LA VIOLENCIA Y EL CULTO MORTAL
Del tráfico y el coleccionismo de armas a los asesinatos masivos
No nos engañemos
Es verdad que el narcotráfico es uno de los promotores fundamentales de la violencia en la sociedad, pero reducir las causas de un fenómeno tan complejo y con indicadores tan engañosos a factores unívocos no solamente confunde, sino que distrae. Asimismo, la fragmentación de los fenómenos sociales y culturales, es decir, el extraer conclusiones terminantes como en la fábula de los ciegos que reconocían al elefante por el tacto de sus partes, no sirve para comprender y mucho menos para actuar.

La otra gran dificultad para abordar seriamente estos asuntos, más allá de hechos o causas aisladas, está vinculada con el carácter multiforme de la violencia que además tiene antecedentes tan antiguos en la humanidad como variados en la actualidad. Nadie duda de que es violencia de la peor especie el accionar del senador pedófilo, sus cómplices conspiradores y sus amigos que lo amparan y también es verdad que, en alguna instancia, el abuso, la explotación de los más débiles, el uso de drogas, los sobornos y el poder del dinero se vincula con las armas de fuego, la intimidación y las muertes violentas.
Cuando algún caso de estos rompe los ojos y supera la contención intencional de los medios hegemónicos – como en el caso del empresario estafador muerto a balazos por su ex pareja, en medio de un corso vertiginoso de lujos y amenazas, fiestas y asados, autos de alta gama, guardaespaldas y prácticas de tiro en el polígono – aparecen dos de los viejos combustibles que regeneran permanentemente la violencia: el miedo y el odio.
Las armas y en especial las armas de fuego son herramientas de la violencia. Sale a la luz entonces el fenómeno del culto a las armas que es alimentado por la fabricación, la distribución y el coleccionismo de armas, todo amparado por una concepción falsa y nauseabunda de la seguridad personal, del poder, del éxito e incluso de la identidad de muchos individuos.
No hemos mencionado el coleccionismo en forma casual o inmeditada. Entre los infinitos coleccionismos a los que se han dedicado los seres humanos desde hace cientos de miles, tal vez millones de años, se encuentran las armas que son, inevitablemente, instrumentos de muerte. De modo que se trata de un coleccionismo muy especial.
Quien colecciona armas puede aparecer como “inocente” aficionado o cazador (incluso como víctima de robos) pero sabe perfectamente que sus objetos, independientemente de su antigüedad o estado, son herramientas mortíferas. Posiblemente ignore los móviles inconscientes y las tortuosidades de su psiquis o el fetichismo y las “fijaciones anales” que lo hacen partícipe del culto a las armas. Sin embargo, sabe que no es lo mismo que coleccionar cucharitas, muñecas, autitos o figuritas.
Se vive en otros lados y empieza a vivirse aquí
El paraíso del culto a las armas son los Estados Unidos. Recientemente un amigo me relataba que su hijo, un joven militar, de viaje por aquel país había quedado asombrado por la cantidad y tipo de armas de guerra y municiones que se podían adquirir en cualquier calle de cualquier ciudad. Lo que él vio fue unos cuantos de los 77.813 puntos de ventas de armas que existían en los Estados Unidos el año pasado. Es una cifra espeluznante de comercios legales y mayor que la de todos los McDonald’s, los Burger King, los Subway y los Wendy’s sumados. En USA es más fácil comprar un rifle, una metralleta o un pistola 9mm que una hamburguesa.
Basta con tener 18 años y pasar por una rápida comprobación de antecedentes para comprar un fusil de asalto semiautomático Colt AR-15 que se puede transformar fácilmente en automático capaz de disparar ráfagas. No solo puede comprar uno, puede comprar dos o diez o los que quiera. En 1994, con apoyo parlamentario mayoritario se estableció una prohibición de los AR-15 y otras armas similares por diez años. Esta prohibición cayó hace 20 años y no ha sido posible renovarla por la oposición de la mayoría de los legisladores (todos los republicanos y algunos demócratas). Los resultados ya los conocemos: permanentes masacres en escuelas, iglesias, festivales.
Las armas están vinculadas estrechamente con el racismo y la desigualdad. Los más afectados son los niños y jóvenes, los afroamericanos, los latinoamericanos y en general los más desvalidos. En el año 2021 hubo 683 tiroteos masivos en los Estados Unidos (se consideran masivos cuando se registran más de 4 víctimas). En el 2022 hubo 46 tiroteos en escuelas y liceos con decenas de niños, jóvenes y docentes muertos. Los varones negros de entre 15 y 34 años tienen diez veces más probabilidad de morir por impacto de bala que los varones blancos de la misma edad. Naturalmente hay una afectación de género y los datos provenientes del Caribe indican que la proporción de mujeres muertas a balazos son el triple en esa región que la media mundial.
