Mujeres italianas y un libro maravilloso: Miriam Mafai y Pane Negro

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Miriam Mafai, periodista, escritora e importante integrante del Partido Comunista Italiano (PCI), nació en Florencia en 1926 y murió en Roma el 9 de abril del 2012. Miriam definió a su familia como un contexto de “desorden feliz” donde la pintura, la escultura, la música y el antifascismo fueron el pan cotidiano. Su padre fue el pintor Mario Mafai y su madre Antonietta Raphael, también pintora y escultora, judía de origen ruso, fueron famosos exponentes de la Scuola Romana. Las dos hermanas de Miriam, Simona y Giulia, fueron también activas militantes antifascistas.

La promulgación de las leyes racistas por Mussolini, en 1938, obligaron a la familia Mafai a abandonar Roma. Las injusticias del fascismo y la tragedia de la guerra fueron las fuerzas determinantes para la orientación política escogida por Miriam: de estafeta o correo de los partisanos durante la liberación de Roma a funcionaria del PCI comprometida junto a los campesinos en su lucha por la conquista de la tierra.

En su larga trayectoria jugó un papel importante en el diario comunista L’Unitá (dirigió su suplemento femenino Noi Donne) y la revista Vita Nuova. Contribuyó a la fundación del diario La Repubblica y fue editorialista en el mismo durante décadas. Se dice que hay un hilo rojo que une toda su producción periodística, sus ensayos y su actuación parlamentaria con la libertad de las mujeres y la laicidad del Estado.

En su sepelio, el entonces Presidente de la República, Giorgio Napolitano, la recordó por su fuerte personalidad, su temperamento moral ajeno a convencionalismos, su gran talento periodístico unido a la combatividad que le permitieron convertirse en una escritora muy significativa, estrechamente ligada al movimiento por la emancipación de las mujeres y, en términos más generales, a la actividad política de la izquierda italiana. El mensaje terminaba con un recuerdo personal referido a la estrecha amistad que los había unido y a la vívida imagen de su humanidad apasionada, afectuosa y abierta.

En 1987 se había publicado un libro maravilloso de Miriam Mafai. Se trata de 

Pane Nero. Donne e vita quotidiana nella Seconda Guerra Mondiale. Es un libro profundamente italiano pero por eso mismo de gran valor universal y enormemente vigente a nivel mundial, con neofascistas en Italia, figuras como Trump, Putin , Nethanyahu, Zelenski, Milei, Erdogan, que personifican el odio, la violencia, la misoginia, el racismo.

‘Pane negro’ es sin dudas de los mejores libros que se han escrito nunca sobre la vida cotidiana durante la Segunda Guerra Mundial. Imprescindible para los estudiosos de la historia de la vida cotidiana (la Altagsgeschichte) y la antropología cultural, la sociología y en general la psicología y las ciencias sociales. Lamentablemente no traducido al español hasta ahora.

Son historias y testimonios sin concesión alguna a la ficción sobre mujeres reales. La Mafei las presenta en su primer párrafo: “Luciana que parió en un sótano de Nápoles en el intervalo entre dos bombardeos; Bianca que con sus hijos, el gramófono y la cajita de las joyas, atraviesa a pie (la cordillera) del Abruzzo; Marisa que en la Roma ocupada por los alemanes consigue hacer fuego sobre ellos; Sofía que desde Milán se refugia con su provisión de te y su biblioteca en un pago pequeño en los confines con Suiza; Zita la desmalezadora del arroz de Cavriago que tiene al hermano partisano y al novio en el ejército “repubblichino” (de la RSI); y aún la confinada Cesira, Lela que comanda las auxiliares de Saló en el Véneto; Carla que durante toda la guerra trabajó como cartera esperando el retorno de su marido; Lucia que consigue ser conductora de tranvía en Milán y no espera más a su marido; la Biki que continua impertérrita preparando sus colecciones de vestidos de noche … estas y muchas otras mujeres son las que he tenido la fortuna de conocer y de las cuales, en un cierto momento, he tenido el deseo de escribir la historia”.

