Cerro Norte; me da un poco de vergüenza…

Tiempo de lectura: 4 minutos

Recuerdo que en una vieja novela de Manuel Scorza, Garabombo el Invisible, el personaje central del relato padecía de una extraña enfermedad, muchas veces desaparecía, quedaba invisible, no lo veían.

La novela transcurre desde la desesperación primera de Garabombo, que no encuentra ni explicación ni cura para su mal, aunque luego comienza a aprovechar lo que su invisibilidad le permite, hasta que finalmente se cura. Garabombo descubre el origen de su mal: en realidad no estaba enfermo, simplemente, no lo querían ver.

Recordé esta novela porque hace unos días me llamó una amiga preocupada preguntándome si sabía algo de lo ocurrido en Cerro Norte. Le contesté que no. Le pregunté por lo sucedido y me relató lo que sabía.

Alguien que había estado por la zona se encontró con un escenario de película pero en la vida real, un conflicto armado entre bandas, mucha bala, con armas poderosas incluidas.

walter 640x480

Llame entonces a un viejo amigo del Cerro para preguntarle si sabía algo. Con su peculiar estilo de relato, me dijo que sí, que había sido una especie de ajuste de cuentas entre bandas rivales, que había un muerto y heridos, cosa que después corroboré por la prensa. Como vecino de la zona, me decía que en realidad fue una especie de escalada de una violencia reiterada de forma cotidiana. En su comentario había cierta desesperanza y tristeza, viejo luchador político y social, conoció la violencia cuando era desigual, tiempos de barricadas que hacían los trabajadores que luchaban por sus derechos y que defendían con palos, piedras y cortes de fuego. El otro bando tenía cascos, armas, caballos para las arremetidas. Tiempos donde la Federación de la Carne era símbolo de rebeldía y la vieja villa del Cerro proletaria conocía otro tipo de violencia.

Busqué y encontré datos de población que dicen que en Cerro Norte y Los Palomares , lugar donde se ubicó el epicentro de la balacera, viven alrededor de treinta y tres mil ochocientas cincuenta personas. Decenas de miles viven allí, tan uruguayos como yo, a minutos de viaje de donde vivo yo, solo que ellos viven entre balas y yo no. Cuando sucede esto me da la sensación de que Dios, el Estado, mi fuerza política y yo, los enfermamos a todos ellos, como a Garabombo, de invisibilidad.

Lo más fácil sería cargar contra Bonomi y la policía, sinceramente, esta vez, vi acción policial, rápida y eficiente. Detenciones, confiscación de arsenal, hasta leí en la prensa sobre cierto trabajo de inteligencia policial que habilitó los resultados positivos. Hubo atención de prensa, creo que la zona no es demasiado propicia como para coberturas de gran despliegue y muy a mi pesar creo que como consumidores somos más proclives a ver o a leer y amplificar otro tipo de violencias en otros lugares. Cuando el delito se traslada a nosotros y nos invade “nuestro buen vivir” entonces sí, nuestra indignación sube, nuestras voces se alzan y reproducimos una especie de retroalimentación de información-consumo que multiplica titulares, reportajes, por ejemplo, el caso de la chiquita muerta en Valizas adquiere por reiteración y ubicación geográfica del suceso, una catarata de comentarios que se extiende por días y días.

Toda la violencia es injusta, condenable y por supuesto censurable, pero por algún motivo somos selectivos hasta para condenar. Este sayo me cabe a mí mismo, no jerarquizo la violencia, o la inseguridad con el mismo énfasis. No quiero excluirme de mis responsabilidades como frenteamplista, creo que de alguna manera el haber llegado a los edificios del centro, casa de gobierno, palacio legislativo, el habernos colocado en la centralidad de los problemas del país, nos ha alejado de la periferia.

La gente es estadística, núcleos duros de pobreza, o porcentajes que nos ubican entre pobres extremos, o pobres más o menos o quienes salieron de la pobreza. Quizás, solo quizás y de repente a la hora de cuantificar, analizar y resolver políticas esto sea necesario.

Soy de izquierda, no creo que nos deba alcanzar. Esto me lo digo primero a mí mismo, creo que los frenteamplistas nos estamos refugiando demasiado en la rambla, en el centro, en la necesaria o posible gradualización de los cambios y nos vamos acostumbrando a rebeldías y desafíos acotados.

La violencia no es un problema del estado solo, ni de Tabaré en el futuro cercano, ni de Bonomi o la policía solamente. Cada vez que una plaza nace, hay gente que la va a disfrutar, lo hemos comprobado, las policlínicas siempre luego de inauguradas reciben pacientes que la usan. Cada nueva escuela se llena de chiquilines, toda la sociedad tiene que ocupar nuestros barrios, no hay manera que las bandas de delincuentes y sobre todo los narcotraficantes se instalen con impunidad si la sociedad los aísla, si les quitamos operatividad.

Creamos una herramienta fabulosa para transformar la sociedad, encontramos símbolos para unir la diversidad y atrás de las banderas de Otorgués levantamos un programa que le dio al Uruguay un rumbo inédito. Bien por ello, pero no alcanza, entre nosotros, uruguayos tan uruguayos como yo esperan por una vida más segura, y no hablo de la seguridad de que no te roben el auto, hablo de la seguridad de no salir de tu casa sin que las balas te zumben.

Somos un país chico, de gente laboriosa, fuimos capaces de alzarnos frente al terror del estado, el peor de los terrores, el más violento y criminal. ¿No podremos entonces hacer retroceder a simples bandas de delincuentes?

Tabaré nos pidió que no lo dejáramos solo, pues bien, que el Frente Amplio cumpla con su rol acompañe y nos sepa convocar. Que las organizaciones sociales empujen, que los ciudadanos se involucren. Cada hecho épico de nuestra historia tuvo líderes pero sobre todo tuvo puebladas que lo hicieron posible. Ojalá que logremos que no haya uruguayos invisibles ni violencia que no podamos eliminar.

Por Walter Martinez
Columnista uruguayo

La ONDA digital Nº 706 (Síganos en Twitter y facebook)

(Síganos en TwitterFacebook)
INGRESE AQUÍ POR MÁS CONTENIDOS EN PORTADA

Las notas aquí firmadas reflejan exclusivamente la opinión de los autores.