En los Estados Unidos, en el 2020, la población afroamericana representaba el 13% del total pero el 60,9% de los muertos por armas de fuego ese mismo año fueron afroamericanos. También es la primera causa de muerte infantil y entre el 2 y el 7% de los niños heridos lo son por armas de fuego. En general, unos 100.000 estadounidenses son heridos por armas de fuego y casi la tercera parte fallecen a consecuencia de sus heridas.
Para colmo una constitución de hace doscientos años y manipulada por los lobbies del gran negocio armamentístico respalda la tenencia y portación de armas de fuego por la población y solamente tres Estados (California, Florida e Illinois) y el D.C. prohiben llevar armas de fuego a la vista, es decir que en la enorme mayoría del país se puede andar por la calle exhibiendo armas y municiones.
Durante la pandemia del Covid-19, los estadounidenses ricos se lanzaron a comprar armas: en el 2020 compraron 23 millones de unidades, el 65% más que en el 2019 y naturalmente hubo 19.400 homicidios a bala, un 25% más que en el año anterior según el Gun Violence Archive (GVA).
En el país con el mercado de armas más grande del mundo se fabricaron 13.400.000 armas en el año 2022, mientras que 20 años antes se habían producido menos de tres millones. En esos años la población creció un 18% pero la producción de armas se cuadruplicó. Por lo tanto, las estimaciones para este año es que en los EUA están circulando 370 millones de armas en poder de 332 milllones de habitantes lo que da el resultado de 114 armas por cada 100 habitantes.
La desigualdad es brutal. Cada vez menos estadounidenses tienen más armas. Solamente el 3% de los adultos poseen la mitad de las armas y el 8% de ellos poseen diez o más. Hay una estimación de 256 millones de armas en manos exclusivamente privadas las de los más pudientes.
Ahora bien, en esos cálculos no se toma en cuenta la producción de armas de difícil detección que se lleva a cabo mediante impresoras 3D o las que se arman por partes o las de fabricación automática, por lo que la proporción de ferretería por habitante sería superior a la de celulares (116 por 100 habs.) y muy superior a la de autos particulares (90 por 100 habs.).
En materia de armas por habitantes, los EUA son seguidos por el Yemen (52,8 armas cada 100 habitantes) pero este desdichado país del Medio Oriente está en guerra civil desde 2014 y soportando agresiones de sauditas, estadounidenses y británicos y la tenencia de armas (antes dagas ahora fusiles) está vinculada con la masculinidad.
En este hemisferio, les siguen Canadá y Uruguay con 34,7 armas por cada 100 habitantes, según Jaime Villamuera de la Universidad Antonio de Nebrija. A nivel mundial, según Amnesty International, la mitad de las armas están en América Latina. En Europa, los países con más armas en poder de civiles son Montenegro, Serbia, Islandia y Finlandia (entre 28 y 35 armas cada 100 habs.). La “neutralidad armada” de Suiza hace que se registren 27,5 armas cada 100 habitantes aunque el control de tenencia es muy restrictivo. Los países con menos armas en manos de la población son Taiwán, Indonesia, el Vaticano, las dos Coreas y Japón. Polonia es el país con menos armas por habitante en términos absolutos.
Si bien en los Estados Unidos las armas son un drama sin fin y el mayor del planeta, América Latina se ha convertido en un continente muy violento. En la actualidad, aproximadamente con el 8% de la población mundial tenemos el 37 % de los homicidios y sucede que muchas de las armas que se venden libremente en los Estados Unidos terminan en nuestros países. Según un organismo de las Naciones Unidas, las armas incautadas en la región durante el año 2020 eran en el 52% de los casos pistolas automáticas y en el 24% revólveres [i].
El armamentismo en nuestra América se acentuó durante la segunda mitad del siglo pasado. Fueron los efectos combinados de la Guerra Fría, de las dictaduras y tiranías y fundamentalmente del terrorismo de Estado en cuyo desarrollo jugaron las armas un papel fundamental. Más recientemente, Bolsonaro promovió en Brasil las armas de fuego y poco antes de su alejamiento del poder, el corrupto presidente ecuatoriano Guillermo Lasso autorizó la tenencia y porte de armas para “defensa personal”.
Todo esto se alimentó con el mito de que las armas contribuían a establecer una cierta equidad entre delincuentes y ciudadanos. La verdad es que las armas en manos de la gente terminan pasando a manos de los delincuentes y los niveles de violencia crecen en forma incontrolable.
