Lo esencial es invisible a los ojos…..a veces.
Sin jóvenes participando no hay cambio posible. El diario del lunes habilita a comentar con datos vistos pero nada sabe de los sucesos del martes. Con velocidad propia de estos tiempos cuando hablamos de educación nos crispamos, discutimos porcentajes, ya en la campaña electoral desde el Frente Amplio teníamos puja por definir si 4,5%, o 6%, o tender al 6%.
Tabaré laudó diciendo 6% en este período y allí los discursos más o menos se fueron acompasando.
Ganó el Frente, llegamos al momento de discutir la ley de presupuesto y en un contexto económico internacional más desfavorable los conflictos recrudecieron tratando de incidir en la discusión de asignación de recursos. En una gran ensalada de temas, donde vuelan las estadísticas de aquí y de Finlandia, si los métodos educativos son acertados, la deserción escolar, si se exige mucho, poquito o nada para que los muchachos aprueben sus cursos, etc. En ese contexto llegamos al momento donde los gremios de la enseñanza van a la huelga.
El gobierno no tuvo mejor idea que amplificar el problema con la esencialidad. Los uruguayos en general que somos poco dados al autoritarismo reaccionamos naturalmente en contra de la medida y fue así como los trabajadores de la enseñanza fueron rodeados de solidaridad masiva. Con paro y miles de trabajadores en la calle. El gobierno retrocedió, con sensatez sacando de la discusión la medida autoritaria y hasta se llegó a un cierto nivel de acuerdo que permitió ir retomando las clases sin que el conflicto terminara.
Sin entrar en la contradicción que los salarios de los docentes no alcanzan (cierto) y que en los gobiernos del Frente Amplio se mejoraron de manera sustancial (también cierto) el presupuesto ingresó al parlamento. Allí se incorporan varios aspectos al proceso. En primer lugar la discusión presupuestaria, se politiza, se democratiza, ya que en el poder legislativo es donde se “parlamenta”. Con el mensaje inicial se hacen reasignaciones de recursos, se discuten prioridades. El conflicto de la enseñanza continuó. Con paros, ocupaciones, todas ellas pacíficas y sin que el gobierno desalojara. Creo que uno de los elementos más novedosos es la incorporación de los estudiantes de secundaria a este proceso. De manera desigual, pero la conformación de un gremio de estudiantes de secundaria ha venido avanzando. Han crecido en participación, en organización y han venido incorporándose como interlocutores cada vez más activos.
Creo que es altamente formativo que un joven se involucre en la política educativa y pelee por sus derechos. Eso le da hasta sentido de pertenencia. Un muchacho que participa por una mejor educación en vez de desertar de la enseñanza se involucra.
Si salimos por un instante del marco educativo, no hay tiempo, no hay suceso en la historia ni cambio realizado, que haya acontecido sin la participación activa y masiva de los jóvenes.
Por tanto somos responsables estimular que los jóvenes participen, debemos cuidar, fomentar y escuchar sus planteos, con la mayor seriedad e incluirlos en el proceso de debate.
Justamente eso estuvo sucediendo. Legisladores recibieron delegaciones de estudiantes, escucharon sus planteos, recibieron su plataforma y hasta coincidieron en varios de los planteos expuestos.
Quiero ponerme en el lugar de un adolescente tantas veces invisibilizado, ser recibidos por senadores y diputados, escuchados con respeto y hasta concluir en caminos a seguir estoy seguro que es una experiencia más que enriquecedora.
Eso también es parte del conflicto, el momento donde se negocia, se interpela a las partes y se buscan acercamientos que habiliten el acuerdo.
Pues bien, en esas estábamos cuando todo cambió. Convengamos que el criterio de los muchachos para ocupar fuera un poco exagerado. El edificio tomado abarcó bastante más que oficinas del Codicen, eso en principio involucra y afecta indebidamente a sectores de gobierno y de trabajo que en principio no están involucrados. Pero estoy seguro que con un poco de paciencia e interlocutores inteligentes el desalojo se hubiera realizado igual.
Los muchachos habrían salido seguros y el proceso ese donde su plataforma reivindicativa es tenida en cuenta hubiera estado en un lugar relevante.
Sin embargo otra cosa sucedió. La Guardia Republicana, con sus instrumentos para abollar ideologías (Quino), escudos y formaciones intimidatorias fue vedette del espectáculo y del otro lado trabajadores solidarios y organizaciones que bien pueden convocarse para respaldar pero más bien parecen haberse posicionado como contraparte beligerante, se robaron la noche.
De los ocupantes poco sabemos, pero de las partes en conflicto callejero tuvimos dosis mediáticas hasta el hartazgo. Las cámaras demostraron que evitar no evitan, pero que registran los líos con total éxito. También podríamos decir que fue un éxito la dimensión del conflicto. Luego de concretado el desalojo, en la calle entre piedras, palos, lastimados, presos y destrozos se inició una cobertura que se ha extendido por varios días. En ella, las partes combatientes se han prodigado en expresar que tienen razón y que el contrario, policía o sindicalistas, plenaria o como se definan son los que generaron el lío.
Me encantaría ver medios de comunicación que difundieran, la plataforma de los estudiantes, motivo por el cual ocuparon. Me gustaría saber más de la reunión con los legisladores, estos son los que tienen en sus manos el presupuesto hoy. Lo que quedó como camino posible, eso sí es parte del conflicto y de su posible resolución.
Si luego de estos sucesos tuviera que incorporar agenda para el diario del martes o de los días subsiguientes, incorporaría a la reflexión y al debate, las políticas de seguridad y defensa, a donde estamos yendo y por supuesto incorporaría a la discusión la teoría del “foco”, esa política donde se crean hechos a partir de una realidad y se la conduce a otro lugar.
Finalmente ¡QUE VIVAN LOS ESTUDIANTES!, que se organicen, que luchen por sus reivindicaciones, de los liceos y las facultades, de sus aulas y de sus luchas surgieron sus mejores intelectuales de nuestro país.
Por Walter Martinez
Columnista uruguayo
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