Es una historia coral de todas estas mujeres durante los años que van de 1940 a 1945, los años de la Segunda Guerra Mundial. “Siempre me sorprendió el hecho que, hablando de ese periodo, Carla y Lucia, Marisa y Luciana, Cesira y Lela dijeran a cierta altura, como si fuese un pensamiento superpuesto, “… sin embargo, en el fondo, ha sido hermoso”. Una afirmación curiosa, imprevista – dice la autora – si se piensa que los acontecimientos a los cuales se referían habían figurado, por cierto, entre los más trágicos de nuestra historia y de la vida de ellas. Es una afirmación que debía ser aclarada y precisada: “… sin embargo, ha sido hermoso” tal vez porqué ya sea entre las dificultades y las tensiones de la vida cotidiana, cada una de ellas – y también podría decir cada una de nosotras agrega Mafei – debió lograr en aquellos años decidir por si sola, sin la ayuda ni la tutela de padres, maridos y novios. “…sin embargo, ha sido hermoso” tal vez porque cada una de nosotras se transformó, en aquel peligro y en aquella miseria, en alguien más dueña de si misma, más libre.

La guerra de la que hablamos – dice Mafei – entró en las casas, transformó las ciudades y pueblos en campos de batalla. Cuando se hagan las cuentas Italia descubrirá que ha tenido un número de civiles muertos muy poco inferior a los caídos en combate. El hambre y la guerra lanzaron a las mujeres fuera de su casa, las obligaron a buscar un trabajo, a tomar decisiones y a ayudar a quienes disparaban y aún a disparar ellas mismas; las obligaron a salir del papel en que las había confinado el fascismo y la Iglesia, de “mujeres y madres ejemplares”. El abandono de ese papel no siempre se produjo en forma consciente. En muchos casos, por el contrario, se justifica aún con el deseo de mantener la fe hasta el fondo en una tradicional imagen de si misma.

Sin embargo, una vez que se ha vivido, la transgresión incide sobre la consciencia de todas – advierte –  desvelando la existencia y la posibilidad de trayectos individuales desconocidos, por cierto más accidentados pero también más gratificantes que los que estaban reservados a las mujeres en el pasado. La necesidad se transformó, o pudo transformarse entonces en una elección, en la asunción consciente de nuevas responsabilidades, en la apertura de un horizonte nuevo, de un modo distinto de ser mujer y persona.

Con el retorno a la normalidad – asegura la autora – este horizonte, al menos entrevisto, se cerró. Se necesitarán muchos años – pronosticaba hace casi cuarenta años – por lo menos una generación, para que las mujeres, a nivel de masas, sean tentadas otra vez por el gusto de la transgresión y la autonomía.

La última edición de ‘Pane Negro’, ha sido prologada por otra periodista y ensayista de fuste, la calabresa Annalisa Cuzzocrea. Para caracterizar a esta mujer nada mejor que referirnos a uno de sus libros más recientes:  ‘Che fine hanno fatto i bambini. Cronache di un Paese che non guarda al futuro’. Es decir: Que fin han tenido los niños. Crónica de un país que no mira al futuro. Marzo del 2021.

Annalisa Cuzzocrea, madre de Carlo y Chiara, decidió investigar porqué los niños y muchachos no han sido contemplados por el gobierno en relación con la pandemia del Covid-19. Porqué pasaron meses antes de darse cuenta de cuan pesadas habían sido las consecuencias del cierre de escuelas y del aislamiento en las casas, sobre todo para los más frágiles y para quienes viven en contextos difíciles. Mediante el diálogo con psicólogos, escritores, economistas, demógrafos, sociólogos, directores, docentes y padres, en un viaje que la llevó del Barrio Español de Nápoles al interior de la “sección nido” de la parte de mujeres de la cárcel de  Rebibbia, en Roma, la autora ha descubierto las razones de la invisibilidad de la infancia y la adolescencia en Italia.

