problemas actuales de América Latina, que a su vez revisten un carácter contradictorio. Porque si bien por una parte se han registrado avances apreciables en el tema de la reanudación de las relaciones entre Cuba y Estados Unidos, por otro lado la amenaza de Obama contra Venezuela es certeramente considerada por todos los gobiernos de la región como un peligro latente de crudo intervencionismo contra toda América Latina; y sobre la base de esta clara toma de conciencia se refuerzan los esfuerzos de solidaridad plena con el pueblo y el gobierno de la República Bolivariana, por parte de pueblos, gobiernos y organizaciones integracionistas del continente y del mundo.
A todas las declaraciones de solidaridad con Venezuela se sumó en las últimas horas (el sábado 4) el presidente Evo Morales, una vez más, quien en una visita a un centro cocalero en el centro del país insistió, según consigna la radio católica Fides, en que “la región consolide un bloque unitario más pacifista, que no está pensando en invasiones y en espías”. Abogó por “un debate franco, sincero y público” en la próxima Cumbre de las Américas. En marzo, el presidente Morales había declarado que Obama debería pedir perdón a Latinoamérica, antes de la Cumbre, por haber declarado a Venezuela como una “amenaza extraordinaria e inusual a la seguridad nacional y la política exterior de Estados Unidos”. Uniendo este hecho al bloqueo contra Cuba, el presidente boliviano declaró que Estados Unidos debía suspender el bloqueo económico, comercial y financiero contra Cuba.
Esta declaración se suma a las que, en solidaridad con Venezuela, emitieron todos los organismos de integración latinoamericanos y caribeños, como la Unasur, la Celac y el Alba, todos ellos por unanimidad de sus integrantes. A ello se agregan las tomas de posición de organismos internacionales de sólido arraigo y dotados de cientos de millones de adherentes, tales como el Consejo Mundial por la Paz, el Movimiento de Países No Alineados (Mnoal), la Federación Mundial de Juventudes Democráticas, la Federación Sindical Mundial, la Federación Internacional de Mujeres, la Organización Latinoamericana y Caribeña de Estudiantes (Oclae).
El Consejo Mundial por la Paz tuvo la feliz iniciativa de proclamar el próximo domingo 19 de abril como “Día de acción mundial de solidaridad con el pueblo de Venezuela”. En su manifiesto condena la escalada de agresividad imperialista contra dicho país y considera ese acto como una intervención abierta en los asuntos internos de un país soberano, todo ello en un período de creciente agresividad del imperialismo en varias regiones del planeta, con guerras e intervenciones militares. En consecuencia, llama a organizar en todos los países el 19 de abril el día mundial de solidaridad con Venezuela, reclamando el levantamiento de la orden ejecutiva de Obama y de las sanciones contra Venezuela.
El canciller cubano Bruno Rodríguez Parrilla considera que la decisión de Obama carece de todo fundamento, que las sanciones son arbitrarias y agresivas y que con estas medidas el gobierno de Washington “ha provocado un daño grave al ambiente hemisférico en víspera de la Cumbre de Panamá”.
A todo esto, desde Venezuela se ha lanzado una campaña de recogida de firmas bajo el lema: “Obama, deroga el decreto YA”. Esa consigna preside todas las emisiones de Telesur. Ha sido recogida por los pueblos de América Latina y de otras regiones del mundo, que colaboran en la recogida de firmas, tema promovido en las grandes manifestaciones que conmovieron numerosas ciudades de países de todos los continentes, Montevideo incluido. En Venezuela misma ya se han sobrepasado los 5 millones de firmas, y la meta es alcanzar los 10 millones de adhesiones para entregarlas al Presidente Obama, en el curso de la Cumbre de Panamá.