Tráfico y culto que se extienden, reglamentación que no se atiende
Amnistía Internacional estima que en el mundo hay unos mil millones de armas de fuego personales y de este volumen (que podría ser mayor) el 85% está en manos de particulares, un 13 % en manos de las fuerzas armadas y un 2% en poder de la policía. Todas las especulaciones sobre el poder de fuego y las características de las armas y de las municiones no alteran significativamente estas proporciones. A esto debe agregarse la consideración acerca de la concentración de ese 85% de las armas en un sector muy reducido de la población, generalmente los económicamente poderosos y en cierta medida en manos de la delincuencia.
Los montos del negocio pueden ser engañosas porque el tráfico de armas, como el de las drogas, tiene un poder corruptor y mimético capaz de burlarse de las cifras conocidas. Por ejemplo, según SIPRI (Stockholm International Peace Research Institute) los principales países exportadores de armas, entre el 2017 y el 2021, fueron: EUA 38,6%; Rusia 18,6%; Francia 10,7%; China 4,6%; Alemania 4,5%; Italia 3,1%; Inglaterra 2,9%; Corea del Sur 2,8% y España 2,5%.
Sin embargo, tanto los compradores como los vendedores legales de armas en los Estados Unidos cuestionan que ese inmenso mercado sea puramente “estadounidense”, por varias razones. Por un lado, los USA importan cada vez más armas. En el 2021, EUA importó siete millones de armas, casi un 400% más que veinte años atrás.
Además la introducción de unidades “fabricadas por partes”, provenientes de distintos países, así como la producción de armas de materiales no ferrosos mediante impresión en 3D, es virtualmente incontrolable. Este último es un aspecto que debe encender las alertas, incluso en nuestro país, porque se trata de una corriente en expansión y crecimiento en el tráfico de armamento.
Téngase en cuenta que las setenta piezas que componen un fusil de asalto, por ejemplo el AR-15, pueden ingresar por separado, pasar inadvertidas y ser ensambladas con cierta facilidad sin necesidad de complejas instalaciones o talleres.
En cierto sentido sería más sencillo controlar el tráfico de municiones aunque hay que tener en cuenta que la industria armamentística, desde hace décadas, hace especial hincapié en los calibres pequeños, de altísima velocidad y gran poder destructivo cuya cualidad para el tráfico es gran multiplicación del número de unidades en embarques o cantidades muy pequeñas. En todo caso, según Europol [ii] el tráfico de armas pequeñas insumió entre 170 y 230 millones de dólares en Europa y la fabricación de municiones alcanzó a 12.000 millones de unidades por año, como para pegarle un par de tiros a cada habitante del planeta.
Mientras que en los Estados Unidos proliferan las imágenes de familias, niños, adolescentes, exhibiendo sus colecciones de imponentes arsenales y jactándose de ello, la realidad más terrible del tráfico se esconde en lo que el investigador Pérez Ricart denomina “el río de acero” [iii]. Las facilidades en los Estados Unidos para la compra de armas y el crecimiento de la demanda en México (esencialmente por los narcotraficantes) junto con lo que se califica como la frontera porosa entre los dos países derivan en un tráfico monstruoso cuyas cifras reales son desconocidas.
La frontera porosa quiere decir que mientras todas las barreras, muros de hierro, alambradas y patrullajes se despliegan para impedir que los inmigrantes se trasladen de sur a norte, el tránsito de norte a sur, es decir de los Estados Unidos a México, no tiene obstáculos ni controles aduaneros dignos de tal nombre. Hay estimaciones de que, en el 2013, pasaban casi 700 armas por día desde los EUA, más de 253.000 en el año, la mayoría de ellas con los más de 150.000 vehículos que cruzan la frontera todos los días hacia México. En diez años ese contrabando ha de haberse multiplicado geométricamente. Nadie puede decirlo con certeza.
El Ministerio de Relaciones Exteriores de México calculó unos dos millones de armas introducidas en México desde los EUA en la última década. Un organismo estadounidense, la Agencia de Alcohol, Tabaco y Armas de Fuego y Explosivos (ATF) ha hecho estimaciones sobre el tráfico basadas en la trazabilidad de las armas encontradas en la escena de crímenes cometidos en México, América Central y países del Caribe. El 70% de las armas encontradas habían sido fabricadas en los EUA antes de pasar de contrabando por México. Entre los años 2017 y 2021, el 43% de esas armas había sido comprado en Texas, el 17% en Arizona y el 13% en California.
Según la ATF, los traficantes son hombres (en el 84% de los casos), blancos (el 53%) y estadounidenses (el 95%). Por ejemplo, la Fiscalía del Distrito Oeste de Texas acusó a un tal Chandler Britain Bradford por traficar, entre el 2018 y el 2022, piezas de fusiles de asalto AR-15. Las enviaba a México mediante encomiendas postales o las llevaba el personalmente a Monterrey.