Las exigencias y los derechos de los más pequeños, de los más jóvenes, siempre son postergadas – sostiene – y colocadas al final de la lista. Mientras tanto todo o casi todo se delega en las familias a las que pertenecen. Los niños son considerados como un apéndice de sus padres confiado a su cuidado y no como ciudadanos del espacio que habitan (casi nunca pensado para quienes tienen menos de 18 años). Se pregunta  ¿Es solamente un problema político o es sobre todo un problema cultural? ¿Porqué Italia se niega a ver a sus hijos por lo que son y se limita a estudiarlos a través de lo que consumen? Si todo se confía a la familia ¿ cómo se hace donde el ambiente original no funciona, no ayuda o no permite “florecer”?

Esta es la Cuzzocrea y ella es la que recomienda enfáticamente en el prólogo de ‘Pane Negro’ su lectura. Si alguien viniera a preguntar que es la guerra, “ahora que ha vuelto a Europa en una forma que jamás habríamos creído posible de nuevo”, lean ‘Pane Negro’. Su prosa corresponde perfectamente con el neorealismo italiano. Es seca, cruda, desnuda, sin afectación ni retórica alguna. En todos sus artículos periodísticos y en todos sus libros, la prosa de Miriam Mafai no esconde jamás el dolor pero tampoco se regodea en el sufrimiento. No exalta las acciones que otros definirían como heroicas pero no las minimiza. No celebra y no se autocelebra. No olvida la ironía en ninguna circunstancia. Si vienen a preguntar como se escribe y sobre todo como debe escribir un periodista, lean a Miriam Mafai.

Las mujeres han contado todo lo referido a la guerra: la tragedia, el horror, el miedo, los bombardeos, las represalias, las fugas, las separaciones, los hombres en el frente o escondidos; el precipitarse, año tras año, hacia sufrimientos siempre más crueles e incomprensibles; el hambre, grande, despiadada y jamás satisfecha. Eran años en que a las mujeres les sucedían cosas extraordinarias, impensables, que las sustraían violentamente de las dudas y la indiferencia, de la resignación y de la dependencia, de la fragilidad y la irresponsabilidad: asumiendo, en el extrañamiento de los hombres lejanos, un amargo, doloroso y en cierto modo excitante descubrimiento de si mismas, la necesidad y capacidad de escoger por si solas, de organizar con coraje y paciencia la supervivencia suya y de sus seres queridos, el acceder al lugar y ganarse el puesto de los hombres, el sentir el nacimiento de la pasión política, ese remoto e ignoto territorio masculino, el participar en la guerra y en el final no solamente como víctimas desesperadas e inocentes sino como protagonistas conscientes, decididas, audaces y no solo del lado de los partisanos.

De todo ese protagonismo, al final de la guerra, poco quedó. Volvieron los hombres y las mujeres fueron invitadas a volver callada y pacientemente a su lugar. Las mujeres debieron luchar año tras año y paso tras paso para reconquistar las libertades que habían alcanzado; primero consiguiendo el derecho al voto, la equiparación de los ingresos con los de los hombres, la posibilidad de estudiar ciencias e ingeniería, el derecho a ingresar en la judicatura, el derecho a hacer todo lo que pueden hacer los hombres y nada menos. En ese empeño, concluye Annalisa Cuzzocrea, la periodista, la escritora, la comunista, la diputada Miriam Mafai siempre estuvo a su lado.

Lo hizo advirtiendo a todas continuamente, que nada es conquistado para siempre. Que todo puede siempre perderse y que si se ha dejado de luchar en una parte del mundo siempre hay otra en la que debe continuar la lucha por los mismos derechos y por la misma igualdad.

Lic. Fernando Britos V

 

 

 

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