Publicaciones editadas en Caracas, como Barómetro Internacional, destacan la trascendencia y las proyecciones de esta jornada continental. Por ejemplo, Diego Olivera Evia, bajo el título “La unidad latinoamericana sustentada en la unidad y la paz continental”, escribe: “Hoy la unidad continental afronta muchos desafíos. La política agresiva de EEUU, coronada por el decreto del presidente Barack Obama, muestra una vez más la política expansionista, que no solamente agrede a Venezuela, sino enfoca su estrategia a Brasil, Argentina, Ecuador, Bolivia (…)”. Alude luego a la derrota del ALCA, un instrumento del gobierno de EEUU y del FMI, en la Cumbre de Mar del Plata de 2005, en la que se registró una participación decisiva de Chávez, Lula y Kirchner, entre otros. Concluye el análisis con esta afirmación: “Las propuestas diversas de desarrollo en nuestro continente, como políticas alternativas en Argentina, Brasil, Uruguay, Bolivia, Ecuador, Nicaragua, Cuba y algunas islas del Caribe, posteriormente El Salvador, han marcado un importante cambio en la correlación de fuerzas (…) En esta segunda década del siglo XXI, el surgimiento de propuestas multilaterales han dado vida a los BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica), han marcado nuevos caminos de intercambios, como propuestas económicas, en contraposición a los mecanismos del FMI y el Banco Mundial, que han llevado a Europa a la peor crisis, mayor que los efectos de las guerras mundiales en el viejo continente”. Culmina con la afirmación de que “hoy América Latina crece en la unidad de los pueblos y las naciones solidarias” y que “la próxima reunión cumbre marcará una nueva batalla por la integridad de los pueblos de nuestra América Latina”.
La confrontación entre Venezuela y Estados Unidos estará en primer plano en esta instancia. No hay duda de que Barack Obama y Nicolás Maduro se verán vara a cara. Tampoco hay duda de que las delegaciones de los países de la América Latina y caribeña harán causa común con el pueblo y el gobierno de la Venezuela bolivariana, con su lucha por la independencia y la soberanía nacional, y que se alinearán en el campo del combate por la paz, contra la invasión y toda forma de intervención militar.
El otro gran tema que acapara la atención es el de Cuba y sus relaciones con Estados Unidos. En diciembre pasado, los presidentes Barack Obama y Raúl Castro comenzaron un proceso de entendimiento, que en primera instancia llevó a la liberación de presos entre ambos países (“los cinco” y el ex contratista de Usaid, Alan Gross). Se avanzó en el camino de restablecer las relaciones diplomáticas entre ambos países, rotas hace 53 años, en la conferencia de San Rafael, en nuestro país, en enero de 1962, después de la conferencia de Punta del Este de agosto de 1961 en que participó el Ché. Estas negociaciones avanzan morosamente, con entrevistas de los responsables de uno y otro lado, pero aún no han culminado. También se avanzó apreciablemente en el tema de intercambio de viajeros, y son muy numerosas las delegaciones provenientes de Estados Unidos que visitan La Habana y centros turísticos de la isla. También hay intercambio de deportistas. Existe ahora un doble reclamo generalizado que se dirige a la administración Obama. Primero, que retire a Cuba de la lista de las naciones “patrocinadoras del terrorismo”, un absurdo inaudito. Segundo y fundamental: que se termine de una buena vez con el bloqueo comercial, económico y financiero impuesto a Cuba desde hace más de medio siglo, y que causa ingentes daños a la economía del país en diversas esferas. No hay absolutamente ninguna razón que sustente esta actitud regresiva, y casi ningún país que salga a apoyarla, habiendo sido reclamado el cese del bloqueo a Cuba por parte de la Asamblea General de Naciones Unidas por mayorías aplastantes, en forma reiterada, año tras año.
En la Cumbre de Panamá, Cuba pasará a defender directamente sus derechos, ya que se ha anunciado oficialmente la participación del presidente Raúl Castro en la misma. Esto también entraña un cambio trascendente. Cuba fue expulsada de la OEA por presión de EEUU y de un grupo de gobiernos serviles que vendieron su voto, empezando por la dictadura de Papa Doc en Haiti (pero no sólo). Esta situación se revertió en la reunión de San Pedro Sula, Honduras, en el año 2009, bajo la presidencia de Manuel Zelaya. Allí se anuló la decisión anterior, pero hasta ahora Cuba no se ha reintegrado al organismo. Quizá haya sonado la hora de que vuelva al seno de la OEA y prosiga la lucha por sus ideales también desde ese frente. La nueva OEA del siglo XXI, que desde el mes próximo tendrá al ex canciller uruguayo Luis Almagro como secretario general, podrá coadyuvar a ese objetivo, que tiene alcance continental.
Estos grandes temas vertebran la próxima Cumbre de las Américas, que por lo mismo concita expectativas generalizadas. Ellos dejan un tanto de lado los objetivos oficiales del cónclave, que han sido definidos en torno a tres ejes temáticos: a) combate a la pobreza; b) aumento de la cooperación en materia de salud, educación, seguridad, medio ambiente y energía; c) fortalecimiento de la gobernabilidad democrática y participación ciudadana. Existe una fundada expectativa. Faltan pocos días, y ya veremos qué pasa.
Por Niko Schvarz
Periodista y escritor
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