Los socios de Bradford armaban y comercializaban los fusiles. El contrabandista recibió tres millones y medio de dólares por su trabajo y los ensambladores prepararon no menos de 4. 800 fusiles. Téngase en cuenta que este es uno de los cientos de casos conocidos.
La proliferación de armas de fuego ha permitido no solamente un incremento en su uso en suicidios y en episodios de violencia intrafamiliar sino que ha redundado en una diversificación de las actividades criminales y la expansión de sus redes. Del sicariato se pasa a los grupos de sicarios y hasta pequeños ejércitos capaces de desafiar a las autoridades estatales. Durante décadas los narcotraficantes de Colombia y México, por ejemplo, se dedicaban a enviar cargamentos de drogas a los Estados Unidos sin involucrarse en otros negocios.
La proliferación del armamento y el dominio de las redes condujo a otras actividades criminales, complementarias. Los cambios en cantidad acarrean inevitablemente cambios en calidad: extorsión, peajes, préstamos, robos en gran escala, tráfico de personas, sicariato, contrabando y, desde luego, expansión del narcotráfico al menudeo.
Emily D. Asher [iv] dice que no importa si creemos que las armas matan gente o que la gente con armas mata gente porque el resultado es el mismo: una crisis de salud pública. La atención del público suele concentrarse en los tiroteos y masacres, en los asesinatos y muertes accidentales, pero muchas personas se niegan a admitir que muchas muertes por arma de fuego son suicidios, el resultado de la resolución catastrófica de la violencia intrafamiliar o accidentes y errores fatídicos.
Hace dos años, el senador Mario Bergara presentó un proyecto de ley para mejorar el control de armas de fuego en nuestro país que se rige por normas antiguas y requisitos burocráticos que no ayudan. El proyecto, lejos de ser prohibicionista, busca encarar el fenómeno que nos hace el país que ocupa el quinto lugar mundial en materia de armas por habitante, como ya vinos. Más de 600.000 armas registradas y una cantidad muy probablemente igual o superior de armas sin registrar nos ubican en esa situación de alto riesgo.
Todos los argumentos han sido detallados en un artículo publicado en La Diaria y a él hay que remitirse sin necesidad de reproducirlo. Véase pues: Armas de fuego: falta de información y de control, por Joaquín Arigón y Laura Fernández, publicado en La Diaria el 12 de julio de 2022.
La idea central del proyecto de Bergara es evidenciar y aportar soluciones ante la necesidad de una política de más información, de seguimiento y más control en la adquisición y tenencia de armas de fuego, dicen los autores. Está claro que en este asunto se requiere, urgentemente una política de Estado, un verdadero acuerdo que concrete medidas sin la politiquería menor de los negacionistas.
Compartimos algunas conclusiones que sostenían Arigón y Fernández en el 2022. “Para seguir dando pasos, urge la elaboración y el acceso a mejores estadísticas. La creación (prevista en el proyecto) de un órgano integrado por los ministerios del Interior, Educación y Cultura, Defensa Nacional, Desarrollo Social y Salud Pública, así como por el Poder Judicial, la Fiscalía General de la Nación, la academia (medicina y psicología) y la sociedad civil, que va en la dirección de contribuir al rigor y la multidisciplinariedad.
La idea de coordinar los esfuerzos y obtener el compromiso activo de organismos públicos y actores privados resulta clave. No hay diagnósticos, ni mucho menos conclusiones, que no sean hijas de los más amplios consensos. Hará falta superar los prejuicios, incluir deliberadamente a los involucrados directos, dejarse decir cosas, de modo de habilitar decisiones informadas y pasibles de ser apropiables por la ciudadanía. Este es el único camino para construir una verdadera política de Estado”.
Hay que actuar antes de que sea demasiado tarde.
Por el Lic. Fernando Britos V.
Fuente fotos de pagina diario argentino Perfil
[i]Informe de la UNODC United Nations Office on Drugs and Crime 2020.
[ii]La Oficina Europea de Policía, más conocida por el acrónimo Europol, es la agencia encargada de planificar, coordinar y ejecutar las operaciones contra organizaciones criminales y liderar la lucha antiterrorista en la Unión Europea, en colaboración con las autoridades nacionales.
[iii]Pérez Ricart, Carlos A. (2024) La frontera porosa y el río de acero: las armas “made in USA” desangran a México. En El País de Madrid.
Se accedió en www.elpais.com/us/2024-05-25/la-frontera-porosa
Pérez Ricart es investigador del Centro de Investigación y Docencia Económica (CIDE) de la Universidad Pública de la Ciudad de México.
[iv]Asher, Emily D. (2022) Aiming for safety: implementing firearms training statutes. Se accede en: htpps://www.capitallawreview.org
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